Opinión
Ver día anteriorLunes 12 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 

La ternura como arma

Aprender a morir
A

principios de los años 70 del pasado siglo, un entrañable amigo lejano me presentó a Mercedes Sosa. No en persona, sino en voz, a través de una de las mejores grabaciones de su fructífera y brillante carrera: Mujeres argentinas, en la que el genio musical del soberbio pianista Ariel Ramírez, el talento literario del historiador Félix Luna y la generosa voz intemporal de La Negra dieron vida, para siempre, a un disco maravilloso.

Sólo ocho elaborados temas sobre la vida, hazañas, amores, luchas, alegrías o decepciones de otras tantas mujeres, en los que este espléndido trío hizo derroche de creativa argentinidad, sobresaliendo esa pieza inmensa titulada Alfonsina y el mar, donde melodía, letra, ritmo, arreglos y voz lograron una de las canciones más hermosas que ese pueblo haya producido.

O Juana Azurduy, o Rosarito Vera, o Dorotea Bazán y el resto, en que la espléndida expresión vocal de Mercedes honra su mestizaje y enaltece con timbrada ternura la fuerza inagotable de la mujer, sea guerrillera, maestra de escuela o cautiva de indios ranqueles y del amor, mientras un delirante Ariel Ramírez ejecuta en piano o clavecín sus composiciones y arreglos, acompañado de Héctor Zeoli en el órgano; Jaime Torres, charango; Tito Francia, guitarra, y Domingo Cura, percusiones.

Muy contadas veces idiosincrasia, imaginación musical e inspiración poética han estado más armoniosamente vinculadas por una interpretación tan excepcional e intensa como la de Mercedes en el ya clásico Mujeres argentinas, cuyas sofisticadas fusiones, basadas en aires de cueca norteña, de zamba, de milonga o de refalosa, dan cuenta de una identidad que, cuando lúcida, se enorgullece y vuelca orígenes, mezclas, vertientes y expresiones.

Por eso y mucho más, la partida física de esa gran artista de San Miguel de Tucumán y del mundo invita a honrar su memoria mediante el conocimiento de su repertorio, a cantar, disfrutar, pensar y actuar sus canciones, impregnadas de verdad y belleza, de una ternura que conmueve y de un timbre que dignifica. “La música no resuelve los problemas –dijo en una entrevista–, pero puede consolar a las personas, y tal vez inspirarlas para tratar de resolver sus problemas...” Y en otra de sus interpretaciones advertía: Merecer la vida no es callar y consentir tantas injusticias repetidas. Aunque algunos piadosos crean que la merecen.