Opinión
Ver día anteriorJueves 21 de octubre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Centroamérica, un riesgo nacional
M

éxico-Centroamérica: una sensitiva vecindad, amable, afectuosísima, llena de vínculos que en un tiempo se prodigaban y fortalecían en la imaginación de los mexicanos. Por parte de los centroamericanos, nos bien venían, nos apreciaban, nos esperaban. ¡¡México!! Un país ejemplar, envidiable, un árbitro amistoso que ayudaba a dirimir diferencias, donde encontraron abrigo los múltiples expulsados políticos, donde progresar, donde labrarse un futuro. Cuántos profesionistas universitarios no se formaron en universidades e institutos, en escuelas militares de este país y se hicieron nuestros mejores embajadores. Cuántos seres en busca de salud la encontraron en México. Y más...

Pues bien, esta idílica relación casi terminó. Terminó porque aplanados funcionarios mexicanos no vieron la rentabilísima inversión que era amar a Centroamérica. También casi terminó porque más agudos los estadunidenses, más agudos y más acaudalados, nos desplazaron. Fue más cómodo dejarlos pasar que ofrecer el cobijo fraterno de acogerlos. Y así nos alejamos de Centroamérica, como de Latinoamérica toda, hasta sumarnos a América del Norte.

La guerrilla centroamericana terminó bien. La contra nicaragüense instalada en Honduras, financiada, armada y entrenada por Estados Unidos, dejó de existir al ganar Violeta Chamorro las elecciones de 1989. El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) negoció con el gobierno salvadoreño y dejó las armas en 1991. Hoy un ex-FMLN es presidente del país y otro es alcalde de San Salvador. La guerrilla guatemalteca también abandonó las armas a principios de los años noventa. Pero el gran papel jugado por México en esta nobilísima tarea, que mucho nos prestigió, ya se olvidó. Hoy seguimos una política exterior hacia la región plana, insustancial, mediocre.

Aquel esfuerzo dio frutos gracias a las tareas de Contadora, aquel grupo integrado por Colombia, Panamá, Venezuela y México, pero estimulado por nosotros, que se reunió por primera vez en esa isla panameña en 1983. El apremio original provino de un llamado realizado por el ex primer ministro sueco Olof Palme y los premios Nobel Gabriel García Márquez, Alfonso García Robles y Alva Myrdal (los dos últimos Nobel de la Paz) a los presidentes de los países citados para que actuaran como mediadores, amigables componedores.

Sin ser un conocedor actualizado de asuntos centroamericanos, es evidente que la gran preocupación del momento es un grave riesgo para la seguridad nacional de México procedente de allá, que tiene las dos aristas más indeseables: 1) la invasión de una ola criminal organizada, entendida en narcotráfico y delitos afines y tráfico de personas, participada por pandillas mexicanas, y que 2) por ceguera, que no extrañaría, nos enfrentemos con dichos países como si ellos fueran originalmente responsables y capaces.

Costa Rica, Honduras y Nicaragua han sido incluidas en la oprobiosa lista del Departamento de Estado estadunidense como países con un gran problema de narcotráfico y que no han dispuesto lo suficiente. El presidente de Guatemala recientemente hizo una amplia exposición sobre el tráfico de personas. Esto es, no hay novedad, pero tampoco parece que hubiera una alerta y acciones consecuentes. Otra vez, países que comparten un problema no sabemos compartir preocupaciones y acciones.

Las instituciones de gobierno de aquellos países son mucho más endebles que las nuestras, por lo que dichas pandillas, hoy llamadas cárteles, han adquirido un gran poder. Ante ello debe establecerse la hipótesis de trabajo de que esa situación es ya un grave riesgo que nuestro país enfrenta y lo hará crecientemente en el futuro.

Para afrontarlo bien se requeriría de inmediato un gran proyecto político para atender regionalmente esa amenaza a nuestra seguridad que es, sin exageración, de proporciones mayores. Hacerlo permitirá contener, dependiendo de la lucidez de su concepción, esa onda expansiva de poder destructor y además daría vida a la mortecina política exterior que sufrimos.

Indicadores de todo esto sobran y está su conocimiento a la luz de todos: las inmigraciones centroamericanas y algunas de más al sur; concomitante con ello está nuestra podredumbre de autoridades cuyo mandato sería la buena gestión de ese fenómeno; la presencia de maras salvatrucha en los efectivos de los cárteles mexicanos, principalmente en Los Zetas; las compras de miles de hectáreas rurales allá; la compra de costosos activos urbanos; un tráfico de armas expansivo; grandes movimientos de capital y, desde luego, la proliferación de todos los otros delitos vinculados.

Irrefutable que el gobierno de Calderón ya no quiere queso. No más problemas, sería hoy su divisa. Para su mal, no le queda sino acelerar el diseño de la estrategia política regional que se sugiere, si no quiere, también en este tema, lograr otro tache en su historial. ¿Dónde están los harvardianos que le fascinan? ¿Por qué no tiene mecanismo multisectorial para la concertación, análisis, formulación de propuestas y desarrollo de acciones urgentes en materia de este riesgo nacional?