En América Latina, la mayoría presenta transtornos antes de los 24 años de edad
Frecuentes, problemas afectivos, de ansiedad y conducta; escasos, los estudios especializados
Lunes 19 de abril de 2010, p. 47
En América Latina, por lo menos 53 millones de niños y adolescentes padecen alguna enfermedad mental. Los casos más frecuentes están asociados con trastornos afectivos, de ansiedad y de conducta, y se calcula que 75 por ciento se inician antes de los 24 años de edad.
En México, a pesar de que no se cuenta con estudios sobre la prevalencia de estas enfermedades entre niños y jóvenes en el país, estimaciones recientes, basadas en análisis de grandes urbes, señalan que cerca de 50 por ciento de estos segmentos poblacionales enfrentan el riesgo de desarrollar algún mal siquiátrico, mientras 15 por ciento presentan ya algún tipo de sintomatología.
Al respecto, Guilherme Guimaraes Borges, experto en salud mental en adolescentes del Instituto Nacional de Siquiatría Ramón de la Fuente, afirma que son pocas las investigaciones especializadas en detectar la prevalencia y atención de enfermedades mentales.
En el país, dijo, “tenemos algunos estudios importantes, lo que representa un esfuerzo considerable; sin embargo, tienen limitantes, pues no incluyen a la población que desertó de la escuela –que en el caso de los jóvenes es mayor a 50 por ciento–, de quienes no sabemos prácticamente nada”.
En tanto, la Encuesta de Salud Mental en Adolescentes de México, elaborada por un equipo de expertos y aplicada a tres mil jóvenes de las 16 delegaciones del Distrito Federal y de 16 municipios conurbados del estado de México en 2005, reveló que 51.3 por ciento de los participantes presentaron elementos para desarrollar algún trastorno mental en su vida.
Los males más comunes, cuya prevalencia es de 40.6 por ciento, son de ansiedad, como: estrés postraumático, trastorno de pánico, fobia social (el afectado evita situaciones comunitarias por temor a ser juzgado por otras personas) o fobia específica (sensación de temor irracional a algún objeto, animal o situación particular), además de ansiedad generalizada y ansiedad por separación.
Con 20 por ciento de los casos, a las situaciones anteriores les siguen los trastornos de impulsividad: déficit de atención e hiperactividad, trastorno disocial (pautas de comportamiento antisocial), oposicionismo desafiante (comportamiento hostil, negativista y provocativo), explosividad intermitente, bulimia y anorexia.
Los trastornos afectivos también se encuentran entre los más frecuentes, con 10.7 por ciento de incidencia, con manifestaciones como depresión mayor, distimia (depresión leve caracterizada por baja autoestima) y trastorno bipolar; en este último se alternan periodos repetitivos de depresión con estados de euforia.
A pesar de que poco más de 20 por ciento de la población infantil y juvenil latinoamericana sufre algún padecimiento siquiátrico, son pocos los niños y jóvenes que reciben un diagnóstico y tratamiento oportunos, pues en promedio tardan más de una década en obtener ayuda médica especializada.
Por su parte, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) calcula que sólo 7 por ciento de países de todo el mundo cuentan con un programa nacional para la atención de la salud mental en infantes y jóvenes.
Contexto adverso
A la falta de acceso a los servicios de salud especializados se suman las condiciones de vulnerabilidad que propicia el entorno social y económico. Guimaraes Borges enfatizó que, aunque en México aún no se realizan estudios específicos sobre el impacto de ese ámbito en el desarrollo de enfermedades mentales en la niñez y la adolescencia, puede incidir y ser un detonante.
El especialista destacó que los efectos de las crisis económicas, la violencia y la falta de oportunidades educativas, así como de empleo digno, debilitan el tejido social y conllevan consecuencias negativas para el porvenir de muchos jóvenes. Que no estudien ni cuenten con posibilidades de trabajar, ahora ni a corto plazo, no puede ser bueno para nadie
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La encuesta, elaborada por los investigadores Corina Benjet, Guimaraes Borges y María Elena Medina-Mora, entre otros especialistas, revela que de los casi dos millones de adolescentes de entre 12 y 17 años que viven en el valle de México, 16 por ciento –unos 320 mil– han desertado de la escuela; 200 mil tienen responsabilidades adultas, como atender un hijo, estar casados o trabajar tiempo completo durante el año escolar, y al menos una tercera parte no viven con sus dos padres.
Violencia en escuelas y hogares
Respecto de la violencia y el consumo de sustancia ilícitas, se estima que alrededor de una tercera parte han estado expuestos en algún momento al consumo de éstas. En tanto, en la Encuesta Nacional de Juventud 2005 se descubrió que 22 por ciento de los adolescentes asisten a escuelas de mucha o alguna inseguridad y delincuencia
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A esto se suma que 14 por ciento de los encuestados reconocieron haber presenciado actos de violencia en la colonia o barrio donde viven.
Al respecto, Corina Benjet, especialista del Instituto Nacional de Siquiatría, en un estudio sobre la salud mental de niños y adolescentes –el cual está incluido en Epidemiología de los trastornos mentales en América Latina y el Caribe, publicado por la OPS en octubre pasado–, afirma que la población infantil y juvenil es la más expuesta a la violencia dentro y fuera de los hogares.
En los países latinoamericanos, el tipo de violencia a que con mayor frecuencia está expuesto este sector es la que se manifiesta dentro de las familias, como el maltrato físico, sexual y sicológico, o testigo de estas agresiones.
La especialista advierte que los actos violentos que se dan en las comunidades afectan cada vez más a niños y jóvenes, pues las tasas de mortalidad por homicidios entre personas de 10 a 24 años son mayores que entre las de más edad.
Finalmente, Benjet agrega que en la ciudad de México por lo menos 68.9 por ciento de los adolescentes han vivido un suceso traumático. De ellos, 19.4 por ciento afirmaron haber sido testigo de violencia intrafamiliar; 16 por ciento han sido asaltados o amenazados con arma de fuego; 13 por ciento han recibido maltrato físico de sus cuidadores; 4.7 por ciento fueron víctimas de abuso sexual, y 1.3 por ciento de violación.