Según datos de las Naciones Unidas, durante el tsunami, ocurrido el 24 de diciembre de 2004 en Indonesia, murieron cuatro veces más mujeres que hombres porque, entre otras razones, se quedaron a cuidar la casa, los niños o los animales; no tenían habilidad para subir a un árbol o a un techo y en su gran mayoría no sabían nadar.

Durante el huracán Mitch, que afectó a varios países de Centroamérica en 1998, 15 por ciento de las mujeres de las zonas afectadas se encontraban en situación de vulnerabilidad debido a su estado de gestación, lactancia, parto o, entre otras razones, no quisieron abandonar su hogar hasta que regresara su marido.

De acuerdo con un informe de acción humanitaria de la Unicef, publicado en 2009, entre 2005 y 2007 el organismo ha intervenido, anualmente, en alrededor de 276 situaciones de emergencia, de las cuales 50 por ciento se debieron a desastres naturales, siendo los grupos más vulnerables las mujeres, las niñas y los niños. El mismo informe sostiene que en los próximos 10 años estos grupos de población pasarán a constituir 65 por ciento de las personas más afectadas por los desastres climáticos.

La ausencia de enfoque de género en las políticas de prevención y reducción de riesgos ante desastres naturales motivó, en octubre de 2008, en Manila, la Declaración sobre la acción internacional y vínculo entre género, cambio climático y reducción de riesgos de desastres, así como la conferencia y declaración de Beijing sobre género, reducción de riesgos y desastres, en abril de 2009. En esta última se intentó impulsar a escala internacional políticas de prevención de riesgos con perspectiva de género.

En México, desde el año pasado, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) y la dirección General de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, en coordinación con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, llevan a cabo talleres de capacitación para funcionarios que se desempeñan en este ámbito, con el objetivo de empezar a visibilizar la vulnerabilidad de las mujeres ante los desastres naturales y diseñar políticas públicas que tengan en cuenta sus condiciones específicas.

Lisellotte Correa de la Torre, directora de Desarrollo Humano Sustentable del Inmujeres, sostuvo que la gestión integral del riesgo con perspectiva de género abarca varias etapas. La preparación, prevención, atención, mitigación, resiliencia y reconstrucción. En la consecuencia de este objetivo, es indispensable reconocer la desigualdad en condición y posición entre mujeres y hombres, la cual coloca a éstas en desventaja.

Explicó que aquellas que pertenecen a un contexto socioeconómico más pobre tienen menos acceso a la información, porque se desenvuelven más en un espacio doméstico que público. Esto hace que permanezcan más alejadas de la información que difunde Protección Civil o no les lleguen los mensajes de alertas. Agregó que otro factor de vulnerabilidad es la menor participación en la toma de decisiones.