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En su primera novela, Polvo, rinde homenaje a los periodistas anónimos y las utopías, dice

Benito Taibo plantea un ajuste de cuentas con muchos pasados y muchos presentes

De la visita de Calles al Niño Fidencio, en plena Cristiada, surgen interrogantes dramáticos, indica

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Benito Taibo, durante la entrevistaFoto María Meléndrez Parada
 
Periódico La Jornada
Miércoles 14 de abril de 2010, p. 6

El 8 de febrero de 1928, Plutarco Elías Calles repentinamente hizo detener el tren presidencial en que viajaba, en medio de un paraje desértico llamado Espinazo, en el estado de Nuevo León. El presidente iba a encontrarse con el Niño Fidencio –curandero místico que vivía ahí– para tratarse un mal que ninguno de sus biógrafos consigna. Recibió un baño de pies en agua de rosas de castilla, emplastos de gobernadora y su cuerpo fue cubierto con miel, yerbas y arropado con una cobija.

Benito Taibo se entera del hecho en una biografía de Calles: “De esta breve y aparentemente fútil visita al niño Fidencio surge una serie de interrogantes que me resultan dramáticas y alucinantes, como lo es el propio país: estábamos en plena guerra cristera y mientras los cristeros lanzaban ‘bombas pías’ bendecidas y desorejaban maestros, este presidente a quien las fuerzas políticas clericales llamaban El Turco o El Diablo, se iba a poner en manos de un santón que curaba con la palabra de Dios”.

Este es el germen de Polvo (Grupo Editorial Planeta) la primera novela del poeta Benito Taibo (DF, 1960), donde el autor hace confluir una serie de historias alucinantes pero verdaderas, para recrear ese periodo de un país que empezaba a rehacerse tras el final de la Revolución.

Guerra iniciada por el clero

El hilo narrativo lo lleva un periodista ateo y anticlerical, enviado por su editor a investigar quién es el muy mentado Niño Fidencio que hace curas milagrosas en Espinazo, hasta donde llegan decenas de miles de enfermos de todo el país e incluso del extranjero (5 mil cubanos), con la última esperanza de aliviar sus males.

La vida del periodista se cruza con la de Juan Ranulfo Escudero, activista social y alcalde del primer ayuntamiento socialista que hubo en el país: Acapulco, en 1919, una de las más bellas historias de lucha y utopía; en la trama aparece también un mago sin tres dedos en una mano, que se vuelve asesino serial de curas en venganza por un linchamiento del que es objeto a manos de fanáticos religiosos arengados por un sacerdote.

“Es –describe Taibo en entrevista– la novela de aventuras que me hubiera gustado leer, pero también es una novela histórica (90 por ciento de lo que cuento fue verdad), un homenaje a los periodistas anónimos, un homenaje a las utopías y una especie de ajuste de cuentas con muchos pasados y con muchos presentes.

Es un homenaje a los periodistas anónimos porque vengo de una familia de periodistas, es un pequeño homenaje a ese oficio maravilloso en el que tenemos que ser los ojos y los oídos de los demás; no es la novela histórica en que se cuentan batallitas con pormenores, sino la que habla de las pequeñas historias que a menudo olvidamos y que van confluyendo para hacer la gran historia.

La presencia de Calles ahí, en plena guerra cristera, no es una paradoja ni una contradicción, es algo muy mexicano, tiene que ver con nuestros sincretismos culturales, con la forma en que este país fue creado; recordemos que antes hubo un presidente, Madero, que creía fervientemente en los espíritus.

Entonces, no es sorprendente que por un lado intentara defender los principios republicanos y laicos del Estado, y por otro creyera en el poder curatorio divino del Niño Fidencio; es alucinante, porque México es alucinante.

Benito Taibo explica que el título de Polvo posee varias referencias simbólicas o metafóricas. Una de ellas tiene que ver con la frase el polvo del olvido. Si ahora incursiona en la novela, es porque tenía en mente historias que contar, que merecen ser leídas o recordadas.

Taibo lamenta que este país se olvide que la guerra cristera la inició el clero; que es la propia Iglesia la que cierra los templos, lo que da lugar al conflicto; que los líderes cristeros, a quienes la Iglesia ha canonizado o quiere canonizar, fueron sanguinarios.

En este país también se nos olvida que hubo una guerra de Reforma y que desde entonces las leyes estaban muy claras, pero han ido perdiendo su valor porque hoy los curas intervienen en política con una desfachatez impresionante.

Con esto tiene que ver lo que Benito Taibo llama su ajuste de cuentas con muchos pasados y muchos presentes.