engo la impresión de que los medios han hecho más ruido del necesario en relación a los acuerdos entre el PRI y el PAN.
Alianzas y acuerdos políticos son cosa de todos los días en todas partes del mundo. Abiertos o en lo oscurito. No hay novedad.
Ahora está de por medio la elección presidencial de 2012 y los partidos buscarán por todos los medios aprovechar el menor resbalón de cualquiera, para acarrear agua a sus respectivos molinos.
Se puso en el centro de los encendidos e indignados debates el arreglo secreto
para aprobar en la Cámara baja un aumento a diversos impuestos. Es el caso de que más allá de las condiciones reales del arreglo secreto
, hubo un acuerdo público entre el PRI y el PAN para aprobar un paquete fiscal que no fue el propuesto por Calderón, sino el formulado por el PRI. Hasta aquí, si el acuerdo secreto fue el paquete fiscal, no tiene la más mínima importancia puesto que hubo un acuerdo público sobre el tema. Nava, sin embargo, acusa al PRI de incumplimiento de lo pactado, que no se entiende sino como el haber aprobado unas reformas fiscales distintas de las propuestas por Calderón. Pero resulta incomprensible reclamar por algo que, finalmente, también aprobó el PAN. ¿Quién explica esto?
Ocurre, de otra parte, que el papelito llamado Convenio que firmaron las partes
, no contiene el que Nava llama compromiso incumplido por el PRI. La cláusula cuarta del Convenio (de seis que contiene el documentillo) refiere que tanto los representantes del PAN como los del PRI se obligan a no hacer alianzas con partidos distintos a su ideología y principios que sean contrarios a sus respectivas declaraciones. La obligación del PRI de aprobar un determinado paquete fiscal no aparece por ningún lado. ¿Quién explica la arrebatada indignación de Nava por el incumplimiento del Convenio por parte del PRI?
Para acabarla…, el secretario de Gobernación firma el convenio como testigo de honor, y desmiente públicamente a Nava, en el sentido de que el Convenio hubiera sido a cambio de un aumento de impuestos, sino que fue, como dice Paredes que es, un convenio de gobernabilidad. Por su escueto contenido, ni con la mayor imaginación puesta sobre la importancia de mantener supuestamente separadas ideologías distintas, ve uno que el Convenio sea un pacto de gobernabilidad. Nava afirma una cosa, y en cambio los supuestamente contrarios ideológicamente Paredes y Gómez Mont coinciden y afirman la misma tesis de sentido para el convenio. ¿Quién puede explicar esto?
Si en las palabras que se lleva el viento hubo un compromiso de Paredes, Nava sufrió una auténtica novatada. ¿Pero también la sufrió Gómez Mont?
Uno puede entender que para proteger a Calderón de la chamaqueada priísta, Gómez Mont diga que era un pacto de gobernabilidad, aunque eso deje colgado de la brocha nada menos que al Presidente del Partico Acción Nacional en el poder. Peor aún, ¿cuál es el sentido del pacto de gobernabilidad en el estado de México? Más allá de las intenciones que con ello pudiera haber tenido el responsable de la gobernación interna del país, ese pacto protege al aún puntero priísta candidato a la presidencia de la República; puntero en su partido y puntero en el conjunto de los partidos. ¿Gómez Mont a favor de Peña Nieto? ¿Se trata de intentar algo similar a la antigua práctica venezolana de un bipartidismo (cada vez más corrupto) entre el Comité de Organización Política Electoral (Copei) y Acción Democrática que se traspasaban el poder político de común acuerdo, aunque no todos los panistas, ni mucho menos, están de acuerdo con ello? ¿Acción Nacional quiere salir del poder a como dé lugar por su impotencia manifiesta para gobernar? ¿Quiere Calderón contribuir a asegurar que sea el PRI el que herede el poder? ¿Quién puede explicar las explicaciones de Gómez Mont?
El show de dos días en la Cámara baja puso al descubierto lo que siempre ha existido en todas partes: acuerdos y alianzas secretos entre formaciones partidistas. Pero mostró también una lamentable gran cantidad de fisuras y fracturas en un PAN que, habiendo sido toda su vida un partido de cuadros, intentar convertirse en un partido de masas una vez llegado al poder, el engrudo político interno lo está derrotando. A veces parece que los verdaderos panistas
no tienen vocación de poder, y quisieran volver a la senda indicada por unos de sus ideólogos más respetados, Manuel Gómez Morín, que veía en su lucha política una brega de eternidad
. Se vale cualquier lectura de este pensamiento tan cercano a tantos panistas, pero una de estas lecturas es su vocación por ser por siempre oposición.
Las izquierdas, en tanto, parecen decididas a buscar hacerse con el poder de una buena vez por todas. Los datos actuales del corto plazo, no les dan esa posibilidad. Se deben a sí mismas una reflexión sobre cómo crecer consistentemente en el seno de la sociedad, para buscar un día, con solidez, gobernar este país y buscar nuevos rumbos para el mismo.