nte la crisis moral la respuesta elegida es salvaguardar las arcas y sus riquezas. El nombramiento emitido por Benedicto XVI para que el arzobispo Velasio de Paolis sea el delegado pontificio que ponga orden al interior de las filas de los legionarios de Cristo, continúa en la tendencia de ignorar a las víctimas del legionario mayor, Marcial Maciel Degollado.
De Paolis es un personaje de todas las confianzas papales. Antes de la nueva encomienda que se la ha dado, se desempañaba como prefecto para los Asuntos Económicos de la llamada Santa Sede. Entre tantas opciones, Benedicto XVI prefirió irse por el lado de salvaguardar los muy abundantes recursos económicos de la orden religiosa, en lugar de buscar un saneamiento ético en la institución creada por Maciel. Porque la forma organizativa que cuidadosamente fue construyendo el fundador hizo posible el encubrimiento de sus delitos.
Con el designado De Paolis, debemos entender que el nombramiento es el mensaje. Todos los escándalos, los excesos, múltiples máscaras de Marcial Maciel, y su correspondiente daño continuado en las vidas de quienes abusó y engañó, son marginados por la voluntad papal de privilegiar el esclarecimiento de los caudales que manejan los legionarios. En una institución religiosa debería tener primacía desmadejar el turbio entramado moral que sustentó la desorbitada acumulación financiera y la discrecionalidad de sus manejos. Pero con De Paolis al frente, la encomienda tiene por principal objetivo desentrañar los mecanismos encubridores de los que se valieron Maciel y sus allegados para tener inversiones lejos de los dominios del Vaticano. Es decir, la operación del nombrado por el Papa tiene más de investigador bancario que de pastor en busca de resarcir los daños morales internos y externos.
La cuestión financiera es de sumo interés para un organismo gigantesco como la Iglesia católica, que cuenta con una alta burocracia eclesiástica a la que es muy oneroso sostener. Sobre todo el tema llama la atención en Roma, ya que por segundo año consecutivo el Vaticano tiene números rojos. En 2009 la Iglesia católica tuvo pérdidas por 5.2 millones dólares. En el año anterior sus ingresos ascendieron a 314 millones 774 mil 61 dólares; en tanto que los gastos alcanzaron 319 millones 935 mil 228 dólares. El retroceso fue menor al verificado en 2008, cuando en ese periodo las cuentas vaticanas sufrieron por la crisis económica y tuvieron un déficit de 22 millones 688 mil 628 dólares (La Jornada, 13/VII).
Según Federico Lombardi, vocero del Vaticano, el déficit disminuyó en 2009 porque fue posible absorber las fluctuaciones negativas de un año antes. Las fluctuaciones negativas
se verificaron por causa de compra de títulos de bolsa que cayeron durante la crisis, provocando cuantiosas pérdidas a las inversiones vaticanas. O sea que como cualquier conglomerado que busca el lucro, los expertos financieros de la Iglesia católica especulan con acciones y, a veces, en el pecado llevan la penitencia.
En su exitosa opción preferencial por los ricos, Marcial Maciel y la actual cúpula de la Legión de Cristo (particularmente Álvaro Corcuera, director general, y Luis Garza Medina, vicario general) fueron muy exitosos en recaudar cuantiosos donativos si se les compara con cualquier televangelista estadunidense. Por décadas las máximas autoridades de la Iglesia católica, encabezadas por el Papa en turno, decidieron solamente poner sus ojos en los voluminosos recursos financieros aportados por el sistema engendrado por Maciel. No quisieron ver los medios de que se valió el personaje llamado por Juan Pablo II modelo de la juventud
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Tal vez Velasio de Paolis debiera considerar hacerse de asesores especializados en seguirle la pista al dinero resguardado en paraísos fiscales. Porque, además de ser un mago en las artes de convencer a grandes empresarios y sus familiares para que contribuyeran con un porcentaje de sus fortunas a la causa de los legionarios (más bien para la causa personal del legionario mayor: darse la buena vida por todo el mundo), Maciel supo, ayudado por quienes dicen nunca haberse enterado de los excesos de aquél, hacer trasiegos de buena parte de lo recibido para supuestas obras pías.
La reacción de la cúpula legionaria ante el nombramiento del representante de Benedicto XVI ha sido como marcan los cánones de quienes saben hacer politiquería de altos vuelos. Han manifestado su pleno acuerdo con la designación, pero, ¿tenían otra opción en un régimen de gobierno totalmente vertical y cerrado como es el de la Iglesia católica? Saben perfectamente que para sobrevivir hay que acomodarse y, por tanto, hacen votos de obediencia a quien busca quitarles el control del dinero. ¿Y las víctimas de Maciel? ¿Alguien en Roma se acuerda de ellos y ellas?