Martes 21 de junio de 2011, p. 4
Febrero de 2007. Felipe Calderón ensaya su estrategia contra el crimen organizado con un fuerte ingrediente militar. A las ciudades norteñas de Monterrey, Nuevo Laredo y Matamoros llega una fuerza combinada de 3 mil 300 soldados y policías federales. Es la Operación Conjunta Noroeste. El narco de la región, donde reinaba en ese momento el cártel del Golfo, con Los Zetas operando como su brazo armado, contrataca: dos días después del arribo de la tropa –19 de febrero– un comando de sicarios ataca el vehículo del diputado federal y ex alcalde de Nuevo Laredo Horacio Garza Garza y mata a su chofer. El legislador sobrevivió.
Es el principio de la contraofensiva. Al consulado estadunidense en Monterrey no le cabe duda.
Los despachos que se envían desde los consulados de Estados Unidos en la franja fronteriza tamaulipeca –Nuevo Laredo y Matamoros, principalmente– son pocos y, a diferencia de la nutrida información que genera la misión consular en Monterrey, los textos son escuetos en información y pobres en análisis.
Desde la capital regia, precisamente, llega al Departamento de Estado la primera reacción de lo ocurrido en Nuevo Laredo, en un cable en el que se destaca la pasividad de las fuerzas del orden ante los golpes de las organizaciones criminales. Particularmente a partir de la contraofensiva del cártel del Golfo y Los Zetas ante el incremento de presencia militar, de lo que se habla es de impunidad. Nos preocupa que los responsables de estos asesinatos no sean arrestados ni perseguidos
, expresa el ex cónsul en Monterrey Luis Moreno en el cable 07MONTERREY130 (97717).
En este despacho se califica de particularmente perturbador
el intento de asesinato en contra del priísta Garza, ya que después de los hechos no observamos que se registrara ninguna acción militar para perseguir a los perpetradores
.
Sobre el ataque a Garza, el cónsul expresa textualmente: Nuestros agentes de seguridad creen que el atentado fue en represalia por el incremento de presencia militar en la ciudad de Nuevo Laredo. Nota: se nos informa que inmediatamente después del intento de asesinato, policías municipales, estatales y federales se lanzaron a patrullar las calles. Pero dos horas después del hecho toda actividad o presencia policiaca en la ciudad había cesado
.
Más adelante comenta las declaraciones hechas en esas fechas por el secretario de la Defensa Guillermo Galván, quien explicó que la Operación Conjunta Noroeste pretendía irrumpir en las rutas tradicionales de drogas y armas con retenes en las vías de comunicación entre Nuevo León y Tamaulipas. Pero al menos hasta el 17 de febrero, no había militares en los retenes habituales entre las dos ciudades, aunque nuestro agente de seguridad regional sí vio un nuevo puesto militar en la entrada principal del puente internacional Colombia.
Efecto cucaracha
Al primer trimestre del gobierno de Calderón, la embajada de Estados Unidos generó el primer cable diplomático evaluando el desarrollo de la política antinarcóticos de la entonces flamante administración y la oleada de operativos policiaco-militares que se aplicaron inicialmente en ocho estados.
Lejos del triunfalismo oficial, que en esos días alegaba que el alza incontenible de la violencia era señal de que el gobierno avanzaba
y estaba golpeando al crimen organizado
, un análisis confidencial de la entonces encargada de la embajada en México Leslie Basset (cable 07MEXICO1068) destaca que los operativos militares desplegados en las zonas más críticas del país habían producido un efecto cucaracha
, retomando un término periodístico que se puso en boga en esos años, refiriéndose a la dispersión de las actividades del narcotráfico a estados donde tradicionalmente no habían penetrado, como Aguascalientes, Oaxaca y Yucatán.
A pesar de reconocer su efecto contraproducente, ya desde entonces (2 de marzo de 2007) los diplomáticos estadunidenses prefirieron alinearse con Calderón, asegurando que “la ofensiva federal sorprendió a los cárteles con la guardia baja”. De tener éxito en su estrategia –decía Basset, esperanzada–, Calderón obtendría un capital político que le está haciendo mucha falta
. Pero –estimaba– el Presidente panista sólo pasaría la prueba de fuego si “demuestra que es capaz de institucionalizar la presión de la fuerza policiaca, desarrollando de manera paralela operaciones de inteligencia a pequeña escala y manteniendo un esfuerzo sistemático para golpear la base económica que sustenta a los cárteles”.
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