Opinión
Ver día anteriorJueves 7 de octubre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Golpe, no motín reivindicativo
L

a intentona golpista en Ecuador no se limitó a un simple motín policial reivindicativo como remachan los pulpos mediáticos, algunos de cuyos más abyectos voceros aseguran que todo fue un montaje del presidente Rafael Correa. En ella participaron unidades de la Policía Nacional que en la capital y en otras ciudades del país se declararon en huelga, sectores de la Fuerza Aérea que junto a policías ocuparon y cerraron los aeropuertos de Quito y Guayaquil, destacados personeros del llamado Partido Sociedad Patriótica del ex coronel Lucio Gutiérrez –entre ellos algunos de sus más cercanos colaboradores– y de otros partidos de oposición. En el regimiento policial Quito el presidente fue agredido con saña cuando intentaba dialogar con los insubordinados y sólo gracias a su valentía y la lealtad y firmeza de su pequeña escolta fue posible que aquella pudiera abrirse paso con el presidente asfixiado por los gases al hospital aledaño, donde se le mantuvo secuestrado hasta la operación de rescate en horas de la noche. En su primera comunicación Correa denunció el intento de golpe y magnicidio, que las evidencias van confirmando. En una entrevista posterior a su rescate manifestó que los preparativos golpistas vienen de hace tiempo, que hay infiltrados en la policía y el ejército y lo vamos a demostrar con videos. Por otro lado, el propio Correa y su ministro de Defensa Javier Ponce informaron en octubre y noviembre de 2008 la infiltración estadunidense en la inteligencia militar y la policía. Por la injerencia en la última su gobierno expulsó a dos diplomáticos estadunidenses en 2009.

La frustrada conjura no se explicaría sin la actitud hostil y subversiva de Washington, las oligarquías locales y la mafia mediática ante los procesos de afirmación de la independencia y la integración al sur del río Bravo, especialmente contra Venezuela, Bolivia y Ecuador. Estas fuerzas, después de 10 años de victorias populares, pasaron a la ofensiva con la agresión yanqui-uribista a Ecuador, el restablecimiento de la IV Flota, el golpe de Estado en Honduras y la firma del convenio para la instalación de las bases yanquis en Colombia. En su momento Cuba y otros gobiernos latinoamericanos advirtieron que si el golpismo en Honduras no era desmantelado se podía abrir una etapa de golpes militares y dictaduras al sur del río Bravo. Pero Estados Unidos traicionó los acuerdos que votó en la OEA y la ONU, para la rápida e incondicional restitución del presidente Manuel Zelaya, al lanzar un salvavidas a los golpistas con la mediación de Óscar Arias y después, junto con sus aliados europeos y los gobiernos más derechistas de la región reconoció al gobierno espurio de Lobo. Todos estos hechos levantaron la moral de las derechas en América Latina pero éstas y Washington no han podido conseguir los avances que se proponían al chocar con un grupo de gobiernos revolucionarios y progresistas que coordinan sus acciones dentro o fuera de la Alba, la mayoritaria voluntad de unidad e integración en un organismo latinoamericano-caribeño y la creación de la Unasur, cuya eficacia quedó demostrada con el desmantelamiento del intento golpista en Bolivia y de nuevo con su inmediata y decidida actuación en el caso ecuatoriano.

En Ecuador fracasó la intentona por la reacción del pueblo en la calle en apoyo al gobierno de la revolución ciudadana, la inquebrantable firmeza de Correa, la actitud de oficiales patriotas y constitucionalistas en las fuerzas armadas y el unánime rechazo al golpe y solidaridad internacionales con el gobierno de Rafael Correa, que inclinaron la correlación de fuerzas del lado antigolpista. Al punto que Estados Unidos se vio obligado en horas de la tarde a pasar de estamos siguiendo de cerca la situación a una posición de apoyo a Correa, presionado también por el emplazamiento directo a definirse que le hizo el gobierno cubano.

En condiciones muy adversas, entre ellas la dolarización de su economía, en Ecuador se han realizado importantes transformaciones políticas y sociales, rige una constitución revolucionaria votada por 64 por ciento del electorado y existe un gobierno defensor de la soberanía y la integración latinoamericana.

Sumo mi voz a quienes han hecho votos por la reconciliación de Correa con la Conaie, la mayor de las organizaciones indígenas, pero nada puede justificar que no moviera un dedo contra la asonada, y su brazo político, Pachakutik, llegara a apoyarla, al menos declarativamente.