Lunes 10 de mayo de 2010, p. 3
Su nombre es José, tiene 33 años y desde que cursó la primaria fue víctima de bullying. En su escuela, recuerda, fui objeto de todas las bromas por mis dientes. Me decían que parecían de burro o de conejo. Siempre me trataron muy mal, era difícil ir a clases y saber que tú eras al primero al que le iban a poner un nuevo apodo
.
En su adolescencia fue diagnosticado con depresión severa y estrés. El fracaso escolar y el aislamiento fueron experiencias constantes en su educación básica, situación que no mejoró en el bachillerato, donde nuevamente fue objeto de burlas. Los compañeros me decían que parecía zombi o que me drogaba. Nunca me pude integrar a un grupo de chavos ni tampoco hice amistad con nadie; eso me hizo aún más difícil soportar la tristeza. Siempre creí que algo estaba haciendo mal o que mi personalidad no le agradaba a nadie, porque incluso ahora, en la universidad, soy el blanco de las bromas y los comentarios humillantes en el salón. Sufro constantes temblores de manos y piernas
.
Después de más de 20 años de agresiones, José considera que el acoso escolar no se queda en la secundaria o en la preparatoria: te puede seguir el resto de tu vida
.