Veo la profesión del periodista con mucha nostalgia, dice en entrevista con La Jornada
Saber por dónde va la literatura joven de la región es algo que me interesa, afirma
En marzo de 2011 comenzará a circular en España su octava obra del género, La fugitiva
Viernes 3 de diciembre de 2010, p. 3
Guadalajara, Jal., 2 de diciembre. Entrar en la literatura, para el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, fue un fenómeno natural: Comencé a escribir poesía, como todos los de mi generación, pero me di cuenta que no era mi camino; lo que yo quería era contar hechos, lo que sucedía a mi alrededor, comunicarle a otros lo que a mí me parecía notable, interesante, y esa es precisamente la necesidad del narrador
.
La satisfacción de esa necesidad ha rendido frutos: siete novelas, cinco libros de cuentos y dos antologías de poesía.
Además, está lista la octava novela, La fugitiva, que se publicará en marzo en España, y en México unos meses después. Es la historia de tres mujeres que recuerdan a una amiga, personaje basado en una mujer real, la escritora costarricense Yolanda Oreamuno, fallecida en México en 1956.
“Hice poesía muy joven y después cuentos –recuerda Ramírez, colaborador de La Jornada, durante una entrevista en el contexto de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara–. Es curioso: lo que me interesaba era hacer cuentos, no pensaba en la novela, la veía con mucha indiferencia. Me entrené como cuentista, leí antologías de escritores estadunidenses, a Chéjov, Maupassant, Poe. No fue sino hasta años después, a los 25 o 26 años, que me interesé por la novela.
Los veía como dos géneros completamente separados, y lo son. Sin embargo, hoy me considero más novelista que cuentista, pero siempre regreso al relato como una manera de retornar adonde me entrené y recordar que las reglas del cuento no son fáciles. Siempre regreso al cuento, pero claro, uno no escribe un libro de relatos, sino cuentos en distintos momentos; los publica en revistas o periódicos y de repente se juntan y ahí hay un libro. A la novela, sí se le dedica todo el tiempo.
La gran aventura de imaginar
Y es que los autores son como los actores, se meten por completo en un personaje, en múltiples personajes, se sustraen de cualquier otro de sus oficios.
“Cuando escribes una novela –prosigue Sergio Ramírez– imaginas y construyes el lenguaje alrededor de la imaginación, indagas. Hay novelas como ésta (La fugitiva) en la que llevo muchos años de indagación, porque hay que crear atmósfera. Estoy escribiendo sobre un país donde yo viví muchos años, Costa Rica, pero no soy oriundo de ahí. Hay un esfuerzo adicional en hacerse cargo de esa atmósfera, hay que documentarla, meterse muy adentro, hay que fingir esa atmósfera, los personajes, cómo hablan, la tesitura del lenguaje. Todo eso es un trabajo fascinante, pero arduo, en el que hay que meterse de cabeza.
Es una gran aventura imaginar al otro, o a los otros: cómo son, cómo piensan, cómo actúan, cómo se comportan frente a los demás. Por eso lo considero como una gran aventura, sobre todo cuando se trata de una novela donde los personajes son femeninos, entonces hay que hacer un esfuerzo doble, porque hay que imaginar cómo es ser mujer, y eso no es fácil.
Más difícil si en la nueva novela son tres las mujeres hablan. Aquí mi desafío ha sido meterme no sólo en un alma femenina, sino entre tres lenguajes
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Sergio Ramírez es de desafíos constantes, ya en su literatura, en su blog, en Facebook, al pasar de la literatura a la política y luego al periodismo, de la abogacía a la narrativa, de la lucha contra la dictadura de Anastasio Somoza al tema del poder en las páginas de sus novelas, donde deja pasar un pedacito de realidad, en lo que puede ser un pequeño recordatorio de su trabajo de observador plasmado en sus columnas de opinión.
“Veo la profesión de periodista con mucha nostalgia. Me hubiera gustado ser periodista de verdad, haberme entrenado en las redacciones, en la reportería, haber sido como Rubén Darío lo fue en Chile, reportero nocturno, de la nota roja de las páginas policiales, que es donde uno se entrena mejor, porque entra en contacto con esa realidad de las cárceles, los depósitos de cadáveres, las estaciones de policía.
Pero no fui eso, estudié abogacía; me dediqué a la burocracia desde muy joven, tengo esa nostalgia, esa extraña añoranza por eso que no fui. Soy columnista de opinión y escribo en los periódicos, pero nunca he tocado esa plancha caliente que es cerrar un periódico y la tensión del corre, corre, eso me hubiera gustado.
Literatura y periodismo manejan las palabras, agrega, “pero son distintas urgencias. A veces el problema de la página en blanco no es escribir una novela, sino un artículo, porque sé que la novela, si yo no tengo nada que imaginar un día, entonces corrijo, vuelvo atrás, ajusto, pero no dejo mi trabajo.
Hay ocasiones en las que no he decidido sobre lo que voy escribir en mi artículo; tengo que pensar en un tema relevante, lo que puede interesar a los demás, no escribir tonterías superficiales es una lucha muy difícil, es una decisión que debo tomar dos veces al mes.
El drama de los migrantes
“Me encanta –prosigue Sergio Ramírez– leer novelas que nada tienen que ver con lo que pasa día a día, sino con una exploración interna, pero eso no ocurre en América Latina, porque en general uno tiene un escenario demasiado presente, demasiado obvio, enfrente. Antes eran las dictaduras militares, los desaparecidos, y ahora es el narcotráfico, que es un fenómeno público, así como el drama de los emigrantes. ¿Cómo no va a haber una novela de migrantes masacrados en México, traicionados por los coyotes, masacrados por los zetas?
Claro, estos son temas colectivos y la novela explora lo individual, pero eso es lo que uno tiene que buscar en estos dramas. Aunque no digo que no pueda haber en América Latina una gran novela divorciada de estos temas.
–La literatura no debe cerrar los ojos a lo que pasa.
–Es muy difícil. Yo leo los diarios como novelista, siempre busco qué hay en lo que narran los periódicos, detrás de los dramas. No se puede reducir lo que ocurre a simple estadística: hoy mataron en México a 30 personas, ayer 40
. Esas no son estadísticas, son vidas humanas, dramas, viudas, huérfanos, conflictos, miedo.
Creo que hay distintos tipos de lectores, me encanta Murakami, por ejemplo, que es capaz de construir una historia sin referencia con el mundo circundante, historias de personas que se mueven en un escenario más o menos abstracto, y es un gran escritor. pero esa no es mi realidad, no es mi literatura. No podría despegarme, por mucho que quiera, de los temas que me rodean y acosan como escritor, aun las novelas de amor, o las historias sentimentales tienen ese trasfondo de desajuste de la realidad, de desajuste social que lo está modificando todo.
Su compromiso con la literatura es claro, por eso dice: “pretendo probar que puedo escribir sin concesiones más allá de los halagos. Si uno se pone a buscar más cartel, más lectores haciéndole concesión a la literatura, entonces ya está ejerciendo otro fin que no es el oficio literario. De eso hay que cuidarse mucho, sobre todo hoy día, cuando la industria editorial se vuelve un asunto del mercado, de repente es la que va a decidir lo que uno escribe.
El otro compromiso es como divulgador de mis propias ideas en las columnas que escribo: eso es aparte, en una novela uno no debe dar opiniones, una novela es algo muy abierto, y quienes dan opiniones son los personaje, que incluso pueden ser contrarias a mis opiniones, pero en lo que escribo como periodista sí tengo esa responsabilidad
.
Sergio Ramírez presenta este viernes el libro El país de las mujeres, de Gioconda Belli, en el salón 5 de la FIL, a las 19 horas.