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Ver día anteriorDomingo 12 de septiembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Notas de trabajo de campo
E

n enero de este fatídico 2010 un grupo de estudiantes de la Universidad de Guadalajara salió a hacer trabajo de campo sobre temas migratorios. Una tradición que ya tiene más de 20 años en el Proyecto de Migración Mexicana, mejor conocido por sus siglas en inglés, MMP. La selección de las comunidades que íbamos a encuestar no fue fortuita. Buscábamos localidades que tuvieran migrantes con visas H2, de trabajo para la agricultura y los servicios en Estados Unidos.

La primera opción fue descartada porque era una localidad del municipio de Guasave, en Sinaloa, donde hay una presencia reconocida de narcos en esa zona. La segunda opción era Tabasco, en concreto la localidad de El Paraíso. Tuvo que ser descartada, porque ahí se aplicó la ley del Talión con la familia de un marino que había muerto en el enfrentamiento con el jefe de jefes en Cuernavaca.

La tercera opción era ir a San Luis Potosí. Cerca de Ciudad del Maíz había varias localidades y ejidos que tenían muchos migrantes que habían obtenido visas H2. Después de dos días de trabajo en la comunidad X uno de los encuestadores fue interpelado sobre su trabajo. Lo amenazaron diciéndole que tenía que abandonar el pueblo. Para evitar problemas, ese encuestador fue cambiado de zona, para que no lo volvieran a molestar. Pero al día siguiente, el mismo fulano, en otra camioneta, le dio el ultimátum: Si no abandonas el pueblo te atienes a las consecuencias. En ese momento todo el equipo abandonó el lugar y dejó el trabajo a medias.

En la siguiente localidad, el trabajo fue complicado, pero no hubo mayores incidentes. En el pueblo se notaba un ambiente tenso y la gente era reacia a contestar encuestas. Para esto los encuestadores ya se habían percatado de que la zona estaba caliente, por su cercanía con Tamaulipas, y que era territorio de Los Zetas. Hace unos días La Jornada informó que el presidente municipal del pueblo que estudiamos fue asesinado porque se había atrevido a despedir a los policías municipales coludidos con Los Zetas.

La selección de la tercera comunidad se hizo con mucho más cuidado, con visitas previas y encuentros con las autoridades para informarles sobre el trabajo de campo. Cuando llegaron a hacer las encuestas la gente del pueblo les comunicó a los muchachos que se habían encontrado dos cuerpos decapitados. En ese momento, tuvieron que abandonar el trabajo y salir corriendo hacia Guanajuato, donde estaba localizada la última comunidad que debía encuestarse.

En pleno Bajío, cerca de Silao y Romita, teníamos ubicada una localidad de donde había informes de que enviaban trabajadores migrantes a Denver, Colorado, para trabajar en las nurserías (invernaderos) y los aserraderos y hoteles de la zona. Al llegar a la comunidad nos percatamos de que el Ejército había llegado, hacía un par de meses, a buscar armas, y que cerca de la zona había pueblos con una presencia importante de narcos. Nuestra esperanza de que al salir de la zona caliente de San Luis Potosí y Tamaulipas se iban a arreglar las cosas se desvaneció. Se decidió terminar el trabajo lo antes posible y con las debidas precauciones. Al atardecer había que abandonar la comunidad.

Pero en la noche, en el lugar donde se hospedaban los encuestadores, llegaron varias camionetas con fulanos de mala catadura, que se dedicaron a tomar cerveza y escuchar música norteña en el patio del motel. Obviamente los estudiantes se parapetaron en sus cuartos y no salieron hasta el día siguiente, para tomar el camino de regreso a Guadalajara. Al pasar por San Juan de Los Lagos, le agradecieron a la Virgen el milagro de haber salido con bien después de un mes de trabajo de campo.

Hace más de dos décadas que vamos al campo cada año, de manera sistemática y rigurosa. Hemos encuestado más de 130 localidades en 21 estados de la República y tenemos una base de datos de 20 mil hogares y 23 mil migrantes. Base de datos pública a la que se puede acceder desde el portal del MMP http://mmp.opr.princeton.edu.

Hemos realizado trabajo de campo en colonias complicadas y difíciles en sitios como Ciudad Juárez y Tijuana. Ahora sería imposible. Tenemos experiencia en el trabajo de campo y reconocemos que siempre hay incidentes, los cuales consideramos como gajes del oficio para los antropólogos. Pero en México las cosas han cambiado. Antes se podía viajar por pueblos y rancherías sin mayor temor, ni cuidado. ¡Ahora no!

Las historias se repiten en el caso de los médicos y otros profesionales que tienen que prestar su servicio social en comunidades rurales alejadas. El campo mexicano, el lugar perfecto para hacer investigación, con gente amable, honrada y platicadora, se ha convertido en un lugar inseguro, riesgoso, peligroso. Si vas en camioneta tienes el riesgo de que te la expropien; si vas en camión te asaltan (ya nos ha pasado); si vas en coche y no te detienes ante un supuesto retén de soldados, te disparan o te ponchan las llantas (lo segundo nos ha pasado).

El campo se está despoblando de manera acelerada y constante. En Jalisco en el periodo 1990-2000 se registraron 26 municipios con crecimiento negativo. En el periodo 2000-2005 el número aumentó a 85, es decir, 65 por ciento de los municipios están perdiendo población. Lo mismo, o peor, sucede en Durango, Zacatecas, Guanajuato, etcétera. Ya no sólo se trata de migración interna, se está dando un proceso de desplazamiento de la población.

El desplazamiento, término acuñado en Colombia para dar cuenta de los cambios de residencia forzados por la situación de violencia e inseguridad, es un concepto y un tema que tenemos que empezar a utilizar y a estudiar en México. El éxodo masivo de juarenses debe ser analizado en este contexto, como desplazamiento. Igual que en Colombia, aunque no nos guste reconocerlo y nos sintamos ofendidos con las declaraciones de Hillary y contentos con la rectificación de Obama.

Para los miembros del MMP