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Buscando la vida
Ya no somos las muñequitas de aparador de hace décadas

Quince sexoservidoras se dan la oportunidad de cambiar su vida y buscan un empleo digno

Concluyen curso de cultora de belleza

Se proponen formar una cooperativa

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Ayer fue la ceremonia de clausura del curso de cultora de belleza que fue impartido a sexoservidoras por la delegación CuauhtémocFoto Cuartoscuro
 
Periódico La Jornada
Martes 30 de noviembre de 2010, p. 37

La posibilidad de no ofrecer más su cuerpo, dejar atrás golpes, humillaciones y encierros; no ser nunca más señaladas como prostitutas, y contar con un empleo digno llevó a 15 sexoservidoras del corredor Merced-Mixcalco a graduarse de cultoras de belleza y aspirar a formar una cooperativa que les permita no regresar a talonear.

Ya no somos las muñequitas de aparador de hace décadas. Somos mujeres que los años nos han cobrado con creces su paso, que luchamos para ser vistas como seres humanos, porque una no se para en las esquinas por gusto, sino por necesidad, para sacar adelante a nuestras familias o por miedo a ser vejadas, señala Maclovia Lucero Ambrosio.

El sueño de estudiar y trabajar en algo lindo, porque allá en Puebla no había chance me trajo a vivir a las calles de República de Guatemala, en el Centro Histórico. Muchos días busqué empleo, pero me lo negaron por tener 15 años. Así que me iba a sentar a la Plaza Loreto, donde veía a la gente pasar, hasta que unos policías empezaron a molestarme y meterme a la cárcel sin razón. Unos días era La Vaquita y otros El Toro, comenta.

Los primeros en arrojarme a este mundo fueron ellos, los policías, al encerrarme cada rato. Después el hambre, porque nadie quería contratarme, y finalmente la necesidad de sacar adelante a mi hija y evitar que siguiera mis pasos. Por muchos años logré engañarla sobre el trabajo que realizaba, pero llegó el día que le confesé todo y fue muy cruel conmigo. Al convertirse en madre entendió los sacrificios que hice y ahora me apoya, señala.

Después de 45 años de ejercer la prostitución, tengo la oportunidad de cambiar mi vida sin que me priven de mi libertad o golpeen, y encaminar a muchas chicas que, como yo, terminan prostituyéndose por un taco, por dinero para su hombre o por temor. Para mí ya no es negocio seguir en las calles con tantos años encima. Hasta me resulta vergonzoso decir cuánto me pagan por un servicio, pero hay que vivir, afirma.

Uno cae por desgracia

A 36 años de ser enganchada con engaños y obligada a trabajar en los callejones de San Marcos y Manzanares, considerados algunos de los más peligrosos en la zona oriente del Centro Histórico, Gloria Meneses Carrasco desea alejarse de ese horrible mundo, adonde uno cae por desgracia y después por la necesidad de alimentar y comprar la medicina de los hijos. Mi niña nació con epilepsia y los medicamentos son caros, y no hay de dónde agarrarse para salir del paso.

Recuerda que varias ocasiones trató de cambiar de empleo, pero “nadie me daba una oportunidad. No tengo estudios y mis ganas o entusiasmo de aprender no eran suficientes. Así que volvía una y otra vez a las calles, donde he estado desde los 16 años, arrojada por la pobreza y una familia desintegrada, y la promesa de un hombre de que mi futuro iba a ser maravilloso, lo cual fue mentira.

Con muchos sacrificios logré que mi hija llegara a la preparatoria, pero su enfermedad impidió que la concluyera. Lo costoso de las medicinas que necesitaba y los pocos clientes que ya tenía, dice, la orillaron a prostituirse. Fue muy duro porque una madre quiere lo mejor para sus hijos y no lo logré, reconoce.

Hoy, sin embargo, tenemos la posibilidad de salir y evitar que mi nieto se avergüence, como ha sucedido con otras compañeras. Algunas veces ellos reconocen el esfuerzo que hacemos para darles una mejor vida, pero otras nos juzgan, como la demás gente, y estigmatizan sin pensar en lo que padecemos diariamente, donde hemos corrido el riesgo hasta de ser asesinadas, indica.

Para Aidé Mena, concluir este curso significa también la posibilidad de liberarme, tener un negocio propio, estar cerca de mis hijos y empezar una nueva vida sin miedo a ser maltratada o señalada como prostituta, en el mejor de los casos. Pero necesitamos que el gobierno nos ayude a financiar nuestros proyectos y no nos deje colgadas obligándonos otra vez a regresar a las calles, con el miedo de que alguien nos identifique y diga a nuestras familias. Eso nadie queremos.

El apoyo de la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo y de la delegación Cuauhtémoc para incorporarse a un curso de cultora de belleza, donde aprendieron técnicas de lavado de cabello, tratamiento capilar, moldeado de cabello y trenza, corte de cabello, ondulación y aplicación de pestañas postizas, nos coloca en otra situación y permite aspirar a un mejor nivel de vida, por el cual todas vamos a pelear, porque somos seres humanos, pero en lugar de ser tratados así se nos señala y ataca, agrega.

Un grupo de sexoservidoras de Buenavista, comenta el jefe delegacional de Cuauhtémoc, Agustín Torres, propuso que los hoteles confiscados por la comisión de un delito grave sean entregados para su habilitación como locales comerciales y evitar que este proyecto de reinserción social y laboral quede trunco, por lo cual se harán las gestiones en las áreas correspondientes para lograrlo.

Esto es el inicio de algo grande, de ayudar a algunas de las 200 mujeres que ejercen la prostitución en el corredor Merced-Mixcalco a realizar otro tipo de trabajo para contribuir a organizar la economía de diferente manera en la ciudad, afirma el secretario del Trabajo y Fomento al Empleo, Benito Mirón Lince, al clausurar el taller de cultora de belleza.

Son, dice, mujeres valientes a quienes ayudaremos a transitar de una actividad tan complicada, como es el sexoservicio, a una que les permita desarrollarse en el campo de la belleza, pintura, cocina o costura. Próximamente inauguraremos dos grandes naves industriales que requerirán la mano de obra de mil 500 personas, y las convocaremos a conformar su propia cooperativa para que accedan a financiamiento, pues aquí no hay personas de primera o segunda: todas merecen una oportunidad, y se las vamos a dar.