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Dos escritores colombianos analizan en Gijón la literatura inspirada en ese fenómeno

México comienza a recorrer el camino del narcotráfico

A escala global hay un comportamiento mafioso del mismo capitalismo, asevera Mario Mendoza

La novela negra no está en crisis, sino la sociedad occidental, dice Santiago Gamboa

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Mario Mendoza, escritor colombiano, en Gijón, EspañaFoto Sanjuana Martínez
Especial
Periódico La Jornada
Viernes 16 de julio de 2010, p. 4

Gijón, 15 de julio. En el universo poliédrico de la Semana Negra caben en la ficción espectros y monstruos conviviendo con santos, vírgenes o guerrilleros que, en esta playa rodeada de escandalosas gaviotas, se pasean con un centenar de autores para debatir sobre las formas de la literatura policiaca en escenarios actuales tan parecidos como México y Colombia.

Ambos países han sufrido los embates de la violencia y el narcotráfico, materia prima de lo más negro del género. Colombia lleva un camino recorrido que México empieza a caminar. Dos autores colombianos, Mario Mendoza y Santiago Gamboa, analizan las circunstancias de la literatura del narco que ahora invade el mercado del libro mexicano.

Para Mendoza, autor de una decena de libros, catedrático y pedagogo, el tema del narco da en el blanco de lo más negro: “Nunca como ahora –dice sentado afuera de la gran carpa de debate literario– el género negro da en el blanco de una realidad muy siniestra, de zona de sombra, en la cual estamos inmersos cada vez más. Todo esto demuestra que los novelistas de lo negro estábamos dando en el blanco hace rato”.

Omnipresencia del narco

Santiago Gamboa, escritor y periodista, autor de El síndrome de Ulises, defiende también al género: La novela negra tiene mucho éxito y no creo que esté en crisis. Lo que está en crisis es la sociedad occidental, el modelo económico, y eso lo vemos en Europa y Estados Unidos. La novela se alimenta de las debacles sociales y las refleja. Más bien, diría que es un gran momento para la novela policiaca.

La violencia que Mendoza aborda en sus novelas es más síquica y urbana. Considera que el narco mexicano y colombiano son iguales: “Lo dije hace mucho: México pasará por los mismos momentos que nosotros. El lío de las autoridades mexicanas es que empiezan a ver que se debe rastrear el narcotráfico en ciertos cárteles, cuando eso es absurdo, porque es una estructura lineal adonde van a llegar tarde o temprano, es decir, las reinas de belleza pasan por el narcotráfico, las emisoras de radio, los canales de televisión, los presentadores; varios consorcios están implicados. Los banqueros lavan dinero, como los equipos de futbol, cuando empiecen a rastrear los pases de los jugadores, se van a dar cuenta que los narcos también invierten en esos equipos. En fin, en el transporte, en los taxis, bares, restaurantes, dinero en efectivo, es algo cotidiano, que a los narcos les sirve para lavar. Y eso estará pronto en la literatura negra”.

Cuando en Colombia empezaron a investigar el proceso 8 mil llegaron a la presidencia de la República de Ernesto Samper y al ministro de Defensa, Fernando Botero, quien vive en México: “En ese país, cuando empiecen a investigar el meollo del narcotráfico y las raíces, van a tener que entrar al Ejército, la policía e incluso al periodismo. Hay una búsqueda inicial que es como de doble moral: vamos a perseguir a los narcos, como si éstos fueran algo independiente y existiera una sociedad mexicana limpia, pura, incontaminada, sin mácula, y eso es mentira. El narco está en el tejido social”.

La sicarezca

Mendoza presenta Buda blues (Seix Barral), novela basada en Theodore Kaczynski, el Unabomber, y recuerda que el tema del narco es consecuencia de otra realidad peor: “A escala global hay un comportamiento mafioso y criminal del mismo capitalismo. Es importante hacer lo que los políticos no hacen: reflexionar y ahondar en nuestros errores históricos. En México es difícil, porque son más de 10 cárteles muy bien organizados y en Colombia había sólo dos. Pero tarde o temprano hay que hacer una revisión del tejido social con el narco y allí no se salva ni el ejército ni la policía ni nadie, ni siquiera las grandes empresas, la prensa o los partidos políticos que se han financiado con dinero de los narcos. Desde Salinas de Gortari existe una fuerte sospecha de una clase política mexicana que se ha nutrido de dinero sucio. Y esos tipos siguen dando lecciones de moral”.

Gamboa cree que existe una literatura del narco de alta calidad y otra más popular y que es importante diferenciarlas: “Desafortunadamente, Colombia y México tienen una cantidad de problemas parecidos y ahora el narco está muy fuerte en México. Cuando lo estuvo en Colombia tuvimos una literatura que se aproximó al narco, pero produjo una narrativa de tono menor, más popular. Por ejemplo, Sin tetas no hay paraíso es un libro exitosísimo, pero a nadie se le ocurriría compararlo con una novela de Vallejo o Héctor Abad”.

A diferencia del actual entorno colombiano, Gamboa –quien presenta Necrópolis, su novela más reciente–, considera que en México el tratamiento del narco se hace con alta literatura, como en el caso de Rosario Tijeras, de Jorge Franco, o La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo: “A ese género lo llamamos la sicarezca, por los sicarios del narcotráfico”.

Mendoza aclara que ante este auge mexicano de libros del narco habrá que tomar precauciones: Hay un grupo que se aprovecha de ciertas temáticas para empezar a vender y toca saber dónde está cada quién. Los escritores de entrañas y otros que se aprovecharán de las circunstancias y pasarán.

Gamboa vuelve a Gijón después de nueve años. Se ve radiante al convivir con viejos amigos. “La suerte de la literatura –subraya– no depende de que se venda, porque de hecho la gran literatura no se vende. Kafka no se vendía nunca, inclusive murió y no pudo vender un solo libro. Una cosa es la suerte, la calidad de la literatura y otra lo que tiene éxito”.

Mientras, Paco Ignacio Taibo II convoca a los escritores a una tertulia para hablar de las novelas de palabras, de ideas, de acción y de los mil lugares comunes con los que un escritor tiene que pelearse.