Viernes 17 de septiembre de 2010, p. 8
París, 16 de septiembre. Diminutas esculturas con moscas muertas, un vehículo cortado y encogido, pinturas circulares: París expone el mundo irónico del mexicano Gabriel Orozco, en una retrospectiva que abrió sus puertas este miércoles, coincidiendo con el bicentenario de la Independencia de México.
Es una exposición juvenil, lúdica, minimalista, donde encontramos al Orozco que nos sorprendió y del que nos enamoramos: el artista que juega con los incidentes de la vida, de la naturaleza
, afirmó Christine Macel, comisaria de la muestra que se exhibe en el Centro Pompidou hasta el 3 de enero próximo.
La muestra de Orozco en París, con motivo de sus 20 años de trayectoria artística, fue presentada ya en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y en el Kunstmuseum de Basilea.
Es casi la misma retrospectiva que las de Nueva York y Basilea, pero adaptada a París
, explica Orozco a la Afp, con el humor irónico y juguetón que subyace en toda su obra, y también su ternura, que despliega en algunas de sus piezas y en sus bromas con Simón, su hijo de seis años, quien dibuja cerca.
La muestra incluye piezas nunca exhibidas en Francia y otras con las que el artista se propulsó al mercado del arte mundial, como Mis manos son mi corazón (1991): una pelotita de barro en forma de corazón, que conserva la huella de los dedos del creador.
Soy mexicano, pero mis influencias no son sólo de allí, son de todos lados. Toda mi obra tiene relación con la vida cotidiana
, explica el artista, quien vive entre México, Nueva York y París.
Señaló que lo más nuevo en la retrospectiva son las moscas muertas, que se llaman French Flies y provienen de su residencia en el sur de Francia.
Están presentes también su Elevador (1994), para el que separó en piezas un ascensor y las reunió con base en las proporciones de su cuerpo, y Running horses sin fin (1995), un tablero de ajedrez que reinventó para crear patrones circulares.
Para DS (1997), Orozco cortó un Citroen DS en tres partes y las juntó para hacer un coche más pequeño, en forma de flecha, y para Cediendo Stone (1992) rodó una bola de plastilina en la calle, para recoger huellas y vivencias.
Interrogado si no es un poco joven para una retrospectiva de su obra, admitió que sí. Pero los artistas de mi generación empiezan a tener cada vez más este tipo de tentaciones
, señaló. Después de París, la exposición viajará a la Galería Tate de Londres.