Ni quito ni pongo rey
an a consultar. Van a buscar a quién culpar de lo que ya no tiene remedio. Entre líneas del sinfín de encuestas pasean las sombras de Luis Felipe Bravo Mena, Ulises Ramírez y José Luis Durán Reveles. Como en la leyenda del callejón colonial: bienaventurados los que saben la hora en que van a morir. Y los tres del PAN, comendador, senador, oidor, salen de escena hoy mismo. Queda la Corte de los Milagros, donde doña Dolores Padierna encabeza el coro que alienta al marxista Alejandro Encinas a ser Macbeth y esperar que los bosques caminen hasta el valle de Toluca. Con otras voces, en otros ámbitos, Encinas pudo y debió ser un buen candidato; que pudiera flotar sin vejigas que resultan piedras atadas al cuello.
Mala apuesta la de una izquierda empeñada en llegar al suicidio aferrada al voto útil, a la fantasía de las ideologías muertas en aras de impedir el retorno al pasado autoritario, entregando el poder al neoconservadurismo, que es tan añejo como las mezquinas ambiciones de los compañeros de viaje, ahora de vuelta, antes en busca de la utopía. Y nos van a decir que el país se juega el futuro en la consulta ociosa de hoy, en las elecciones de gobernador del estado de México. Las va a ganar el PRI. Y van a darle a Felipe Calderón otro argumento torcido para invertir la máxima de Von Clausewitz y hacer de la política una prolongación de su guerra; visión del golpe de Estado a la manera de Luis Bonaparte. Nadie parece de las sonrisas que luce el de Michoacán en plena tempestad.
El estado de México dejará de ser escenario para la simulada puesta a prueba de la elección presidencial; el laboratorio de la política nacional que nunca fue. Aunque en política lo que parece, es. La derecha panista se evaporaría ante la elegante memoria, mitificada, glorificada de Isidro Fabela. La izquierda perredista va a perder todo, sea cual sea el resultado de la consulta. Lo dicho por Cuauhtémoc Cárdenas en estos días y ante grupos universitarios trasciende la sobriedad, casi sombría, del discurso del hijo del Tata en las horas del desvanecimiento del frente unido que trazó después de 1988 y se dispersó el año 2000. Jesús Ortega y las sinrazones esgrimidas en favor de la alianza con el PAN van a enturbiar las opciones de la izquierda en los comicios presidenciales de 2012.
En las dos últimas elecciones del estado de México, el PRI ganó 98 alcaldías, entre ellas las suburbanas clasemedieras del PAN y las de raigambre popular y pobre que gobernaba el PRD; la mayoría en el Congreso local y 39 de la 40 diputaciones federales. Tres años antes, a duras penas logró siete curules. Luis Videgaray, Ernesto Nemer y Alfredo del Mazo dejaron vía libre a Eruviel Ávila a uno de esos arrabales. Dónde iban a encontrar los conjurados un tránsfuga capaz de ir contra sus propios intereses, renunciar al unto de la expectativa, cuando llegan a la elección de gobernador con tantas ventajas. Y si hace seis años el mítico laboratorio resultó en victoria estatal y derrota presidencial para el PRI, la terquedad de ponerse el yugo va a realzar la fuerza del gobernador Enrique Peña Nieto.
Así no se le puede ganar al PRI; no queda más que esperar que se derrote a sí mismo. No sería la primera vez. Arturo Montiel decidió ofrecer al expectante público el fruto de su talento literario; versión autobiográfica del desastre, la impúdica exhibición en el ágora electrónica de la fortuna inexplicada. Atribuida o auténtica, el aspirante a presidente de la República no pudo aclarar montos ni origen, no supo responder a los intencionados cuestionamientos. Penosa exhibición que consolidó la candidatura de Roberto Madrazo. Y su derrota, a pesar del festejo prematuro de sus incondicionales. ¿A quién sirve la presentación del tomo de marras a estas alturas, en pleno proceso estatal electoral, en el arranque del proceso de la sucesión presidencial? Con amigos así, Peña Nieto no necesita enemigos. Tal vez por eso sonríe Felipe Calderón en Acapulco, mientras levantan cinco cadáveres descuartizados en el puerto donde volvió a refugiarse Manuel Añorve.
Hoy se despide del gobierno de Guerrero Zeferino Torreblanca. Empresario por vocación, político por equivocación. Cosas de la clase dominante que se desgarraba al desmantelar las instituciones del poder constituido por una Revolución que lo fue, que se escribe así, con R mayúscula. Jorge de la Vega, economista, habló de caballos de Troya. Y Cuauhtémoc Cárdenas dejó el PRI con Porfirio Muñoz Ledo montado en ancas. Esa ruta siguió Zeferino Torreblanca. Y el elegante empresario resultó candidato del PRD a gobernador de Guerrero, de la tierra de Otón Salazar, de Genaro Vázquez, de Lucio Cabañas. Vino el vuelco y después de hacer cuentas de las obras de infraestructura, Torreblanca recibió parabienes del panista Felipe Calderón. Lástima que La Parota quedó en el aire: los ecologistas decidieron que lo del agua al agua.
Llega Ángel Aguirre al gobierno. Todos los caminos conducen al poder. Aguirre no salió del PRI a caballo. En el Senado de la República, esperó que le dieran la candidatura a Manuel Añorve y acudió al rescate del partido en el gobierno del estado que actuaba como si fuera de oposición. Ah, las delicias de recibir el apoyo de los 10 o 15 votos de un modesto panista habitante de Taxco que renunció para unirse al vencedor. Y el PAN levantó arcos de triunfo para que César Nava volviera del olvido y presumiera de la victoria obtenida en Guerrero, de donde salió Juan Álvarez para echar del poder a los reaccionarios que cantaban loas al guerrero inmortal de Cempoala
, que decían Su Alteza Serenísma a López de Santa Anna. La serpiente muerde su propia cola.
Josefina Vázquez Mota se declara aspirante a la candidatura del PAN a la Presidencia de la República. Todo ha cambiado y ya no hay –dicen– en Los Pinos un presidente omnímodo que decida a solas, que incline el fiel de la balanza y así designe al sucesor. Y sin embargo, la diputada, coordinadora de su bancada, antigua secretaria de Educación, declara a los medios su esperanza de que el presidente Felipe Calderón garantice equidad en la contienda, un suelo parejo. Ah, la suspicacia que Santiago Creel tradujo al bárbaro sospechosismo
: hay tres enlistados entre los validos de Palacio: Ernesto Cordero, Alonso Lujambio y Félix Guerra. Atados y bien atados, como el legado de Franco. Por eso insinuó Calderón que sería candidato el mejor, aunque no fuera militante del PAN. Ya no hay cesarismo sexenal; Felipe Calderón sonríe: no quito ni pongo rey... pero candidato, sí.
Hoy consultarán la alianza PAN-PRD y el PRI habrá cumplido la tarea de consolidar la unidad para confirmar las expectativas de conservar el gobierno del estado de México y consolidar la fuerza con que llega Enrique Peña Nieto al proceso de este año, sin perder fuente y origen del poder real, sin quedar en el desamparo a la hora de llegar la definición de la candidatura presidencial. Andrés Manuel López Obrador, único valladar viable, suma entre los de abajo, integra grupos de seguidores: falta saber si logra que vayan a las urnas y voten.
No basta el miedo al retorno del autoritarismo. El Congreso dicta la agenda política, los gobernadores ejercen poder real y disponen de diputados y senadores en el Congreso de la Unión. Diecinueve tiene el PRI. Sin contar los apóstatas. Manlio Fabio Beltrones hace política, integra la dupla con Enrique Peña Nieto: y en Los Pinos no hay, aunque quisiera, quien pueda poner rey.