Sociedad y Justicia
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Prevalencia a partir de la recomposición de las familias: Ruiz Velasco

Aunque no hay registros, crece el maltrato de hijos a padres
 
Periódico La Jornada
Lunes 28 de marzo de 2011, p. 39

Otro rostro de la violencia intrafamiliar es el maltrato de los hijos hacia sus padres, fenómeno poco estudiado por la reticencia de estos últimos para admitir que han perdido el control y mucho más para denunciar cuando los abusos ameritan más que un regaño.

Si bien los especialistas aseguran que el maltrato a padres es cada vez más frecuente, no hay un registro puntual. “Hay una sanción social, y por eso no hay información. Los mexicanos se preguntan: ‘¿en qué papel quedo si admito que mis hijos me pegan?’ Además, hay un contexto en favor del victimario, no de la víctima. De mil delitos, sólo 12 terminan en averiguación previa. La impunidad es total. Por eso, los padres piensan ‘¿para qué denunciar a mis hijos si socialmente me voy a ver mal y además no le van a hacer nada?’”, explica el sociólogo René Jiménez Ornelas, miembro del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Mario se iba de excursión sin avisar adónde iba ni cuándo regresaba. Tampoco contestaba el celular. Tenía 14 años. Cuando su papá pedía explicaciones, hacía una mueca de desprecio y no decía más. Su respuesta a la obligación de ayudar en las labores domésticas fue ¿y yo por qué?, si es tu casa Cuando su papá le explicó que no le regalaría el carro prometido porque no concluyó la preparatoria (reprobó tres materias), Mario respondió ¡qué me importa! Yo no te pedí nada, quédate con tu pinche carro.

Ebrio, empujó a su papá más de una vez. Y las mentadas de madre y demás groserías aunque estuviera en su juicio, dice el hombre de 62 años, que terminó corriendo a su hijo luego de casi una década de ríspida relación.

Víctor Ruiz Velasco, terapeuta familiar e investigador adscrito a la unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana, atribuye la prevalencia de este fenómeno a la recomposición de las familias.

Antes padre y madre estaban juntos y formaban un bloque de poder frente a los hijos. Ahora lo frecuente es que haya familias fracturadas por la separación de los padres. Un padre o madre que se encarga a solas de la crianza de los hijos los sobrevalora, sobreprotege y es más fácil que ellos abusen, expone.

El médico siquiatra apunta que en el pasado el papel de los padres era inexpugnable: tenían vida propia, las familias eran mucho más grandes y el papel de los hijos se diluía. Los hijos crecían, obedecían las reglas de la familia y no tenían el lugar que ocupan ahora. Actualmente los hijos son uno o dos, y la mayoría de los ingresos de los padres es para cubrir las necesidades e incluso los caprichos materiales de los hijos, señala Ruiz.

Margarita Blanco, antropóloga y sicoterapeuta, coincide en que el alto índice de divorcios y el creciente número de madres solteras conlleva a la reproducción del fenómeno. Cada vez hay más padres ausentes ya sea porque ambos deben trabajar todo el día para poder solventar los gastos o bien porque están separados. Al no estar presentes, sienten que deben consentir a los hijos. No ponen límites y ésa es la manera más segura de crear un hijo tirano. Los hijos requieren de coordenadas y marcos de referencia, explica.

La terapeuta puntualiza que la madre es más vulnerable, por ser quien convive más con los hijos.

José Gómez González, titular de la Fiscalía de Procesos en Juzgados Familiares de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, apunta que otro factor que determina conductas violentas en adolescentes es la falta de autoridad moral o económica de los padres. Muchas veces los padres no tienen autoridad para exigirles que cumplan sus obligaciones básicas, como estudiar o cooperar en las labores de casa, porque son agresivos, alcohólicos o dependientes de alguna sustancia. Eso provoca que el hijo repita patrones de conducta y, por ende, enfrentamientos violentos entre padres e hijos, explica.

Los hijos que no fueron atendidos o bien tratados, al adquirir cierto grado de desarrollo pueden volverse violentos contra quien los agredió, concuerda Jiménez Ornelas. Sin embargo, si no hubo violencia en el núcleo familiar, la conducta agresiva puede explicarse a partir del contexto social, donde las oportunidades para los jóvenes son mínimas o no existen y esto, aunado al consumo de drogas, da un joven violentado socialmente que se va contra quienes tiene cerca, es decir, sus padres.

Ante la falta de oportunidades, agrega, la opción más sencilla es volverse narco o dedicarse a la piratería. Del otro lado están quienes sin ejercer la violencia verbal o física hacia sus papás, cometen un abuso económico al hacer que cubran sus necesidades materiales cuando están en edad y condición de valerse por sí mismos. Antes los hijos se iban de la casa paterna a los 18 o 21 años. Ahora se van cada vez a edades más tardías y, si quieren formar una familia y no pueden independizarse debido a la crisis económica, más que perder un hijo, los padres ganan una hija y un nieto, concluye el académico de la UAM.