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El contrabajista hizo su debut como solista el viernes pasado en un concierto en Xalapa

La música no debe nacer y provenir de la mente, sino del corazón: Edicson Ruiz

Las piezas clásicas no son las culpables de ser aburridas; son los intérpretes quienes las hacen así, aclara

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Periódico La Jornada
Lunes 19 de octubre de 2009, p. a12

Xalapa, Ver., 18 de octubre. La música debe de nacer y provenir del corazón, no de la mente. De ello está convencido el contrabajista venezolano Edicson Ruiz, quien a sus 24 años es el integrante más joven de la Filarmónica de Berlín, a la que ingresó hace siete años, con lo que pasará a la historia como el atrilista de menor edad en ser aceptado por esa agrupación, considerada la mejor del mundo.

La gente quiere agarrar la música clásica y hacer de eso una materia totalmente escrita. La música no es escrita, se simbolizó para ser interpretada, y por eso es un idioma, explica en entrevista con La Jornada, previa al concierto que ofreció la noche del viernes en esta ciudad con la Orquesta Sinfónica de Xalapa, el cual marcó su debut en México como solista.

El éxito de los grandes músicos, como Gustavo Dudamel, radica en hacer su trabajo no desde la cabeza sino desde el corazón. La música es un acto vivo, no matemático. Así es como busco interpretar.

Egresado del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, Edicson Ruiz atribuye que gran parte del desinterés que prevalece en el mundo por la música de concierto es responsabilidad de los intérpretes, ante su autocomplacencia y a veces apatía:

La música clásica no es culpable de ser a veces aburrida, sino que son los músicos clásicos quienes la hacen así, porque se quedan en no ir más allá de lo que está escrito. La música es el idioma sublime que no tiene palabras, por eso no puede dejar uno que la rutina lo aplaste.

Uno de los aspectos que lamenta el joven artista es el papel secundario en el que se tiene sumido al contrabajo, al limitarlo sólo a formar parte de las orquestas; y lo que más lo entristece es que sean los propios intérpretes quienes no quieran sacarlo de ese rol.

Considera, sin embargo, que esa tónica comienza a cambiar ahora, merced a la música contemporánea y la aparición de nuevos ejecutantes: “Repertorio hay, lo que falta son intérpretes que quieran cambiarse el switch y se decidan a tocar el repertorio solista”.

–¿Qué le ha dado la música a su vida?

–Todo, la ilusión de vivir; es mi alegría de todos los días, la dirección hacia dónde voy, la meta de mi existencia; es el regalo más grato que me ha otorgado la vida, aparte de mis padres, mi esposa, mis profesores y mi actual instrumento, al que amo tanto.

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Dos momentos del músico venezolano durante el concierto del viernes pasado en XalapaFoto Jesús Villaseca

“Es un contrabajo de la escuela italiana, de 1750, hecho por un gran constructor, Carlo Ferdinando Landolfi. Posee nobleza en el sonido, así como gran dulzura, incluso por eso mejor utilizo cuerdas de jazz. Para mí es como una mujer e incluso la llamo de cariño Osa”.

–¿Cómo fue su experiencia en el sistema de orquestas de Venezuela?

–Fue un sueño, una ilusión, que si no la hubiera vivido, la hubiera creído imposible. El sistema es una hermandad, todos los que estamos o hemos estado no somos ni colegas, ni compañeros, sino una familia. Allí crecimos, nos divertimos y nos ayudamos, juntos.

“Una cosa sorprendente es la vitalidad que encierra lo que allí se hace; un gusto y una pasión por hacer música que incluso en la Filarmónica de Berlín se ha perdido.

Los adultos a veces pierden la magia que tenían cuando eran niños o jóvenes. Generalmente, la madurez es malentendida y hasta contraproducente, porque se asume como hacer todo monótono y ordinario. Y eso es algo en lo que está en contra mi maestro, Anner Bylsma, quien dice que la música no es monótona, pues nunca puede ser igual.

–¿Qué representa para usted ser músico de la Filarmónica de Berlín?

–Es una bendición inigualable, porque hay muchos bajistas excelentes, con una experiencia muy alta. Todavía no entiendo porqué me escogieron; fue algo del destino, no creo que tenga que ver con mi manera de tocar. Aunque claro que no sólo es el destino, porque considero que también es una misión, como ocurre en todos los órdenes de la vida.

–¿Cómo es el trabajo cotidiano en esa orquesta?

–Sumamente exigente. Hay mucha tensión entre los colegas; el nivel de exactitud es inhumano. La de Berlín es la única orquesta en el mundo que tiene una concepción homogénea en la manera de tocar: el mismo sonido, color, idea, dirección, dinámica, nivel de volumen.

En cuanto a la emotividad, se ha perdido un poco. Pero no es exclusivo de esta gran orquesta, sino un fenómeno que ocurre en el mundo, en todos los niveles de la vida. La gente ya no es la misma de antaño, por ejemplo, ya nadie saluda y si te puede dar una zancadilla, pues te la da. La misma naturaleza nos muestra ese cambio en la concepción de la vida, con los desastres ecológicos.