Gobiernos federal y mexiquense no están contentos con el fallo, dice
Hemos recibido un apoyo increíble de los compañeros, asegura
Martes 6 de julio de 2010, p. 18
Emocionado sí, pero también tenso. Así se siente Felipe Álvarez a dos días de haber recuperado la libertad, después de pasar más de cuatro años en la cárcel de máxima seguridad de La Palma, en Almoloya de Juárez.
Originario de Nexquipayac, uno de los pueblos de la región texcocana, recio y ancho de hombros, considerado de los más rudos
durante los días candentes que precedieron la derogación del decreto de expropiación de las tierras de San Salvador Atenco, este fundador del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDF) –El Finini, le llaman sus compañeros– advierte que no se debe bajar la guardia porque allá afuera está la fiera, enojada
.
–¿Quién es la fiera?
–El gobernador Enrique Peña Nieto y el gobierno federal, Felipe Calderón. Se sienten heridos, y un animal cuando se siente copado ataca. Con tanto pleito político, con tanta bronca con el narcotráfico, con tanto reclamo social del movimiento popular al gobierno, las cosas se le están yendo de las manos.
A los 58 años, el encierro bajo el régimen carcelario del Cefereso del Altiplano deja huella. Pero Álvarez todavía estruja y levanta en vilo a los compañeros que lo rodean.
“Hasta ahorita –dice, el domingo por la tarde– no he podido dormir nada desde el jueves. Por la emoción tan fuerte, por ver a tanto hermano que festeja este triunfo. Pero también por la tensión. Espero no ser ave de mal agüero pero sé que no nos han perdonado ni van a perdonarnos. Salgo y no puedo evitar voltear para todos lados. Y no creo que sea porque quedé traumado. Por experiencia sé que ellos no se van a quedar con este golpe que significó nuestra libertad.”
–¿Qué teme? ¿Otra ofensiva de la policía en Atenco?
–Pero no masiva, selectiva.
A mayor conciencia, menor tentación de vender las tierras
–A cuatro años de distancia y con todo lo que pasó entre tanto –el movimiento descabezado, el miedo, el peso del Estado en contra de ustedes, las campañas de Peña Nieto para hacerse fuerte en la escena política–, ¿cómo cree que va a encontrar al FPDT?
–He visto poco. Pero lo que vi en Nexquipayac es un apoyo increíble. En dos días todo mi pueblo pasó por la casa. Ni siquiera he tenido tiempo para estar con mi familia. Mucha gente que en 2002 no estaba de acuerdo conmigo en la defensa de la tierra hoy se acerca para decirme que tenía razón. ¿Qué significa eso, que se convencieron de nuestra causa?
“Desgraciadamente la situación económica los está asfixiando, y aunque saben que va a ser dañino hay quienes siguen interesados en vender sus tierras. Pero lo que más les hizo abrir los ojos es que no puede ser que nos hayan apresado cuatro años, que nos hayan echado esas sentencias tan enormes, sin ninguna culpa. La gente del pueblo razona así: pues si ustedes no son ni secuestradores ni asesinos ni rateros ni violadores. Y ahí nos tuvieron como grandes criminales. El tamaño de la injusticia es lo que más caló a los pobladores.
Creo que lo que cambió es la conciencia. Se avanzó. Y si es así, me viene preocupando menos la cuestión de que los ejidatarios vendan sus tierras. A mayor conciencia, menor tentación.
–¿Qué significado tiene su excarcelación?
–Pues que con éste ya nos anotamos dos triunfos. Aunque con dolor, porque no está con nosotros nuestro hermano Alexis Benhumea. El día que supe de esta muerte, a los dos días de estar en la cárcel, me agaché y me puse a chillar por mi hermano.
Tres cosas mantuvieron el ánimo de Álvarez en la cárcel: “Primero, mi negra (Catalina González, su esposa, que no faltó ni una semana a la visita al Altiplano, pese a los escabrosos trámites para ingresar). A ella la tuve siempre en mi mente, en mi piel. Segundo, saber que los compañeros nunca dejaron de luchar. Y tercero, mi nieto menor, que me decía por teléfono ¿cuándo vas a venir, buelito?”
De su historia, cuenta: “Yo nazco a la lucha social en 1983. Formábamos un Frente Popular de Texcoco. Cuando se vino la cuestión de la expropiación, en 2001, algunos claudican y otros nos paramos a decir: aquí no pasan. Además, tenía mi bicitaxi que manejaba mientras se daba la cosecha de mis dos parcelas, que juntas son hectárea y media. Y otra hectárea ociosa de uso común, de pastizal. Eso es lo que tengo, no es mucho. Pero por poco que sea, ¿cómo chingados voy a dejar que me lo quiten?
“Soy millonario en nietos, en familia, en salud, en paz. Porque en Nexquipayac estábamos con la conciencia bien dormida. Y ellos –el gobierno– nos vinieron a despertar a jalones, a maltratarnos. Y nos despertamos encamorrados. Y es la hora en que no se nos puede bajar lo encabronados.”