Espontánea conmemoración en su primer aniversario luctuoso
Martes 18 de mayo de 2010, p. 8
Las puertas del convoy del Metro se abrieron en la estación Nativitas. Una joven clown brincó dentro y a todo pulmón preguntó a los pasajeros: ¿Qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de paciencia y asco?, ¿sólo grafiti? ¿rock? ¿escepticismo?
Su presencia despabiló a quienes dormitaban. Sus ojos verdes, nariz de payaso y cabello chino despertaron simpatía entre los caballeros que, curiosos, escuchaban: también les queda no decir amén, no dejar que les maten el amor, recuperar el habla y la utopía. Ser jóvenes sin prisa y con memoria, situarse en una historia que es la suya, no convertirse en viejos prematuros
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Una muchacha dejó de pintarse las pestañas, la señora de junto apretó su bolso un poco asustada: ¿qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de rutina y ruina?, ¿cocaína?, ¿cerveza?, ¿barras bravas? Les queda respirar, abrir los ojos, descubrir las raíces del horror, inventar paz así sea a ponchazos, entenderse con la naturaleza, y con la lluvia y los relámpagos, y con el sentimiento y con la muerte, esa loca de atar y desatar
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Al llegar a la estación Villa de Cortés, con voz más potente, la chica que nada vendía, o quizá sólo versos, se quitó la nariz roja y siguió: ¿qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de consumo y humo?, ¿vértigo?, ¿asaltos?, ¿discotecas? Discutir con Dios, tanto si existe como si no, tender manos que ayuden, abrir puertas entre el corazón propio y el ajeno, sobre todo les queda hacer futuro, a pesar de los ruines del pasado y los sabios granujas del presente
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Así recordó esa espontánea habitante de la urbe que ayer, hace un año, murió el poeta Mario Benedetti. Al pronunciar ese nombre brotaron las sonrisas en muchos pasajeros y, en vez de aplausos, aparecieron montones de monedas para agradecer la frescura que dejó en el recuerdo la poesía.