Los hermanos corsos
ejos del cuerno africano de hoy, del velero al que cantó Espronceda viento en popa a toda vela... Asia a un lado al otro Europa
, así como del inolvidable Tigre de la Malasia, frente a las costas de Sinaloa surcan aguas del Pacífico, con o sin patente de corso, modernos piratas que toman por asalto los barcos camaroneros para hacerse del producto de exportación y llevarlo al mercado.
Los ganaderos de Tamaulipas abandonan más de cinco mil ranchos. El filósofo de Güemes se fue p’al otro lado. Es la guerra de las letras y los zetas se hacen de tierra labrantía para instalar campamentos y centros de entrenamiento. Despoblar es la consigna del miedo, de la impotencia ante la impunidad y la violencia de la guerra contra el crimen organizado. Matan a Tony Tormenta y centenares de familias tamaulipecas se incorporan al México nómada. Señal de que vamos ganando, dicen, que no hay otro camino que el de Felipe Calderón: O uno permite que esos criminales tomen el país o uno enfrenta el problema, y decidimos enfrentarlo, y esa es la decisión más importante de mi gobierno
, dijo el Presidente mexicano a la cadena CBS de la televisión estadunidense.
Ni hablar. ¡La decisión más importante de su gobierno! Y para admiración de los televidentes vecinos, Calderón mostró, por primera vez, dijo la conductora del Evening News, el búnker súper secreto, el Comando Central de Inteligencia, ubicado en algún lugar debajo de la ciudad de México: Yo quería todos los juguetes necesarios para superar a los criminales
. La decisión más importante. Aunque la terca realidad contradiga al discurso y las cifras optimistas del sexenio; a los lugartenientes Lozano y Karam, quienes aseguran que el empleo ha superado las pérdidas padecidas durante la crisis global y hoy gozamos de un nuevo máximo histórico
en el número de afiliados al IMSS. Pero el Inegi informa que 165 mil mexicanos perdieron su empleo en el tercer trimestre del año y más de 12 millones de personas laboran en la economía informal.
Cosas de la prensa crítica, de radicales y nostálgicos del autoritarismo vencido por la alternancia del vuelco a la derecha, dirán los del partido conservador que había abandonado el gusto por los juguetes bélicos desde el fusilamiento de Iturbide en Padilla, Tamaulipas; desde que se jubiló Santa Anna y su notable esposa salía a reclutar solicitantes de audiencia entre los pobres de la capital para que su Alteza Serenísima no tuviera que enfrentar la realidad, el olvido de los que habían aclamado al guerrero inmortal de Cempoala
. De los cristeros ni hablar. Fox es hostelero de lujo en el Bajío y el cardenal Sandoval conjuga el verbo madrugar: Marcelo Ebrard se cuelga de mí
para impulsar su campaña presidencial, dice.
¡Caray! El heredero de Manuel Camacho transformado en jacobino y defensor del Estado laico por el vuelco de la transición. Ebrard abanderado de la izquierda dispersa y dividida por la democracia electoral con premio: la empleomanía firme desde el siglo XVI; la diáspora del PRI después de la caída; la victoria del voto útil y el ánimo misionero del combativo Martínez y César Nava, que convirtieron en panistas a los priístas, que dispersaron la derrota, los del revisionismo en la torre de Babel por la muerte de las ideologías, ante la oportunidad de cambiar de chaqueta aunque no se pueda cambiar de piel. Así persiste todo ancien règime: matrimonios, alianzas y coaliciones para clonarse y permanecer. O será que acertó hace años Carlos Monsiváis al sentenciar: En México todos somos priístas, salvo prueba en contrario
.
Con victorias como las del austero César, los panistas tendrán que tejerse camisetas tricolores o esperar que haya espacio suficiente en el búnker de Felipe Calderón. No estamos ante el retorno de los brujos, del autoritarismo presidencial de todos tan temido, extrañamente añorado por los sonámbulos de la transición que se apenan por el pobre señor Presidente
y atribuyen la parálisis al contrapeso del Poder Legislativo. Estamos ante el rencuentro de los hermanos corsos. No todos son piratas, pero todos son priístas, salvo prueba en contrario. Los viejos recordamos la extraordinaria película de aventuras llamada Los hermanos corsos. De Córcega, como Napoleón el Grande; gemelos idénticos separados por el destino, unidos por el milagro genético, la magia del creador. Tanto que si uno era torturado, el otro también padecía del dolor.
Y ni hablar del placer, de la inenarrable dicha del poder adquirido a cualquier costo y compartido únicamente por imposición de la pluralidad o la identidad del origen. Al frente de la izquierda, apóstatas del PRI: Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard. La dirigencia oficial es sombra que pasa, negocio de ocasión de compañeros de viaje resignados a ser mozos de estribo de quien esté en el poder, del mejor postor, del cómplice potencial, de adoradores de Pirro dispuestos a pagar a precio de oro una derrota del PRI o algo que lo parezca. Así sea para quitar a uno del PRI y poner a otro del PRI. El retorno de los hermanos corsos. Ulises Ruiz hace recuento de obras y logros de su sexenio, pero ya se reunió con Gabino Cué en espera de que concluya el mandato y desaparezca el cacicazgo del PRI
para dar paso al gobierno de otro del PRI, aunque milita en otro partido como prueba en contrario
.
Y Juan Sabines gobierna Chiapas con etiqueta del PRD y certificado de origen del PRI. Y en Baja California Sur gobierna Narciso Agúndez, primo del priísta que llegó a dirigir el PRD nacional después de gobernar su tierra, sin dejar el gusto por las carreras parejeras y el estilo personal de gobernar. Leonel Godoy, el de Michoacán, llega con el fierro del cardenismo. Vale. Pero ni así se diluyen los genes corsos. Ni siquiera en el caso de Zeferino Torreblanca, hombre de empresa del que desconfían los perredistas de mentiras y los radicales de verdad que no olvidan la guerra en el paraíso ni el cacicazgo de Rubén Figueroa, padre, ni el paso fugaz y el legado amargo de Rubén Figueroa, hijo, el compadre de Ernesto Zedillo. A Nayarit llegó disfrazado de izquierdista el millonario Antonio Echevarría, tesorero del padre de Ney González, del cetemista líder del Senado y gobernador de la tierra del Nayar.
Ah, en Puebla venció el candidato del PAN, en coalición de alquimia fallida, en triste homenaje al derecho de sangre que reclamó Porfirio Muñoz Ledo en Guanajuato: el nieto del doctor y general Rafael Moreno Valle, priísta, secretario de Salud de Gustavo Díaz Ordaz, gobernador poblano en el echeverriato. Vine, ví, vencí, informó César Nava a su jefe Felipe Calderón. Seguramente, en el búnker, los abogados del bien común preparan el proceso para juzgar al gobernador Marín, al de la llamada fatal y la estulticia al servicio del dinero que le ganó el repudio de la opinión ciudadana que lo calificó no sólo de represor o cómplice, sino pederasta.
En Sinaloa es gobernador electo Mario López Valdés, Malova, senador del PRI con licencia, allegado y precandidato de Juan S. Millán, el líder obrero y priísta que precedió a Jesús Aguilar Padilla en el cargo. El único riesgo de fricciones está en que Malova fuera presa de los sicofantes y arribistas, cortesanos que llaman a combate sin correr peligro. En Sinaloa de Leyva hay tranquila alternancia entre hermanos corsos.
Ni modo ni manera... En el mar hay una palma/ con las ramas hasta el suelo/ donde van a refugiarse/ los que no tienen consuelo.