Ofrece el artista británico una conferencia magistral en el Teatro de la Ciudad
Surfear y hacer el amor me sirven para ejemplificar mi idea de la improvisación creativa, dice
Prorrogan en el Museo Anahuacalli su exitosa muestra 77 millones de pinturas
Martes 15 de junio de 2010, p. a11
Brian Eno en primera persona: “la primera pregunta seria que me formulé –tendría yo 16, 17 años– fue ésta: ¿por qué los humanos nos sentimos tan atraídos por el arte?, y desde entonces no cesa mi asombro por la manera en que influye en nuestras vidas. Puesto que el arte consiste en entender el contenido de la mente y nos permite ver el mundo desde el punto de vista de otra persona, en él reside entonces la empatía”.
El artista británico se reunió ayer con representantes de medios de comunicación mexicanos en el Teatro de la Ciudad, donde esta noche, a las 20 horas, brindará una conferencia magistral.
El privilegio de su presencia –postergada por la erupción del volcán islandés Eyjafjalla, que cerró el cielo europeo en abril– obedece al montaje de una singular y fascinante exposición: 77 millones de pinturas, cuyo éxito en el Museo Anahuacalli propició la extensión de sus horarios: permanecerá abierta hasta el 4 de julio.
De manera simultánea, esta leyenda incomprendida (le salen fans debajo de las piedras por ser productor de U2, mientras sus composiciones, fascinantes, pocos las conocen) decidió regalarnos la primicia de su nuevo disco: Making Space (reseñado el sábado anterior en La Jornada, página 19a), en el cual elonga y continúa la evolución de su lenguaje sonoro, al que ayer hizo alusión así:
“Mi interés está concentrado en crear paisajes sonoros, generar espacios (Making Space, el título de su nuevo disco) adonde uno pueda acudir con la mente en cuanto suena esa música. Por eso mis obras son piezas sicológicas.
“Me interesa también el concepto de la repetición como un fenómeno complejo que tiene su punto de partida en la observación de la naturaleza y de la vida actual: vivimos la era de las repeticiones, pero siguiendo de manera equivocada la lógica de la televisión. Un ejemplo: el número de veces que hemos visto repetirse la escena de los aviones estrellándose contra las Torres Gemelas. Esa lógica de consumo visual dependiente de la televisión ha acortado, entre otras cosas, el tiempo de duración en el que una persona observa una obra de arte. Lo que he logrado, a contrapelo, es crear espacios donde uno puede acudir y alargar los tiempos de observación, de vivencia.
“El concepto de improvisación me resulta igualmente atractivo. Como el arte no es un lugar seguro pero en él se puede lograr seguridad, mi idea de la improvisación artística la puedo ejemplificar con dos actos: el de surfear y el de hacer el amor: esa sensación de estar fuera de control y controlar el cuerpo, el movimiento, la energía.
“Lo que no me interesa es contar historias, además de que no sé inventar historias, no es lo mío la ficción. La historia, la anécdota, no me parece relevante. Lo que sí cuenta es el discurso sonoro. Por ejemplo, la gente no acude a ver una ópera para que le cuenten una historia, que en ópera suelen ser historias bien estúpidas, sino a presenciar un desenlace musical. Lo mismo ocurre en las letras de las canciones pop: son generalmente estúpidas, con excepción de Bob Dylan, pero sucede que a Bob Dylan pocos lo siguen como poeta.
“Y es que a quienes escriben sobre música les gusta lo fácil. Cuando algo no les gusta es porque no saben qué escribir sobre lo que están escuchando, porque se trata de discursos sonoros complejos, no lineales, que no están contando una simple historia; entonces prefieren música de la que resulte fácil escribir.
El arte, mientras tanto, es un lugar de alto riesgo, pero no porque resulte peligroso, sino porque a través de él podemos experimentar sentimientos que podrían ser peligrosos. El equilibrio consiste en que mediante el arte podemos controlar esas emociones. Entonces el arte es un lugar seguro. Es el lugar donde se pueden cometer errores. Es tan grandioso y liberador que nos permite dejar de ser yo para convertirnos en nosotros
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Brian Eno en México. Privilegio.