Muestra procupación por condiciones inhumanas en cárcel oaxaqueña
Martes 11 de mayo de 2010, p. 10
El Subcomité para la Prevención de la Tortura, de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en su informe sobre la visita que realizó a cárceles mexicanas en 2008, sostiene: “constatamos los ‘autogobiernos’, ‘gobierno compartido’ o falta de control en las prisiones, que representan riesgos para los detenidos, que pueden ser sometidos por los líderes de cada dormitorio o pabellón a castigos, sanciones y otro tipo de vejaciones, incluso la tortura”.
Además, en muchos de esos centros se realizan todo tipo de transacciones comerciales, incluyendo el pago por determinados espacios o dormitorios preferenciales y un sistema de privilegios del que no pueden beneficiarse todas las personas privadas de su libertad
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Los integrantes del subcomité, que realizaron un recorrido por varios penales del país, afirman en su informe que los principales problemas que encontramos fueron la falta de recursos materiales, que da lugar en la mayoría de los casos a la sobrepoblación y el hacinamiento; la falta de control judicial ordinario sobre las condiciones durante la detención y sobre la duración de la pena; las situaciones de violencia entre los propios reclusos, una insuficiencia de personal a cargo de los centros, y situaciones de autogobierno o gobierno compartido
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Al documento de la ONU, de 87 páginas, refiere que “el número de guardias y custodios era extremadamente bajo en casi todos los centros penitenciarios que visitamos; hay una falta exagerada de personal, lo cual impide a las administraciones de los distintos establecimientos ejercer su autoridad sin involucrar a los reclusos en el mantenimiento del orden y la disciplina.
La situación en que se encuentran muchos de los reclusos y reclusas causó impacto en los miembros de la delegación, por las nefastas consecuencias del hacinamiento. La mayor parte de los reclusos tienen que pagar para acceder a servicios, como son una celda y una cama.
En el centro penitenciario Santa María Ixcotel, en Oaxaca, “observamos un ejemplo claro de autogobierno. En la zona privilegiada el ambiente era inigualable. Las familias visitaban a diario a los internos, cocinaban juntos e incluso tenían a su cargo negocios dentro de la cárcel. Era como ‘una gran familia’. Había gran cantidad de tiendas y pequeños restaurantes donde los precios eran más caros que en el exterior.
“En el mismo centro, la delegación visitó el dormitorio 19 y quedó profundamente consternada por las condiciones inhumanas y degradantes. Era la otra cara de la realidad. Los dormitorios no tenían ventilación y todas las torres estaban sobrepobladas.
Los internos explicaron cómo estaba gobernado el centro y cuáles eran las obligaciones que tenían que pagar periódicamente a los jefes de dormitorios. A algunos se les imponía participar en ciertas actividades, como bailes o concursos, a cambio de una cantidad de dinero, sin que pudieran negarse. Hay quienes trabajan 12 horas al día para ganar 60 u 80 pesos.
El centro de reclusión Molino de Flores, en el estado de México, conocido también como el Molinito, “tiene capacidad para 780 internos, pero tenía mil 54 cuando se visitó. Las condiciones en que vivían muchos de los reos eran verdaderamente lamentables. Los encargados reconocieron abiertamente que el hacinamiento llega a tener consecuencias fatales.
Un interno de ese penal contó que cuando estaba a punto de terminar su condena se enfrentó a otro detenido que pretendía ocupar su lugar en la celda, y lo mató. Ahora tiene nuevos cargos por homicidio.
El Reclusorio Oriente, del Distrito Federal, tiene capacidad para 4 mil 766 personas, pero tenía 11 mil 288 cuando se visitó. Ahí se observó hacinamiento extremo y falta de personal. Peleas diarias y venta de drogas; los internos pagan por todo: por recibir visitas, 35 pesos; cinco pesos por llamada telefónica. Las palizas y los castigos son algo cotidiano. Hay un alto grado de violencia
, concluye.