odrán echarle la culpa a supuestos saboteadores e incluso meter a la cárcel o en campos de concentración a muchos despedidos de Luz y Fuerza del Centro (LFC). Pero las verdaderas causas de los apagones, presentes y futuros, están a la vista. Ya señalamos que la insuficiente capacidad de generación en la zona central y que se tenga que traer aproximadamente dos tercios de la demanda de plantas ubicadas a 300 kilómetros o más, es un problema grave.
Se dice, en una presentación de un alto funcionario de LFC de agosto de 2005, que “las condiciones actuales dan lugar a un riesgo permanente de colapso de voltaje en la zona. La falta de generación cercana y el constante incremento de la demanda de energía eléctrica, ha originado que el área de control central se encuentre operando de manera continua en estado de alerta”. Se señala que en un caso de emergencia extrema, como el que se presentaría al seguir aumentando la demanda sin nuevas plantas en la región, da lugar a un “sistema colapsado, blackout”, o sea, un apagón general y de largo plazo.
Tenemos a la vista la Prospectiva del sector eléctrico, 2009-2024, documento oficial que nos dice qué intenciones tiene el gobierno federal para muchos años, incluso más allá de los menos de tres que le quedan de vida.
Ya hemos visto la situación por la que atraviesa la zona central del sistema eléctrico nacional, que incluye al valle de México y sus alrededores. Decenas de años sin construir una planta para generar electricidad y un sistema inestable por la lejanía de la que llegan dos tercios de la energía. La prospectiva nos anuncia algo todavía peor.
De las plantas generadoras terminadas o en construcción, en el periodo 2009-2013, en la zona central sólo entran en servicio dos pequeñas geotermoeléctricas en el estado de Puebla, con un total de 54 MW de capacidad; una de turbogás (algo así como una planta de emergencia) de 160 MW y la conversión de otra de turbogás de 123 MW a ciclo combinado, también de gas.
Está también el retiro de plantas. Para 2009 se programó el cierre, el retiro, de unidades termoeléctricas convencionales en la planta Jorge Luque, por 224 MW; para 2011, cuatro unidades de las plantas Nonoalco y Lechería, con un total de 286 MW. Para 2013, dos unidades termoeléctricas de la planta Valle de México, con un total de 450 MW.
De aquí, o de 2009, a 2013 se instalarán 54 MW firmes
de la geotermoeléctrica; aumentará la capacidad de turbogás 160 MW, pero se restarán 123, por la conversión, quedando 37 MW nuevos
de turbogás, que no son nada para como están las instalaciones de esta zona.
En el mismo periodo, de energía firme
agregada sumamos los 54 MW geotérmicos con los 160 MW de ciclo combinado convertidos, total: 214 MW. Pero se cierran, se cancelan, en total 224 + 288 + 450, y el total de termoeléctricas convencionales es de 962 MW. Rebasan a los 214 MW firmes nuevos
y quedamos con una pérdida neta en este terreno de 748 MW. En vez de un aumento importante en la capacidad instalada de la zona central, que mucha falta hace, tenemos una notable reducción.
LFC estimaba la generación cercana
total en 2 mil 972 MW. Al quitarle los 748 por cierres, se le quita la cuarta parte de esa capacidad existente cercana. No sólo sigue aumentando la demanda, sino que se reduce en una cuarta parte la capacidad de generación de electricidad, lo cual nos da idea no sólo de los riersgos actuales, sino de los que se van a agregar en los próximos años.
Casualmente, las plantas que se programa cerrar en este periodo fueron construidas e instaladas por entidades antecesoras de LFC. Fueron de esta entidad pública hasta que fue liquidada y sus bienes transferidos a la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Las plantas que se cierran ya eran de la CFE desde antes, de la planta de Tula llamada Francisco Pérez Ríos, que durante décadas fue el charro mayor de la CFE, se clausuran hasta 2020 unas termoeléctricas, y en 2023 otras de ciclo combinado.
Ya con otro gobierno en México, según el programa oficial, se instalarían en la zona central cuatro plantas de 600 MW cada una: por lo menos tres de gas de ciclo combinado; una en 2013, otra en 2015 y dos hasta 2018, año final de ese sexenio. Queremos recordar, en cuanto a éstas y las anteriores plantas de ciclo combinado, que todas se están instalando a más de 2 mil metros sobre el nivel del mar y que tienen o van a tener pérdidas muy importantes; y más pérdidas tendrán por esto las de turbogás. Y van a operar con gas contaminado con nitrógeno, que implica más pérdidas. Así que aún cuando esas plantas vayan entrando en operación, van a inducir nuevas alzas en las tarifas eléctricas y su potencia efectiva estará muy por abajo de lo anunciado.
Ya hemos mencionado la alternativa con turbinas de vapor ultrasupercríticas, que funcionan con combustóleo u otros residuales de refinería. No tienen problemas con la altura y su eficiencia va de 43 a 45 por ciento. Una de ellas, en Zouxian, provincia de Shandong, China, tardó 22.6 meses en ser instalada.
Las primeras plantas, muy discutibles, que aumenten la capacidad de la zona vienen, como dijimos, hasta el siguiente gobierno. Parece que la administración actual quiere ser primera en algo, tal vez logre ese privilegio por el número, la extensión y la duración de los apagones que vienen. Ésa es la realidad, por más saboteadores que inventen. Oscuro destino eléctrico nos pronostica la prospectiva.