a inercia, la resistencia natural de la materia a los cambios, se está apoderando del pensamiento crítico. La descomposición sistémica en curso hace más notorias las limitaciones de nuestros análisis, que ya no pueden dar cuenta del conjunto de cambios acelerados que transcurren ante nuestros ojos. La reciente visita de Barack Obama a Brasil es buena muestra de la inoperancia de análisis que hace pocos años lucían actualizados y rigurosos.
Lo más que puede decirse de la gira del presidente de Estados Unidos por la región es que no se pareció en nada a una gira del principal representante del imperio. Sonrisas, visita de lugares exóticos
y frases que pretendían ser profundas pero sonaron huecas. Turismo político-familiar, y poco más. Lo sucedido en Brasil, donde sufrió el desprecio de Lula que no se presentó al almuerzo oficial, al que fueron varios ex presidentes, fue lo más notorio pero no lo peor. La constante tensión, desde antes del viaje incluso, entre miembros de ambos gobiernos, fue la tónica de una visita que no debió haber hecho como le dijeron en su propio país.
En Brasilia se encontraron dos países que recorren caminos opuestos. Brasil crece, gana aliados y se proyecta al mundo. Estados Unidos está en crisis, cada día más aislado y en retirada en los espacios decisivos del globo. Brasil tiene una estrategia nacional, regional y global, y está recorriendo el camino trazado. Estados Unidos no tiene más estrategia que retrasar su declive usando la fuerza, pero no consigue siquiera un plan para Libia. Brasil ocupa los espacios que deja libres la retirada imperial en Sudamérica, y le preocupa cómo lidiar con la creciente presencia china y española.
En la medida que la inercia del pensamiento se resiste a considerar que efectivamente el imperio está en retirada, lo que no quiere decir que ya no juegue ningún papel, se puede hacer una lista de lo que consiguieron Brasil y Estados Unidos, entre 2000 y 2010, en Sudamérica. Pongamos en cada columna y comparemos.
Brasil consiguió descarrilar el ALCA, la principal propuesta de la administración de George W. Bush para la región, con el apoyo de Argentina y Venezuela. Construyó la unidad regional, la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), acelerada luego del ataque militar del primero de marzo de 2008 al campamento de Raúl Reyes en territorio ecuatoriano. En paralelo, y para coordinar a las fuerzas armadas de los doce países de la Unasur, se creó el Consejo de Defensa Suramericano. Amplió el Mercosur. Siguió adelante con al construcción de la infraestructura de la región y su interconexión vial (IIRSA).
Además, frenó la subversión derechista, que podía desembocar en golpes de Estado, en Bolivia y Ecuador. Evitó la escalada de guerra entre Colombia y Ecuador-Venezuela. Construyó puentes con el gobierno de Juan Manuel Santos, sucesor de Álvaro Uribe, con el nombramiento de María Emma Mejía al frente de la secretaría general de Unasur (ex integrante del Polo Democrático Alternativo), a quien le seguirá el venezolano Alí Rodríguez. Este es un paso decisivo, que cierra un enfrentamiento que crispó la región y amenazó con desestabilizarla, como pretendía la Casa Blanca. Brasil consiguió desplazar a la OEA de los asuntos regionales.
Estados Unidos, por su parte, en estos 10 años reactivó la Cuarta Flota, estableció una serie de bases militares en Panamá y Colombia, que se suman a las que ya tenía, aunque perdió la base de Manta en Ecuador. Además consiguió firmar un TLC con Perú y tiene otro pendiente de aprobación con Colombia. Estados Unidos fue desplazada por China como principal aliado comercial y como inversionista más dinámico en la región.
¿Qué podía ofrecerle Obama a Brasil? Le interesaba el apoyo para convertirse en miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, pero el tema quedó fuera de discusión, luego del conflicto por la posición de Brasil ante Irán. La justa demanda brasileña de que se levanten las trabas a la importación de etanol, carne bovina, jugo de naranja, acero y algodón, tampoco fue atendida.
Es que en 10 años las relaciones bilaterales han cambiado, y mucho. La balanza comercial bilateral favorece desde 2009 a EU, por un margen de 7 mil millones de dólares. Con la crisis de 2008, las exportaciones hacia Estados Unidos se estancaron pero Brasil las suplió con creces con el vertiginoso ascenso del mercado chino.
En 2010 Brasil recibió 50 mil millones de dólares de inversión extranjera directa, siendo la principal la china que se focalizó en petróleo, acero y minería. La petrolera china Sinopec se hizo con el 40 por ciento de la subsidiaria local de Repsol y con el 40 por ciento del campo petrolífero Peregrino, por 7 y 3 mil millones de dólares respectivamente. China ha puesto un pie en la camada pre-sal, las mayores reservas de petróleo descubiertas en el mundo desde 2000.
Sergio Gabrielli, presidente de Petrobras, se despachó con un par de frases que describen la situación. Si el gobierno estadunidense quiere dar valor estratégico a sus importaciones de petróleo de Brasil, tiene que crear condiciones para valorizar la alianza estratégica. Ese es el desafío que tiene Estados Unidos. Pero en este momento no tiene cómo valorizar esas relaciones estratégicas
, dijo Gabrielli cuando Obama aún no había salido de Chile (Valor, 22 de marzo).
Brasil es la nueva potencia petrolífera que puede convertirse en el cuarto producto mundial y Petrobras está realizando las mayores inversiones del mundo: 224 mil millones de dólares hasta 2014, algo que ninguna empresa petrolera del mundo puede hacer. Estados Unidos no puede subirse a ese tren, cuando teme que Japón no pueda seguirle comprando bonos del Tesoro y China deje de hacerlo. En tres semanas Dilma Rousseff vuela a China, su principal socio comercial, financiero y estratégico, donde participará además en una reunión del BRIC (Brasil, Rusia, India, China). Un viaje en serio, con socios mucho más prometedores, con los que se relaciona de igual a igual.