Azorados, niños y adultos ven terminar la parada cívico-militar con motivo de la Revolución
¿Ya?, ¡no manchen!, reclamo tras los 20 minutos del desfile ordenado por Calderón
Los que se quedaron en Madero para ver los dos carros alegóricos tuvieron que correr; les cambiaron la ruta
Domingo 22 de noviembre de 2009, p. 4
¿Qué? ¿A poco ya acabó? ¡No manchen! ¡Esto es un fraude!
, se oía por doquier cuando apenas 20 minutos después de haber iniciado concluía el desfile que el gobierno federal organizó de súbito este año para conmemorar la Revolución.
La gente estaba francamente sorprendida y molesta. Algunos trataban de consolar a los niños a quienes habían hecho madrugar con la promesa de un desfile de esos a los que están acostumbrados cada 16 de septiembre. No, espérate. Esos camiones que se ven, seguro vienen a limpiar la suciedad de los caballos para que luego pasen más...
Pero no, no había más.
Y el resultado fue que el gobierno federal, vía el Estado Mayor Presidencial, se apropió del primer cuadro de la ciudad desde el jueves a las tres de la tarde, restringió el paso de peatones, cerró estaciones del Metro y suprimió la circulación vehicular por ese perímetro, todo con el fin de preparar un fasto que no cumplió siquiera el tiempo programado por la propia Presidencia de la República.
Sí, porque en el instructivo entregado muy temprano en Los Pinos se contemplaba una hora para el desfile militar; esto es, de 10 a 11 de la mañana. Pero todo terminó cuarenta minutos antes y cuando apenas habían permitido a la gente entrar al Zócalo desde la acera del edificio del gobierno capitalino, donde permanecía contenida con vallas mientras concluía el descenso de los paracaidistas, eso sí, preciso y vistoso.
Todos corrieron para acomodarse detrás de las otras vallas –más, siempre muchas, por todos lados vallas– y quedar frente al Palacio Nacional. Y, ¡chin!, que se termina el desfile.
Hubo muchos más a quienes a esa frustración se les sumó otra. Sucede que en los breves días usados para promover esta veloz parada del Ejército Mexicano (con algunos invitados civiles, los charros y ningún miembro de la Armada) se dijo que el recorrido iniciaría en el Zócalo y continuaría por Madero (el icono de la Revolución Mexicana). Quienes eligieron esta calle para esperar el paso de los caballos y de los dos carros alegóricos, de pronto alcanzaron a ver que el desfile seguía ¡por 5 de Mayo! Y a correr.
Al final del desfile, una agente de tránsito asignada para vigilar la circulación de automóviles ahí mismo, en Madero, fue interrogada sobre la hora en que les avisaron el cambio del recorrido. No, nunca nos dijeron. Y todo para que estuviera tan chiquito... y tan feo
, respondió.
Desde el balcón central
En el Palacio Nacional, por lo menos de lejos, la percepción era muy distinta. En el balcón central, el presidente Felipe Calderón, primero acompañado por los titulares de las secretarías de la Defensa Nacional (Sedena) y de Marina, Guillermo Galván y Francisco Saynez, respectivamente, así como por los representantes de los poderes Legislativo y Judicial, y después por sus tres hijos y su esposa, aplaudía al paso de los mil nueve binomios
(jinete/caballo) de la Sedena y la Asociación Mexicana de Charros.
En los balcones del ala sur, también con sus familias, se dejaron ver los secretarios de Relaciones Exteriores, Función Pública, Seguridad Pública, el procurador general de la República y la titular de Energía, además de funcionarios de la oficina presidencial, como Patricia Flores y Luis Felipe Bravo Mena.
Sobre la banqueta se instalaron gradas para invitados especiales, a quienes atendían meseros uniformados. Y en las colocadas en la acera de la Catedral, originalmente destinadas a familiares de miembros del Ejército –previa entrega de boleto–, casi a la hora de inicio, un uniformado transmitió a otro la siguiente orden: ¡Deja pasar a la gente! El jefe dice que se ve muy vacío allá...
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El paso de los binomios
ocurrió, al menos frente a Palacio Nacional, sin más novedad que la presentación de un contingente femenino, hecho extraño, porque de acuerdo con la estructura orgánica de la Secretaría de la Defensa Nacional, no hay mujeres asignadas al arma de Caballería.
Los paracaidistas aterrizaron en sucesión de uniformes verdes, blancos y rojos, y en el ala poniente algunos alcanzaron a advertir una también brevísima exhibición de caballos adiestrados. Cuando todo había concluido, algunos militares se dedicaron a explicar a la gente cómo funcionan los cañones instalados para la ocasión en el Zócalo y también permitieron a los niños subirse a los caballos.
Muchos de los asistentes se enfilaron entonces hacia la Alameda para presenciar otro desfile, éste organizado por el Gobierno del Distrito Federal.