l lema cervantino ¡Viva quien vence! parece encontrarse en nuestro angustioso presente y como una constante en nuestro azaroso pasado. Los espectros regresan, la compulsión a repetir presente una y otra vez.
La sencilla frialdad de estas palabras impone. Es toda una lección política que sigue sobrecogiendo el ánimo. Es por eso que en ciertos momentos, cuando la trama grosera que se teje en torno al conflicto entre gobierno y sindicato de electricistas se hace excesivamente evidente y demasiado ofensiva se le ve su ruindad. Ante lo cual cabe preguntarse, ¿dónde acaba el convencimiento de lo justo y empieza a actuar la razón obcecada?
Mientras los actores del conflicto crean fanáticamente en sus razones, la inmensa mayoría de los mexicanos sólo opinamos, pero sin voz ni voto.
La creencia es ciega, ése es su poderío mientras la opinión del pueblo representa la parte vulnerable.
Queda claro que la historia la escriben los que vencen, vencen pero no convencen. Quien gana gana, y cualquiera puede ser la forma, eso no tiene importancia. ¡Viva quien vence!
El conflicto aquí referido muestra lo que el logos encubre: la contradicción, el inconsciente, lo oscuro. La parte sombría de ambos protagonistas, el lado oscuro del radical trágico mexicano. Estos sucesos evidencian el contraste entre la pasión ciega y la razón, la luz y la sombra, el orden y el caos, lucha humana entre diferentes poderes sobre la que se cierne como una nebulosa la sombra del sufrimiento de varios miles de mexicanos en este conflicto en particular.
Los huelguistas han pasado la frontera de la realidad cotidiana, colocados en un tiempo y un espacio anterior a las palabras que choca frontalmente con la objetividad
de los representantes del gobierno quienes no pueden descifrar lo que está más allá del lenguaje formal de los trabajadores.
La realidad se oculta bajo el aspecto de una máscara que dice lo que no dice y juega a la política desde un espacio interior fragmentado. Realidad que está más allá del yo consciente y se expresa desde lo interior, buscando desesperadamente algo
inconsciente que no encuentra salida.
Ganar una batalla no es ganar la contienda. Habría que pensar que la verdadera contienda, el verdadero reto es intentar salir de la gravísima situación económica en la que se encuentra el país entero.
Ahora, tan sólo en este desafortunado suceso son alrededor de 50 mil puestos de trabajo los que se perderán sumándose a las alarmantes cifras que han ido multiplicándose día con día, pero mañana serán muchos más. En este caso en particular y en el país en general, más allá de las diferencias discursivas lo que prevalece es el hambre, la desconfianza y la desesperación.
Se pretende festejar los tan mencionados aniversarios del 2010 Independencia y Revolución, pero ¿qué festejaremos? ¿Somos en verdad una nación independiente y autosuficiente? ¿De verdad fructificaron los ideales de la Revolución? ¿Seguirán intentado anestesiarnos con la clasificación de la selección nacional al Mundial de futbol? ¡Ya basta!
Es hora de llamar a las cosas por su nombre y de hacer que cada parte del conflicto, gobierno y sindicato, asuman su responsabilidad y/o su participación en la debacle antes de que sea demasiado tarde.