Opinión
Ver día anteriorSábado 7 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Infancia y Sociedad

Los niños, olvidados

¿Q

ué es para usted la vergüenza, señor Presidente? ¿Qué son para usted la dignidad y el honor?, pregunto para acompañar a Patricia Duarte, la valiente madre de un menor de la guardería ABC, que recientemente cuestionó públicamente a Calderón: ¿Qué es para usted la justicia? No recibió respuesta, porque si de algo carece aquél es de lenguaje y conceptos éticos. Lo prueban los hechos cotidianos del sexenio. Para respetar a los demás hay que saber respetarse a sí mismo, señor Presidente.

Desprotección, pobreza y deterioro crecientes en la calidad de vida de nuestra gente y de nuestra infancia son las evidencias más graves de la ineptitud y de la ausencia de compromiso ético de los gobiernos panistas con la patria. No hay proyecto de nación si no lo hay para la infancia. Los niños pobres necesariamente reproducen su condición y el subdesarrollo: semillas sin tierra, sin agua y sin abono suficientes, no podrán crecer ni desarrollarse para generar lo mismo en el país.

Desconcierta por esto que no haya un proyecto para la infancia en ningún discurso político, incluido el de AMLO, señal inequívoca de que no hay en México un verdadero pensamiento de izquierda. Pero además de acusar las faltas de los gobernantes, hemos de asumir como pueblo nuestra responsabilidad para darnos los mandatarios que queremos. Somos nosotros finalmente quienes, callando, nos hacemos cómplices: 49 niños se quemaron vivos, ¿y los académicos?, ¿y los legisladores? ¿y casi todos los mexicanos?, bien gracias. ¿Qué país es éste, lleno de ciegos, mudos, corruptos y apáticos?

El confinamiento de la infancia a la vida privada, que impide verla como un bien común y responsabilidad colectiva y prioritaria del Estado, es producto de la articulación de tres ideologías: de la Iglesia católica, con la moral del pecado individual; del capitalismo y su noción de propiedad privada para la familia, y de la derecha más conservadora, que no puede sentir amor ni interés por niños que no sean su sangre, e incapaz de entender que la pobreza de de la infancia –social–, tarde o temprano nos empobrece a todos.

Estamos obligados a exigir que los aspirantes a gobernar este país expongan un proyecto nacional de rescate y desarrollo de la infancia. Queremos un país para nuestros niños: que se respete su interés, que tengan un ombudsman y que ni sus cuerpos ni sus mentes se alimenten más con chatarra.