oy, el debate económico tiende a centrarse en la caracterización de la crisis. Los términos de neoliberalismo y globalización son insuficientes para ello. ¿Por qué? Sí, dan razón de objetivos, políticas, acciones e instrumentos de las clases dominantes: individualismo, propensión natural y equilibrio en el mercado, poco Estado y mucha libertad individual, regulación para atender daños
. Pero no permiten resaltar la especificidad de la crisis actual. Y, en consecuencia, impiden ver las perspectivas de superación. Para ello se requiere investigación, mucha investigación y mucha pero mucha –muchísima– finura teórica. No es suficiente –de veras que no lo es– hablar mañana, tarde y noche sobre neoliberalismo y globalización, como explicación de lo que vivimos. Menos aún refugiarse en esquemas simplificadores, que explican la marcha material de la sociedad como pugna de buenos y malos, pobres y ricos. Incluso entre norte y sur. ¡Por Dios! Nada es más impreciso e inexacto, aunque sea cierto que hay buenos y malos, pobres y ricos, y norte y sur.
La prensa está plagada de estos esquematismos. Pero no sólo. También la academia. Pero –de nuevo– no sólo la academia. Muchos movimientos sociales –construidos a partir de intereses legítimos y de reivindicaciones genuinas y justas– se formulan programas de lucha minimalistas o cargados de un utopismo sobreideologizado. ¡En contra del neoliberalismo! ¡En contra de la globalización! ¿Qué más? Son consignas simplificadoras. ¿Cómo lograr una caracterización que permita que las reivindicaciones concretas se inscriban en una perspectiva de transformación de la sociedad? Utópica pero accesible. Ideal pero realizable. Gradual pero radical. ¿Cómo? El asunto no es trivial. Nunca lo ha sido. Ocupa no sólo espacios y tiempos prolongados de la teoría económica, de la teoría social, de la teoría política. También de individuos, organizaciones sociales, naciones enteras. Se anhelan respuestas integrales. Uno sólo es el hombre. Una sola la sociedad.
En el terreno económico la discusión es muy aguda e importante. Ya no sólo sobre el neoliberalismo y la globalización. Hoy sobre algo que es urgente caracterizar muy bien. La financiarización. Hace unos cuatro años, en la Universidad de Massachussets (Amherst), Gerald A. Epstein coordinó una discusión sobre la financiarización de la economía contemporánea. Meses antes Greta Krippner, de la Universidad de California (UCLA), había realizado un trabajo pionero sobre el concepto. Hoy se extiende y profundiza el debate. ¿De qué se trata? Para algunos de un sinfín de nuevas acciones que conducen al predominio de los grupos financieros rentistas y especulativos. Los que compran en la mañana, venden a mediodía, re-compran en la tarde, re-venden en la noche y que, mientras duermen, a través de sus representantes financieros, siguen en ese interminable proceso, fuera de registros (OTC, es decir, Over the counter, dicen en inglés).
¿Qué compran y qué venden? Compromisos de entrega futura de mercancías como el petróleo, el gas, el oro, el cobre, el zinc, la plata, el estaño… Pero, primordialmente de acciones de empresas, bonos gubernamentales, compromisos de tasa de interés y tipo de cambio. Para algunos estudiosos la crisis actual es la exacerbación del poder y la influencia de estos grupos que sostienen la financiarización con dinero de personas, familias, empresas, pero también de fondos sociales como los de pensiones. Y, más recientemente, de fondos con recursos públicos (sovereign wealth funds, en inglés) metidos hasta el fondo
en los flujos internacionales de dinero, asimismo –y por paradójico que parezca– sin regulación alguna, es decir, fuera de todo control. Sí, el debate sobre la crisis actual y su superación pasa por la caracterización de este proceso, el de la financiarización. La reunión del G-20 muestra no sólo su cerrazón, sino la pobreza de su teoría. Extrema pobreza. Radical pobreza. Ya lo veremos por partes. Sin duda.