Opinión
Ver día anteriorMartes 24 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Borrar la historia? El caso de la isla Cerralvo
E

n varios periódicos y, por supuesto, en La Jornada del 19 de este mes se ha transmitido la noticia de que a la isla Cerralvo, situada en el golfo de California, un poco al sur de la bahía de La Paz, se le ha cambiado el nombre por el del oceanógrafo francés Jacques Costeau. La noticia no sólo ha sorprendido a los sudcalifornianos, a los estudiosos de la historia y a otros muchos, sino que también ha sido calificada de auténtica aberración. Esto, porque se borra un referente de siglos e independientemente de los méritos de Costeau, no se ve qué relación tiene él con la isla Cerralvo.

La toponimia de un país, o sea los nombres de lugar de ciudades, pueblos, montañas, islas, mares y ríos, es parte integrante de la identidad nacional. Nuestra toponimia incluye miles de nombres en lenguas indígenas, también en español y en otras. Un ejemplo lo ofrece San Cristóbal Ecatepec de Morelos. Ecatepec significa en náhuatl Cerro del Viento; San Cristóbal es el nombre del santo que le antepusieron los franciscanos y Morelos trae a la mente y al corazón que allí fue fusilado José María Morelos héroe entre los héroes de la Independencia.

El Diario Oficial de la Federación del 17 de este mismo mes incluye un acuerdo, suscrito en Aguascalientes por el director general de Geografía y Medio Ambiente del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) por el cual –según se expresa– se actualiza el cambio de nombre geográfico de la isla Cerralvo por el de Jacques Cousteau.

En dicho acuerdo, después de describir la ubicación de la isla, se declara que el Poder Ejecutivo a través de la Secretaría de Gobernación, encargada de administrar las islas de jurisdicción federal [...], solicitó al Inegi realice las gestiones necesarias para registrar el cambio de nombre geográfico (topónimo) de la isla Cerralvo en el Registro Nacional de Información Geográfica.

Del citado párrafo parece desprenderse que el cambio se produjo por disposición al Ejecutivo el que, mediante la Secretaría de Gobernación solicita se actualice el cambio de nombre sin citar decreto alguno en el que el Ejecutivo o el secretario de Gobernación hayan ordenado dicho cambio. Tan sólo aparece un funcionario del Inegi firmando el acuerdo de una actualización. Ante esto hay que preguntar ¿cuándo, cómo y por qué el Ejecutivo decidió introducir el cambio?

El motivo, según parece, es suponer que con ese nombre se subrayará el interés turístico de la isla y del mar de Cortés. Se ha dicho que Cousteau expresó una vez que ese mar tenía muchos atractivos y gran riqueza pesquera. Si es que dijo esto, conviene recordar aquí que el gran historiador Francisco Xavier Clavijero más de dos siglos antes, describió ese mar como una inmensa mina marítima por sus recursos piscícolas.

Al introducir arbitraria y gratuitamente el cambio sin dar razón alguna, se está borrando una parte de la historia de la California mexicana. Y esto atenta contra la identidad y la cultura nacionales. Recordaré por qué esa isla se ha llamado y deberá llamarse siempre Cerralvo.

Fue hacia 1632 cuando llegó a Acaponeta, en Nayarit, un pintoresco capitán de navío, de nombre Francisco de Ortega. Sabía él de anteriores expediciones a la península de California y quería también probar fortuna. El problema con que se topó fue que el rey Felipe IV, poco antes había ordenado se suspendiera cualquier nuevo intento de exploración, ya que hasta entonces nada se había podido lograr.

Ahora bien, el sagaz Francisco de Ortega se dirigió al virrey marqués de Cerralvo, informándole que tenía una fragata con la que podría ir a la California no precisamente para explorarla, sino para averiguar si valía la pena tal exploración. Con tan ingeniosa propuesta obtuvo la licencia pedida.

Tres expediciones emprendió Ortega, en 1632, 1634 y 1636. Estableció contacto con los indígenas del puerto de La Paz y exploró hacia el norte hasta cerca del paralelo 28. En el tercero de los viajes la embarcación de Ortega quedó destruida en una tempestad, pero éste con sus hombres y con los restos de la fragata, pudo construir otra. Así, en la expedición autorizada por el virrey de Cerralvo tuvo lugar la primera construcción de una nave en las Californias.

Los diarios de viaje que dejó Ortega dan cuenta de todo lo que fue descubriendo. Bautizó a lo largo de su expedición no pocas islas y, en reconocimiento por la autorización concedida por el virrey, dio el nombre de Cerralvo a la isla de considerable extensión situada un poco al sur de la bahía de la Paz. Este es el meollo de la historia de por qué esta isla se ha conocido durante ya casi cuatro siglos con tal nombre.

¿Ahora de un plumazo, que denota ignorancia de la historia, se pretende cambiar este nombre rico en evocaciones? ¿Se consultó a las autoridades y al pueblo de Baja California y a quienes se interesan por la identidad nacional y la relación que ésta tiene con los nombres de lugar?

Quiero proponer aquí, para evitar aberraciones como ésta, que el Congreso de la Unión discuta y apruebe una ley en la que se prescriba en qué forma puede intentarse alterar un nombre de lugar. En esa ley debería declararse que tales cambios sólo podrán realizarse con fundamento inobjetable y tomando en cuenta a la historia. Asimismo, que los cambios propuestos deben someterse a la consulta pública, en particular de los habitantes del lugar en cuestión y de poblaciones vecinas. Mientras no dispongamos de ese ordenamiento corremos el peligro de aberraciones como ésta, que son intentos de borrar la historia.