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El candidato derechista de Convergencia i Unió es el gran favorito mañana, según sondeos

El conservador Artur Mas y el socialista José Montilla se disputan el gobierno de Cataluña
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Artur Mas (izquierda), líder de Convergencia i Unió y candidato a la presidencia de la Generalitat, abraza al segundo del partido político catalán, Josep Antoni Duran i Lleida, durante una reunión en BarcelonaFoto Reuters
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Sábado 27 de noviembre de 2010, p. 23

Artur Mas, candidato de la nacionalista Convergencia i Unió (CiU), y José Montilla, actual presidente y candidato del Partido Socialista de Cataluña (PSC), se juegan mañana la presidencia de la Generalitat –gobierno catalán–. Mas es el gran favorito, según todos los sondeos, pero en el juego poselectoral entrarán en juego los resultados del resto de los seis partidos políticos con posibilidad de conseguir representación parlamentaria. Aquí les presentamos a los dos candidatos, con trayectorias muy diferentes pero con un mismo objetivo: la presidencia.

Fin a la travesía por el desierto

Si se cumplen los pronósticos, Mas (Barcelona, 1956) será el próximo presidente de Cataluña. Proveniente de una familia clásica de la burguesía catalana, terminará así lo que él ha llamado la travesía por el desierto. Se refiere así a los siete años que ha estado al frente de la oposición al gobierno del tripartito encabezado por el PSC.

Durante estos años, según admite, se planteó en más de una ocasión tirar la toalla y regresar al ámbito de la empresa privada, de donde provenía. Su historia en la iniciativa privada tampoco es fácil. Antes de dar el salto a la política, tuvo que lidiar con una suspensión de pagos en la empresa familiar. Algunos analistas fijan entonces el nacimiento de cierto aire de martirio que acompaña a Mas por donde va, como lo expresa la omnipresente Pilar Rahola en su libro La Máscara del Rey Arturo.

Licenciado en Ciencias Empresariales y Económicas, entró tímidamente en la política en 1987, como concejal en el ayuntamiento de Barcelona. Durante ocho años, compaginó este cargo con su actividad empresarial y fue hasta 1995 que dio el paso para dedicarse a la política, cuando fue elegido diputado al Parlamento catalán.

Después de desempeñar diversos cargos en los últimos gobiernos de CiU, asumió la difícil tarea de dirigir un partido que quedaba huérfano tras la retirada de Jordi Pujol, histórico líder nacionalista que gobernó Cataluña durante los primeros 23 años de andadura democrática. En 2003, en las primeras elecciones que enfrentó como candidato a la presidencia, el PSC dirigido por Pasqual Maragall le ganó en votos, aunque CiU consiguió más escaños en el Parlamento. Esto no impidió que Maragall pactase con con ERC y ICV-EUA para formar el nuevo gobierno. Tres años más tarde, en las elecciones anticipadas a causa de la ruptura del primer tripartito, Mas ganó las elecciones, pero no consiguió la mayoría absoluta y el tripartito consiguió reditar el gobierno, con el actual presidente, José Montilla, al frente.

Esto lo condenó a cuatro años más de oposición, que le han servido, dice estos días, como aprendizaje y cura de humildad. Siete años fuera del gobierno le han servido también para renovar hábilmente CiU, retirando a los dinosaurios del ‘pujolismo’ y dando paso a dirigentes más jóvenes. Una vez soltado el lastre de líderes provenientes de una férrea educación católica, Mas presenta en estas elecciones un partido de centroderecha moderno, capaz de aglutinar fuerzas de diversos sectores.

Sus detractores observan en él rasgos prepotentes y algo autoritarios, imagen alimentada por la pose del candidato, siempre bien peinado, seguro de sí mismo y con una sonrisa profiláctica que muchos ven como falsa. Por contra, sus seguidores aseguran que dicha actitud no es más que una fachada tras la que se esconde un hombre sencillo, casado y padre de familia, a la que no le gustan las fotos tanto como parece; la máscara de la que habla Rahola en su libro. Más allá de coincidir con él o no, quienes lo conocen, como el director del diario digital Vilaweb, Vicent Partal, lo presentan como un apasionado de la gestión y la organización, al que la política sólo le interesa como medio para gestionar la vida pública. Si se cumplen los pronósticos, tendrá cuatro años para demostrar quién tiene razón.

Incapacidad comunicativa

José Montilla (Córdoba, 1955), actual presidente de Cataluña y candidato a la relección como cabeza de lista del PSC, se enfrenta en esta campaña a su peor enemigo: él mismo. Han corrido ríos de tinta sobre la incapacidad comunicativa de Montilla, y en el único debate electoral televisado, hace una semana, quedó claro su poco feeling con las cámaras y su dificultad a la hora de trasladar al público su programa y acciones de gobierno.

Pero vale la pena repasar su biografía, que rompe con el esquema de políticos catalanes. Al contrario que su máximo contrincante, Artur Mas, el candidato socialista proviene de la clase obrera, del cinturón industrial de Barcelona, al que llegaron miles y miles de emigrantes de Andalucía y otras partes de España en los años 50 y 60. De hecho, Montilla nació en Iznájar, un municipio de la provincia andaluza de Córdoba, y no fue hasta los 16 años que se instaló, con el resto de su familia, en Sant Joan Despí, en el citado cinturón industrial de la capital catalana. Comenzó estudios de Economía y Derecho en la Universitat de Barcelona, sin acabar ninguna de las carreras, pues tuvo que ponerse a trabajar.

Después de militar en el Partido de los Trabajadores de España y en el comunista PSUC, en 1978 Montilla se afilió al PSC, al frente del cual gobernó durante 19 años –de 1985 a 2004– el ayuntamiento de Cornellà de Llobregat, otro municipio del extrarradio barcelonés, donde el PSC tiene su imperio. Entre las dos corrientes del PSC –una más catalanista, la otra más españolista–, se sitúa más del lado centralista, lo que le valió ser escogido para ocupar el Ministerio de Industria español en el 2004.

Pero la trayectoria como ministro estatal sólo duró dos años, ya que después de que el líder del PSC, Pasqual Maragall, anunciase su retirada, Montilla fue el escogido como candidato a la presidencia. Heredó algo del prestigio de su antecesor y, aprovechando el buen momento de los socialistas en España en aquel entonces, consiguió presidir Cataluña mediante la redición del tripartito, aunque las elecciones las había ganado CiU.

Diez años antes, pensar que un charnego –calificativo despectivo de los catalanes para los emigrantes del resto de España– pudiese llegar a presidir Cataluña era una locura semejante a pensar que en la Casa Blanca podía gobernar un afroamericano. Sin embargo, las cosas cambian y en 2006, fue nombrado presidente del gobierno.

La presidencia, sin embargo, se le ha atragantado. Sus electores no terminaron de entender la redición de un tripartito que había acabado bastante mal y él no ha sido capaz de trasmitir con eficacia los logros de su gobierno. Sus defensores explican que su incapacidad comunicativa se compensa con su eficiencia como gobernante, pero muchos afirman que eso no es más que un mito. El mito del gobernante eficaz se ha desmontado en estos cuatro años, señala Partal.

Montilla ha advertido durante la campaña que si CiU llegara al poder, aplicaría medidas neoliberales como remedio a la crisis, entendiendo por ello la flexibilidad laboral, la bajada de impuestos y el recorte en gastos sociales. Según Partal, este argumento es una broma para el elector”. El experimentado periodista afirma que los socialistas han aplicado las medidas que piden las fuerzas neoliberales contra la crisis, por lo que reclamar el apoyo de la izquierda no es más que una broma.

Ésta es una de las razones que explican el hecho de que muchos votantes socialistas vayan a abstenerse en los comicios de mañana. Unas elecciones que, si se cumplen los pronósticos, supondrán un severo castigo para el Patido Socialista de Cataluña, que tendrá que replantearse su estrategia de cara a las elecciones municipales de mayo del año siguiente, en las que podría perder buena parte de las alcaldías que ahora controla.