Lunes 28 de junio de 2010, p. a46
Enfutbolados gracias a la enajenante complicidad de medios, anunciantes y selección mexicana de futbol que jugó como nunca pero perdió como siempre, atestiguamos que la historia vuelve a repetirse
, al decir del delicioso tango Por la vuelta, con música de Tinelli y letra del genial Cadícamo. Habilidosos para los negocios pero sin idea de grandeza, los promotores de nuestro mediocre futbol son otro caso perdido de este mentiroso sistema.
Y como por estas fechas todos se vuelven especialistas en futbol, le paso al costo al lector dos chistoretes sobre el particular.
El primero cuenta que luego de ser invitado oficialmente por el presidente de Sudáfrica al juego inaugural del Mundial de Futbol en Johannesburgo, el presidente Felipe Calderón telefoneó a sus colegas de Brasil y Argentina para preguntarles si ellos ya habían sido invitados, a lo que Lula da Silva y Cristina Fernández respondieron: No, mira, a nosotros nos invitan a la clausura
.
Y el segundo, un tipo pregunta: ¿Cuál va a ser el argentino más peligroso en el partido México-Argentina? Messi, contesta un enterado. No, el Guille Franco, responde el que preguntó. En efecto, con un voluntarismo de promotor taurino el técnico Javier Aguirre se empeñó en imponer al argentino naturalizado mexicano en el lamentable juego que ayer mandó a su casa a los verdes. Lo dicho: dinero no mata grandeza pero revela torpezas. Hasta aquí la digresión.
Alguien definió la tienta como la prueba en que las becerras de lidia antes de ser madres tienen que demostrar que merecen serlo.
El pasado sábado se efectuó una singular tienta tan íntima como intensa en la ganadería de Vicencio –sangres de San Mateo, Mimiahuápam y Montecristo–, propiedad de Julio García Mena, en el municipio de San José de Chiapa, Puebla, en la que alternaron el matador en retiro Raúl Ponce de León, de tan grata memoria para quienes tuvimos la suerte de admirarlo en la México; Saúl Acevedo, aquel fino y prometedor novillero de finales de los 80, y el matador Jerónimo, con arte a raudales pero contadas actuaciones.
El sol picante y un suave viento atestiguaron expresiones toreras de unos tentadores tan inspirados como elocuentes. A sus 62 años Ponce de León derrochó facultades e inspiración e hizo ver mejor de lo que era a una vaca. Jerónimo dio un concierto del pase natural de una hondura casi insoportable, ante una becerra aparejada de pinta. Acevedo con una de pelaje castaño bordó el toreo en verónicas lentísimas de manos muy bajas, así como un dibujado quite por tafalleras.