Jody Williams, premio Nobel de la Paz 1997, a La Jornada
Yo no voté por él para que actuara en Afganistán como Bush en Irak
Lunes 21 de septiembre de 2009, p. 14
Jody Williams, la estadunidense que fue laureada con el Premio Nobel de la Paz en 1997 por conducir la campaña que logró la prohibición de las minas terrestres, es optimista frente a lo que ve como una oportunidad histórica
para que la humanidad avance hacia un mundo libre de armamento nuclear. Pero este ánimo positivo se eclipsa de cara a los pasos que ha dado en los meses recientes el presidente Barack Obama, al escalar la intervención bélica de Estados Unidos en Afganistán.
Yo no voté por él para que actuara en Asia central como lo hizo George Bush en Irak. Se está aventurando en una guerra sin un plan de retirada. Y esto es una estupidez. Yo no tengo a Obama por un tonto. Simplemente, no lo entiendo
. Lo dice con toda gravedad, acentuando las sílabas.
Y luego emerge el personaje clásico de la Jody Williams iracunda: Me enoja muchísimo. Pese a todo lo que ha cambiado en el mundo, Estados Unidos se sigue sintiendo el gendarme del mundo
.
La activista tiene una personalidad arrolladora. Nativa de Vermont, pasó por universidades desde 1968 hasta 1972: típico producto de su generación de sexo, drogas y rocanrol. Luego vendría la militancia contra las guerras estadunidenses: Vietnam, Centroamérica, minas terrestres, bombas de racimo.
En El Salvador, Jody pagó un precio muy alto. Yendo y viniendo de San Salvador a Los Ángeles, en una carrera frenética por detener el creciente intervencionismo de su país, cayó en manos de los escuadrones de la muerte. Fui violada por gente entrenada y armada por mi propio gobierno
. Esa es la raíz profunda de su lucha por la paz en el mundo.
Los organismos no gubernamentales (ONG) que empujan por un mundo con menos armas y, sobre todo, libre de arsenales nucleares, la escuchan cuando habla. Ahora la agenda pasa a ligas mayores.
ONG deben ser congruentes
Dice Williams, en entrevista con La Jornada: “La lucha por el desarme nuclear atañe a todos por igual, porque la posesión de arsenales atómicos por un grupo de gobiernos –no importa cuáles– pone en riesgo no sólo a un país o región, sino a toda la humanidad. La agenda para prohibir las armas nucleares es más compleja que luchar por proscribir minas terrestres o bombas de racimo, pero los principios son los mismos. Las ONG deben ser congruentes: el desarme es para todos, sin distingos ni excepciones, sin mantener el doble rasero que prevalece hoy en día y que permite asumir que, por ejemplo, está mal que Irán desarrolle tecnología nuclear, pero está bien que Israel conserve sus misiles nucleares. La prohibición debe ser obligatoria para todos. No hay otro modo de lograrla. Y ahora es cuando. Estamos frente a una oportunidad histórica que, si nosotros como sociedad civil no atrapamos, se nos va a escapar.
Sinceramente creo que lo que haga Estados Unidos respecto al desarme nuclear va a determinar el futuro. El compromiso de Obama de revisar la política nuclear puede dar resultados positivos si se pone atención en los detalles. Cosa que, por ahora, no veo que esté haciendo.
–Usted dice que el diablo está en los detalles.
–Así es. Hasta ahora Obama se ha comprometido incluso a reducir las cifras más allá de lo que ofreció en principio. Fantástico. Es un buen principio para construir un clima de confianza. Sin embargo, si no se revisa y se elimina la política de disuasión, si al final de cuentas Washington decide conservar algunos misiles con el pretexto de ser la policía del mundo... la importancia del desarme va a perder su trascendencia.
–Más allá del desarme nuclear, la escalada del gobierno de Obama en Afganistán nos hace recordar cada vez más a Bush en Irak.
–Yo no voté por Obama para que sacara nuestras tropas de Irak y las fuera a meter a Afganistán. No lo entiendo. Parece ser un hombre inteligente. Esto lo va a llevar a perder el apoyo de mucha gente que votó por él.
–¿Se ha dejado presionar por los halcones, los neoconservadores?
–No hay pretexto. Él es un civil. En Estados Unidos tenemos a un civil como comandante en jefe de las fuerzas armadas. Es él. Y su trabajo no es escuchar solamente al sector militar, sino evaluar todos los factores políticos que están en juego para tomar las mejores decisiones.
–¿La luna de miel terminó para usted?
–Nunca la tuve. Al final de cuentas es un político. Y un político de Chicago, uno de los entornos políticos más corruptos de Estados Unidos. No estoy diciendo que él sea corrupto, pero viene de ese medio. Él ganó las elecciones. Sensacional. ¿Y después qué? Eso es lo que cuenta. He oído mucha retórica en mi vida. Necesito algo más concreto.