nrique Ponce, Manolo Arruza y Mario Aguilar (que ayer se despidió como novillero en la plaza de Las Ventas, de Madrid) conformarán el cartel inicial de la próxima temporada grande de corridas de toros a iniciarse en noviembre próximo, el día 8. A partir de hoy se abre el derecho de apartado durante las siguientes dos semanas. Una temporada en que según el decir de la empresa se apostará por los toreros jóvenes. El mencionado Mario Aguilar, Octavio García El Payo, José Mauricio...
La relación entre la vida y la muerte se dará gusto un año más en nuestra plaza de toros. La convalidación del develamiento del destino que paraliza. El propósito del enigma por vivir y morir y la cosa por venir. Más exactamente por predecir, esa emoción, donde brillan los significados del destino: creación con el toro bravo y encastado, no con el torito descastado y acaramelado. Lo que lleva a la cornada o al fracaso. Ese juego con los pitones y la casta del toro para no gritar el dolor en el vacío. Al confrontar ese toreo único a la línea del tiempo. A ese punto preciso del tiempo donde puede surgir la creación y con la creación de la belleza.
Ese esperar la embestida del toro con los pies hundidos en el redondel para pararle, templarlo y mandar en el recreo de las muñecas o la palma de la mano, como los grandes del toreo. La verónica marcando los tiempos y el remate con la media que enfría y calienta al mismo tiempo a la afición y al propio torero. El tiempo de ese lance sin pensar, un hoyo del pensamiento. Un instante sin lenguaje, en que el torero se abisma, se va en un vacío y transmite a los que lo contemplan todas las emociones vividas.
Instante en que el lenguaje deja su lugar al cuerpo para que hable. En lo que tiene de único, de mágico, el brotar de lo inesperado: el toreo creativo. Contrapunto de esta época encorsetada, esclerosada que nos ha tocado vivir y que cada vez más se infiltra en el toreo.