Gran Vía centenaria
adrid. Es una de las calles más concurridas de Madrid. No duerme. Por sus aceras circulan a diario miles de personas; trabajadores con el ritmo cardiaco acelerado por el estrés laboral, vendedores de flores, expendedores de lotería, boleros mexicanos y ecuatorianos, turistas con el mapa en la mano, borrachos extraviados en la madrugada, prostitutas ateridas de frío o asfixiadas de calor (según la época del año) que se resguardan en sus grandes edificios a la espera de un cliente… Es la Gran Vía de Madrid, una calle centenaria que ha sido testigo y escenario de algunos de los hechos más importantes de la historia contemporánea de este país y de esta ciudad. Sus paredes han sido testigos de los bombardeos de la Guerra Civil, de las asonadas militares del último siglo, pero también de las manifestaciones contra la guerra de Irak o de los cada vez más concurridos desfiles para celebrar el orgullo de gays, lesbianas y transexuales.
Son mil 300 metros de calle que atraviesan el corazón del casco histórico de la capital española. Su peculiaridad más conocida son sus grandes edificios que en su día significaron el salto definitivo de Madrid, que pasó de pequeña localidad con caseríos y barrios poco (o nada) comunicados a convertirse en una urbe moderna, con grandes inmuebles para albergar a las empresas en auge y a las familias contagiadas por el fervor de la era industrial.
El proyecto de construcción contemplaba la demolición de numerosas casas e iglesias antiguas, al afectar a un área de 142 mil metros cuadrados, que incluían 358 fincas y 48 calles, para construir a su alrededor 32 manzanas nuevas. Pues la arteria principal de la Gran Vía, la comunica la calle de Alcalá con la Plaza de España, es la vena principal sobre la que fluyen otras muchas arterias de vida, color y agitación urbana. Ahora, con motivo de su centenario, se han rehabilitado sus edificios más dañados y se han organizado numerosos actos para que los madrileños tengan todavía más presente a una de sus calles más queridas.
Armando G. Tejeda, corresponsal