Opinión
Ver día anteriorViernes 16 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Obama: ¿Nobel por buenas intenciones?
O

bama es una figura carismática. Lo demostró en las primarias de los demócratas, venciendo a la poderosa maquinaria de los Clinton, y repitió la hazaña en las elecciones nacionales, cuando aplastó la fórmula retardataria de John McCain y Sarah Palin. Durante su campaña, en visitas relámpago a Inglaterra, Francia y Alemania, atrajo multitudes que le valieron el título mediático de estrella de rock. Pero, ¿premio Nobel de la Paz 2009? ¿Cómo justificarlo?, salvo que se trate de un Nobel otorgado a las buenas intenciones; un premio a lo que aún no es, sino a lo que hará. Como si el parlamento noruego hubiese dicho: gracias por no ser como George W. Bush; gracias por ser un presidente diferente.

Fareed Zakaria, analista de The Washington Post, declaró que, en su opinión, el premio era más bien un reconocimiento a Estados Unidos, porque bajo el signo de Obama había decidido finalmente volver a conectarse con el mundo. Todos reconocen que en su corto mandato no ha realizado hazañas dignas del Nobel. Únicamente se ha manifestado a favor de una multitud de causas nobles, como el multilateralismo privilegiado por Bill Clinton, y ha cabildeado para detener la proliferación de armas nucleares y el deterioro ambiental. (En el tema de derechos humanos estuvo a favor de procesar a los agentes de la CIA que participaron en las torturas de Abu Ghraib y Guantánamo.)

Lo dicho: un premio Nobel otorgado a las buenas intenciones. ¿Debe aceptarlo, como presidente en funciones y comandante en jefe de uno de los mayores ejércitos del mundo? La pregunta es justificada. ¿Cómo podría un Nobel de la Paz incrementar las acciones militares en Afganistán? ¿Cómo rechazaría una agresión armada sin antes buscar el camino obligado de la mediación diplomática?

El primer sorprendido fue Obama. Se declaró apabullado y no ser merecedor de tan alta distinción. Con visible culpabilidad, y adivinando a sus críticos, explicó que el Nobel no se otorga únicamente por logros específicos, sino para dar ímpetu a una serie de causas. Palabras demasiado nebulosas para un hombre que se caracteriza por su claridad de pensamiento y su reconocida facilidad de palabra. Es obvio que el premio lo sorprendió fuera de base. Con ánimo de disuadir a quienes pudiesen abrigar la tentación de pedirle que rechazara el galardón, dijo de inmediato: lo voy a aceptar, como una llamada a la acción para enfrentar, junto con los demás líderes mundiales, los enormes retos del siglo XXI: ¡ese es el Obama sagaz y articulado que todos conocemos!

El premio podría interpretarse también como un reconocimiento al vuelco que comienza a adivinarse en la política exterior de Estados Unidos. Pero, ¿se puede hablar de un vuelco en la política de Washington cuando el país continúa peleando en Irak, está a punto de aumentar el nivel de tropas en Afganistán, amenaza militarmente a Irán, y tardó meses en retirar la ayuda económica al régimen de Roberto Micheletti? Zapatero, siempre parco y certero, declaró que el premio debería verse más bien como un estímulo. Una especie –diría yo– de te lo doy para que te portes bien. ¿Y qué pasa si se porta mal y desata una guerra mundial? ¿Se le retira el galardón?

Para la ultraderecha estadunidense, que disfraza su racismo extemporáneo con argumentos de seguridad nacional, Obama es percibido como un comunista emboscado, o como caballo de Troya del fundamentalismo musulmán. Afirman que como no creció en Estados Unidos no comparte sus valores. Lo consideran demasiado culto para ser un estadunidense común y corriente.

Dick Morris, el ofuscado consultor que diseñó el lema AMLO es un peligro para México, opinó que el premio es el último esfuerzo del socialismo europeo para convertir a Estados Unidos en un país socialista, como Noruega (¡una reconquista de Europa en el continente americano!). ¿Se podría interpretar el premio como un reconocimiento a la épica lucha de los negros estadunidenses, que con Barack Obama conquistaron plena igualdad política? (Pero eso no es, ni debería ser, el premio Nobel de la Paz.)

En el extraño contexto de pax americana diseñado por Bush, Estados Unidos pelea en Irak y Afganistán para mantener la guerra alejada de sus fronteras. Que mueran otros. Que otros sufran mientras continúan viviendo la vida loca del american way of life. ¿Guerras?, en el patio trasero, por favor.

En ese contexto, ¿cómo justificar el premio a un Obama que amenaza a Irán, no ha cerrado Guantánamo y continúa peleando en Irak y Afganistán; un Obama que se muestra dispuesto a pelear contra los cárteles de la droga (ejércitos de la noche) en México y Colombia? En México mediante la polémica Iniciativa Mérida, y en Colombia con las bases militares negociadas con Álvaro Uribe. El nuevo Nobel acepta que se proteja la vulnerabilidad de sus fronteras y litorales con soluciones militares fuera de Estados Unidos. En el caso de México, la política es convertirnos en la última línea de defensa de sus fronteras. ¿Y cómo interpretar las bases militares de Colombia: una advertencia a la creciente izquierda latinoamericana?