s difícil saber hasta dónde se han abierto heridas que ya se creían cerradas en el tejido social de Estados Unidos, cuando en dos actos se destacó la intolerancia que aún prevalece en algunos sectores de su sociedad.
El primero fue la desmesurada protesta por un proyecto para construir un centro cultural musulmán en la ciudad de Nueva York, a tres cuadras del sitio donde se derrumbaron las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. El proyecto fue considerado sacrilegio por quienes creen que la religión musulmana es, en el fondo, una doctrina terrorista. Llama la atención el nivel de ignorancia y fanatismo que prevalece en quienes piensan así. No se trata de un aumento en los impuestos o de reglas más estrictas al sector financiero, ni del rechazo al plan de salud, en los que el desacuerdo tiene fundamento ideológico sobre la forma de conducir el país. En este caso el asunto tiene que ver con el rechazo a toda una cultura y es alentado desde los medios más conservadores por quienes aprovechan esa ignorancia para promover el odio hacia quienes profesan una religión diferente a la cristiana. En el fondo, el rechazo a la construcción del centro musulmán es sólo una excusa atrás de la cual prevalece un prejuicio étnico, cuya característica principal es propia de regímenes fascistas. En una entrevista con el alcalde de la ciudad, los familiares de quienes perdieron la vida en las Torres Gemelas le hicieron saber que no consideran que el proyecto sea una falta de respeto a la memoria de sus seres queridos y que están de acuerdo en que se lleve a cabo.
El segundo acto tuvo lugar el sábado pasado. Glenn Beck, comentarista ultraconservador de la cadena Fox, de la que es dueño el no menos conservador Rupert Murdoch, organizó un mitin con el apoyo del grupo que en el Partido Republicano se autodenomina Tea Party. Miles de personas se congregaron en Washington, frente al monumento de Abraham Lincoln, sitio en el que hace 47 años Martin Luther King pronunció el famoso discurso sobre su sueño de igualdad entre negros y blancos. En el mitin, Beck y quienes piensan como él aplaudieron el llamado de Sarah Palin a restaurar el honor de América y recuperar el movimiento por los derechos civiles
, que según ella les fue arrebatado por Barack Obama y los socialistas
que lo apoyan. De la información de los medios que cubrieron el acto se desprende que en la concentración, en la que la mayoría eran blancos, prevaleció un tufo de intolerancia hacia otras corrientes de pensamiento, que se acentuó cuando Beck invocó a Dios y al cristianismo como ejes de la cultura estadunidense.
Ambos actos son el preámbulo de las elecciones de noviembre, en las que, para ganar votos, algunos candidatos exaltarán los sentimientos religiosos y xenófobos de quienes en la sociedad estadunidense van a contracorriente de la historia de su propio país.