Defendió la lucha antinarco; entró en declive al oponerse a alianzas PAN-PRD
Jueves 15 de julio de 2010, p. 3
Consciente de su salida de la Secretaría de Gobernación, Fernando Gómez Mont ocupó sus últimas horas como funcionario público para cumplir con un ritual que dejara testimonio de su paso por Bucareli.
Temprano, recibió al gobernador de Sinaloa; luego acudió a la residencia oficial de Los Pinos para platicar por última vez –en su calidad de coordinador del gabinete– con el presidente Felipe Calderón.
Después se refugió en la intimidad de su despacho para comer con su esposa y su hija; se despidió de sus colaboradores y colocó su fotografía en el salón de Cuadros, justo al lado del fallecido Juan Camilo Mouriño, al que sucedió el 10 de noviembre de 2008, contra todos los pronósticos de la clase política.
Gómez Mont fue el tercer titular de Gobernación en lo que va del sexenio calderonista, estadística que excede, por mucho, a la del periodo del ex presidente Vicente Fox, quien otorgó esa posición a Santiago Creel y sólo buscó relevarlo cuando el actual senador buscó la candidatura presidencial panista.
En junio de 2005 llegó al palacio de Covián Carlos Abascal Carranza, quien concluyó el sexenio, pese a los conflictos sociales y electorales del último tramo de 2006.
A José Francisco Blake Mora, nuevo responsable de la política interna del país, le corresponde ser el cuarto secretario de Gobernación en lo que va del sexenio, número similar al que acumuló la administración de Ernesto Zedillo, pero en seis años de gestión.
Así que la eventualidad de cerrar un sexenio con más de cuatro secretarios de Gobernación sólo se asemejaría al quinteto en el convulsionado gobierno de Plutarco Elías Calles (1924-1928), con la muerte de Álvaro Obregón, o a los seis en el bienio debilitado de Pascual Ortiz Rubio, a quien ni siquiera le permitieron cambiar la sede del Informe de gobierno.
Fernando Gómez Mont llegó solo a Bucareli tras el desplome del avión en que murió Mouriño. Ningún analista político lo mencionó entre las posibilidades de enroque.
Desde el primer día en el cargo se empeñó en deslindar su trayectoria como abogado penalista, defensor de altos funcionarios públicos y empresarios acusados de delitos federales graves. Luego, en su función de coordinador del gabinete de seguridad, defendió a capa y espada la estrategia de combate al narcotráfico, así como el uso del Ejército con el propósito de intentar recuperar las plazas disputadas por la delincuencia organizada.
Envalentonado, retó a los delincuentes a no meterse con la ciudadanía. Los estamos esperando
, les dijo. Vinieron muchas declaraciones polémicas, pero lo que marcó la gestión de Gómez Mont fue la firma del pacto antialianzas que se desveló horas después de que presentara su renuncia al PAN, el 10 de febrero de 2010.
El escándalo se desató 20 días antes, el 19 de enero, cuando en una conferencia ante académicos de El Colegio de México cuestionó las uniones pragmáticas para ganar elecciones que no se traducen en acciones de gobierno, dijo.
Un día después intentó matizar su postura, pero ante el Comité Ejecutivo Nacional panista rechazó que su partido se aliara con la izquierda en Oaxaca.
Argumentando motivos profesionales
, presentó su renuncia al PAN, lo que ventiló en un tris el acuerdo que se firmó el 30 de octubre de 2009, en su despacho de Bucareli: a cambio de que el PRI aprobara el presupuesto para 2010, el PAN se abstendría de signar acuerdos electorales con el PRD, sobre todo en el estado de México.
Con el triunfo de las alianzas en tres estados, la salida de Gómez Mont fue inminente. Se quedaron en el camino la reforma política y muchas más, truncadas por la imposibilidad de seguir como interlocutor con las fuerzas políticas.
Ocho meses después de fungir como testigo de honor en el documento antialianzas, arreció la presión para que dejara el cargo. Pesó su distanciamiento con el PAN y el fuego amigo. El secretario insistía en que seguiría en el cargo mientras sirva
. Ayer dejó de hacerlo.
El nombramiento de Blake fue sorpresivo, aunque la víspera la terna se cerró en tres nombres, incluido el del subsecretario Roberto Gil, quien al igual que otros funcionarios se atrincheraron en un estado de negación respecto a la salida de su jefe.
Sin embargo, un par de horas después todos ellos se reunieron en la explanada de la Secretaría de Gobernación para decirle adiós a quien llegó como se fue: solo y con sus convicciones.