as declaraciones del Papa Benedicto XVI con respecto al uso del condón resultan de gran importancia, pues dependiendo de la forma en la que éstas evolucionen, podrían tener enorme impacto en los campos de la salud pública y la educación sexual, especialmente en las naciones en desarrollo, en las que la voz del pontífice tiene gran influencia. Sin embargo, a una semana de que se adelantaron los contenidos del libro de Peter Seewald en el que Joseph Ratzinger se refiere al empleo del preservativo, lo más llamativo es el surgimiento de una confrontación que no tiene precedente –al menos desde finales del siglo XIX– en el seno de la Iglesia católica, cuyos resultados son aún impredecibles.
La luz del mundo: el Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos es una larga entrevista en la que el Papa responde de forma coloquial a 90 preguntas formuladas por Peter Seewald, escritor y periodista católico muy cercano a Ratzinger, sobre quien ha escrito al menos otros cinco libros. La obra está orientada a difundir el pensamiento de Benedicto XVI, incluyendo temas de gran actualidad, como indica el título. No se trata, pues, de un periodista que haya tendido una trampa al pontífice para provocar respuestas en las que éste no cree.
El libro fue publicado por la propia editorial del Vaticano, por lo que es difícil suponer que, tratándose del pensamiento del Papa, sus contenidos no fueron cuidadosamente revisados antes de que el volumen viera la luz. Fue presentado en la Santa Sede y antes se publicaron adelantos del mismo en su órgano oficial L’ Osservatore Romano, que incluyó en su reseña el tema del condón, lo que dio motivo a todo el debate.
La postura del Papa tuvo como contexto el examen del papel del condón en la lucha contra el sida en África. L’ Osservatore Romano la reprodujo así: Puede haber casos justificados singulares, por ejemplo, cuando una prostituta utiliza un preservativo y éste puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia sobre el hecho de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo, que se quiere. Sin embargo, este no es el verdadero modo para vencer la infección del VIH. Es verdaderamente necesaria una humanización de la sexualidad
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Para no dejar duda del significado de lo dicho por el Papa, el vocero oficial del Vaticano, Federico Lombardi, declaró el 21 de noviembre mediante un comunicado: “… el Papa considera una situación excepcional en la que el ejercicio de la sexualidad representa un verdadero riesgo para la vida del otro. En ese caso, el Papa no justifica moralmente el ejercicio desordenado de la sexualidad, pero considera que la utilización del preservativo para disminuir el peligro de contagio es ‘un primer acto de responsabilidad’, ‘un primer paso en el camino hacia una sexualidad más humana’, en lugar de no utilizarlo y poner en riesgo la vida de la otra persona”.
Hasta aquí parece muy clara la postura del Papa y del gobierno Vaticano. El resultado: la Iglesia se divide.
Durante toda la semana diversas autoridades eclesiásticas y organizaciones católicas del mundo se han referido en diferentes tonos a lo dicho por Ratzinger. Primero invocando errores en la traducción de la versión alemana en la que se consigna el término mannliche prostituierte, que significa prostituto y no prostituta; luego lanzándose rabiosamente contra L’Osservatore Romano, y finalmente dando una interpretación muy diferente a la expresada por Lombardi, entrando en un debate que pretende tapar lo dicho por el máximo pontífice, y cuya complejidad nos remite a las discusiones antiguas sobre el sexo de los ángeles. Algunas publicaciones católicas que se difunden por Internet ponen incluso en duda la infalibilidad de la palabra del Papa.
Esta confrontación abre preguntas muy interesantes, pues, además de que causa un terremoto en uno de los principios básicos de la Iglesia católica, como el control de la sexualidad humana, pone en la balanza el peso de la voz del Papa en una entrevista realizada en tono coloquial y los documentos vaticanos que condenan de manera inflexible el uso del condón, como el Humanae Vitae. Lo que veremos en los próximos meses, y quizás años, es la labor de los sectores más conservadores de la Iglesia que tratarán de empujar a Ratzinger hacia una rectificación, o incluso a su dimisión.
En mi opinión, lo que hizo Ratzinger fue echar a rodar una piedra encendida, esbozando una sonrisa que dista mucho de ser angelical.