Sábado 27 de noviembre de 2010, p. a20
La clave está en el título: Sospiri.
Porque uno suspira diferente cada vez: de amor, de nostalgia, de alegría, de enamoramiento, de felicidad, de pena, de añoranza, de saudade. O nomás, porque pasó un ángel frente a nuestra frente.
El nuevo álbum de la mezzo-soprano romana Cecilia Bartoli se llama Sospiri por eso: nos hace suspirar en diferentes tonos, templanzas, tesituras, mientras la escuchamos suspirar cantando.
Los 13 tracks que lo conforman pudieran ser tomados como otra de esas antologías que editan las divas y los divos para mantenerse en cartelera. No es el caso de Cecilia Bartoli, quien no solamente ha demostrado en su carrera una capacidad insuperable de técnica interpretativa sino, sobre todo, un compromiso.
El Disquero ha compartido sus discos anteriores: entre otros, Opera Proibita, donde se enorgullece de cantar música que la Iglesia católica prohibió, como parte de su descrédito histórico, durante una época en la que expulsó a las mujeres músicas de las iglesias y de los teatros para crear un engendro, para realizar un crimen de lesa humanidad: los castrati: mutilar a personas para que unos cuantos se enriquecieran y otros experimentaran placer. De eso habla, cantando, Cecilia Bartoli en el disco Sacrificium, que reseñamos recientemente en este espacio.
Nos muestra ahora esta hermosa mujer romana las delicias, peripecias, el esplendor y encanto de ese acto tan sencillo como sublime: suspirar.
Existen dos versiones de este disco: la sencilla y la de lujo, con dos discos y monerías de bonus tracks. En ambos reina la belleza.
La aparición de este disco en México coincidió (aunque las coincidencias no existen) con la celebración del Día del Músico, el 22 de noviembre, día de Santa Cecilia, patrona de los filarmónicos, sinfónicos y anexas. Santa Cecilia Bartoli.
Se trata de una bella selección de momentos excelsos nacidos en sus recitales públicos, que ofreció entre 1994 y 2009. Encontramos títulos conocidos en el track listing, reinas del hit parade. Lo agradable, la sorpresa, consiste en que se trata de re-interpretaciones, indagaciones, nuevas maneras de decir lo mismo, lo cual ya es diferente.
Así, el aria estremecedora de Handel titulada Lascia la spina, cogli la rosa; las piezas maestras de Mozart Voi che sapete y La ci darem la mano; la inconmensurable Casta Diva, de Vincenzo Bellini, o los enternecedores números finales: Panis Angelicus, de Cesar Franck, y el Pie Jesu, del Requiem de Fauré, suenan no solamente de una manera diferente sino que ponen a levitar al escucha por la amplitud impresionante del rango canoro de la Bartoli, su manera de enunciar las frases, la deslumbrante trayectoria aérea de los colores de su voz. Su fascinante manera de suspirar.
El track 3, un pasaje escrito por Antonio Caldara a partir de un texto de Pietro Metastasio, es abrumadoramente conmovedor. Belleza es su linaje. Y en el corte 10, un clásico del bel canto, Una voce poco fa, las florituras, los fuegos de artificio, el furor de la coloratura (esa manera increíble del virtuosismo canoro), tiran de espaldas al escucha, le quitan el aliento y se lo devuelven en forma de suspiros.
Suspiremos.