ientras la presencia del virus pandémico A/H1N1 muestra en lo que va del año un claro descenso a escala mundial, ocurre lo contrario con las críticas sobre la actuación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para enfrentarlo. Las dudas se han tornado en acusaciones directas sobre la adopción de medidas que podrían haber beneficiado a las empresas farmacéuticas productoras de antivirales y vacunas. Ante esto, es ahora la propia directora general de ese organismo, Margaret Chan, quien ha tomado directamente en sus manos la defensa de las acciones que se emprendieron bajo su mando.
No quedaba más remedio. Un asunto que había sido debatido en distintos tonos en la última sesión del parlamento europeo, llegó ahora a las páginas de una de las revistas médicas más prestigiosas, el British Medical Journal (BMJ), con lo que adquiere un aval muy calificado que lo convierte en un tema ineludible para la comunidad médica de todo el mundo, y se extiende incluso entre las poblaciones de varios países, como lo muestra, para el caso de México, el oportuno editorial de La Jornada publicado el pasado miércoles.
Hay algo que debe tomarse en cuenta. Una cosa es el curso que tiene una enfermedad y otra la actuación de las autoridades sanitarias frente a ella. Dicho en otras palabras, la existencia de conflictos de interés, en este caso en beneficio de las empresas farmacéuticas (como lo sugiere la editorial del BMJ), sería algo muy grave independientemente de si se trata de una catástrofe sanitaria, que de una patología de intensidad moderada, como al parecer ha sido la provocada por el A/H1N1 a un año de haberse declarado la pandemia. En cualquier caso, uno esperaría una conducta honesta de la máxima autoridad de salud del mundo.
También hay que tomar en cuenta que si bien las dudas sobre la actuación de la OMS se han generalizado, hay una investigación en curso de un comité formado por expertos independientes, que revisan las acciones del organismo –además de otras indagaciones como la realizada por el BMJ que se realizan en paralelo–, y hasta que esta no concluya, no se puede condenar a nadie. Hay además varios argumentos en la respuesta de Chan que son muy sólidos. Por ejemplo, ante las acusaciones que se han hecho sobre un cambio en la definición de pandemia para acomodar un evento poco severo para beneficiar a la industria, la directora general demuestra que los preparativos para enfrentar la contingencia y la definición de sus fases, concluyeron en febrero de 2009, después de dos años de consultas, sin que se contemplara en esos documentos el advenimiento de la crisis provocada por el A/H1N1.
Menos sólida aparece, sin embargo, la justificación de Chan de mantener en resguardo los nombres de los 16 miembros del Comité de Emergencia que han asesorado a la OMS en la pandemia. De acuerdo con el BMJ, algunos de ellos tienen lazos financieros con empresas farmacéuticas. La revista señala como ejemplo que la guía de la OMS para el uso de antivirales fue autorizada por un experto que al mismo tiempo recibía pagos de Roche, la productora del antiviral Tamiflu, lo que constituye una acusación muy seria que hasta ahora no ha tenido una respuesta clara.
Si bien los casos confirmados de infecciones por el virus se encuentra hoy en franco descenso, no puede decirse de manera responsable que los riesgos que representa han desaparecido por completo. Sin embargo, se ha creado un consenso a escala mundial, de que la pandemia causada por el virus A/H1N1 que presenta hasta ahora una letalidad y transmisibilidad moderadas––, se ha convertido en un experimento que nos permite conocer las características de los sistemas de salud nacionales y mundiales ante futuros eventos que pudieran resultar más graves. Visto así, se revela que, comparativamente con otras pandemias ocurridas en el pasado, existe hoy una vigilancia estrecha de las comunidades médicas y científicas, así como por parte de las sociedades sobre la actuación de los organismos sanitarios, algo que en mi opinión es muy positivo.
También queda de manifiesto que uno de los riesgos asociados a estas contingencias es el papel desempeñado por las compañías farmacéuticas que pueden extender seudópodos al interior de los organismos de salud e influir en sus decisiones, lo que obliga a establecer regulaciones estrictas que impidan que existan conflictos de interés que puedan afectar decisiones, que deben basarse estrictamente en criterios médicos y científicos.
Finalmente, al margen de cuáles sean los resultados de la investigación en curso, debe producirse la renuncia de la directora general de la OMS y de su equipo, con el propósito de avanzar en el restablecimiento de la confianza en el máximo organismo mundial en materia de salud, la cual hoy desafortunadamente se ha perdido.