El corazón al sur
M
ientras en un país haya niños trabajando y adultos sin trabajo, la organización de ese país es una mierda
: Augusto Monterroso.
Primera llamada
Cuántos discursos grandilocuentes se han pronunciado sobre los pueblos hermanos latinoamericanos, el sueño bolivariano, la raza cósmica, esa quinta raza que tenía factores territoriales, raciales y espirituales para iniciar la Era Universal de la Humanidad.
En la América Latina convive una maravillosa diversidad de pueblos y de culturas; sí, de culturas que evolucionaron a lo largo de miles de años y cada una con su personalidad. Dónde sí existen semejanzas –a veces– aterradoras, es en el saqueo que hemos padecido por el poder colonial, por las dictaduras militares y civiles, por las oligarquías, por la ineptitud de los políticos que han medrado, con cinismo e impunidad, con la riqueza generada por el trabajo de generaciones enteras; en las guerras fratricidas, en los ejércitos en contra de sus propios pueblos y las transnacionales.
Este medio estuvo presente durante la celebración de las Fiestas de Octubre en Guatemala, que conmemoran la Revolución de 1944, cuando fue electo el doctor Juan José Arévalo (1945-1951), considerado como el mejor Presidente que ha tenido ese país, y su sucesor, Jacobo Árbenz (1951-1954), quien fue derrocado por Castillo Armas con el apoyo del gobierno de Estados Unidos, de la United Fruit Company, del clero católico, de la oligarquía local y del ejército guatemalteco. En esos 10 años florecieron la democracia, la educación, el arte y la cultura; se lograron importantes reformas económicas y políticas.
Segunda llamada
Entre los años de 1960 y 1996 ¡36 años de guerra civil¡ dejan –según cifras de la Organización de las Naciones Unidas y el Arzobispado de Guatemala– más de 250 mil muertos y 50 mil desaparecidos, un genocidio inmenso; la bestia actuó con saña e impunidad. En 1996 se firmaron los acuerdos de paz. Parte de las tropas de elite, los kaibiles, quedaron desempleadas, y algunos se integraron al cártel de Sinaloa.
Las Fiestas de Octubre son una iniciativa importante que hace, por encima de tanta muerte y desaparecidos, florecer al arte y la cultura. Cientos de artistas participaron por todo el país coordinados por un pequeño equipo encabezado por Julio Solórzano Foppa, que hizo malabares y milagros para sacar adelante estas fiestas.
Tras un viaje en autobús, por una carretera en la cual no existía la línea recta, curva tras curva por más de cuatro horas, finalmente llegamos a Rabinal, pueblo guardián del único testimonio prehispánico que sobrevivió intacto a la conquista en toda América: el Rabinal Achí, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia, la Educación y la Cultura.
Pero esta población, al igual que cientos en todo el país, también tiene como herencia el terror que el ejército guatemalteco y las llamadas patrullas de autodefensa civil sembraron entre la población de mayoría indígena. Exterminarlos fue la consigna de los diferentes gobiernos que aplicaban la táctica de tierra arrasada, que se practicaba en Vietnam.
Actualmente el general Efraín Ríos Montt, principal acusado por la Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú ante la Audiencia Nacional de España por genocidio, torturas y desapariciones, ocupa –con toda impunidad– una curul en el Congreso de Guatemala, al que llegó con más de ¡250 mil votos¡
Tercera llamada
En estas Fiestas de Octubre presenciamos y disfrutamos a cientos de artistas guatemaltecos; en la inauguración escuchamos a más de 60 conjuntos de marimbas –instrumento-alma de ese país–, el repertorio infinito y sus partituras inexistentes, pues están en la memoria de los músicos.
No es posible reseñar cientos de actos –todos gratuitos–, pero sí destacar la labor de Arte y Cultura para el Desarrollo y el apoyo oficial y privado, aunque escaso, con que contaron para incorporar a la población a encontrase con sus raíces, sus artes y sus lenguas ancestrales.
En Rabinal, cuatro jovencitos del taller de literatura leyeron sus poemas: “…este es el momento de decir lo que sentimos y no hablar con la boca cerrada; que les conviene que estemos así, es muy cierto, pero levantemos la vista y digamos lo que sentimos, que nos escuchen con la vista hacia el cielo y los oídos bien abiertos”.
Gozamos el trabajo que el teatro Antropológico Sotzil, con una obra sobre sus tradiciones hablada en quiché y que nos tuvo divertidos y sonrientes aun sin hablar su lengua. A lo largo y ancho del país el arte y la cultura tuvieron espacio.
Nunca tanto en tan poco: no dejan de sorprendernos los paisajes coronados por volcanes; las infinitas explosiones de color en los textiles que las mujeres de cada pueblo plasman en sus huipiles, y las imponentes pirámides de Tikal, sitio arqueológico excavado más grande de América, con 576 kilómetros cuadrados.
La Antigua Guatemala, Patrimonio de la Humanidad, conserva –quizá– como ninguna población de este continente la arquitectura renacentista española. Las riquezas naturales, culturales y las llamadas intangibles sostienen a estos pueblos, que aun en la muerte son separados: camposantos para indígenas y camposantos para ladinos.
Siglos de exterminio no han logrado acabar con la sonrisa y la dignidad de la mayoría de los descendientes de la gran civilización maya, y ellos –precisamente– son los últimos en ese su país ancestral; existen sólo en los discursos, como en el resto de esta América Latina.
Las Fiestas de Octubre fueron, finalmente, un canto, un grito, que busca no sólo ser escuchado en Guatemala, sino que el mundo se entere, vea, oiga y hable por ese pueblo ignorado, sin apoyo de unas Naciones Unidas inexistentes, ni de la Organización de Estados Americanos, ni de sus hermanos latinoamericanos, que han permitido y callado ese genocidio descomunal.
De todos los exilios que México ha recibido, el más numeroso es el guatemalteco: cientos de miles se refugiaron en el sureste mexicano, decenas de miles viven entre nosotros y simbólicamente se han integrado silenciosamente a este país cambiando el vos, por el tú.