Opinión
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Melón

El Waikikí

Foto
Elepé de Son Clave de OroFoto tomada de http://yambulatinsalsasoul.com
E

l Son Clave de Oro tuvo una temporada, por cierto bastante larga, en que gozó de mucha popularidad, estuvo presente en varias películas, tuvo programas de radio, actuó en salones de baile y una enorme vitrina llamada Waikikí, lugar obligado de visitar por los noctámbulos de aquella época en que el son cubano tuvo una evolución notable, por supuesto antes de la aparición del mambo.

En discos se popularizaron números como Me estoy poniendo viejo; Estoy acabando; Shampoo de cariño; Acelera, interpretado por El Tapatío, y un bolero llamado Mil gracias, con la intervención de Pepe Vázquez Chepilla. A pesar de la indiferencia del público de clase alta, que consideraba al son cubano música de las clases de nivel bajo; se perdieron de disfrutar con la calidad de verdaderas estrellas.

El Tapatío supo manejar al Clave de Oro exitosamente, y cuando se retiró, los que lo heredaron tuvieron mucho que ver con su desaparición. En varias grabaciones se puede apreciar no sólo el estilo de esta agrupación, también solos de Ramón Dorca y Francisco de la Cruz Carabela. Debo hacer mención de dos percusionistas de liga mayor: Armando Peraza y Mongo Santamaría, sí monina, leyó usted bien. Peraza, al paso del tiempo, estuvo con Santana, y Mongo fue todo un figurón y uno de los primeros en interpretar lo que ahora llaman jazz latino, una más de las etiquetas que le han puesto a la música cubana.

Aquí les diré, mi nagüe, algunas cositas que me han hecho dudar de varios seudoconocedores. Mis primeras dudas fueron la conga y la rumba de Xavier Cugat, aunque debo reconocer que tuvo para mi gusto grandes aciertos, como lo que grabó con Miguelito Valdés, y un álbum donde se encuentran Cariberia y Río La Yagua. Después apareció en Nueva York la pachanga muy diferente a la de Eduardo Davidson, le añadieron Charanga pachanga y los bailadores utilizaban un pañuelo. De este estilo fui testigo, y me pareció un chachachá rápido, e incluyeron el grito a caballo.

Más tarde apareció el boogaloo, y Joe Cuba tuvo un gran éxito con El Pito (sin albur), que hasta Pablo Beltrán Ruiz y los Hermanos Castro se contagiaron con este estilo que no es nada más que un son montuno disfrazado. Después vino el singalín, que incluso debo confesar no sé si así se escribe, pero sí sé que se cantaba en inglés y le llamaban crossover, para después salir con lo que llaman salsa, de la que me sigo negando a reconocer su existencia como ritmo.

Volviendo al Clave de Oro, tuvo elementos mexicanos de gran valía. Vienen a mi memoria Chucho Rodríguez, quien formó una orquesta de tanta calidad que era conocida como La Aacademia, y un par de trompetistas como Mezcalilla y Manolo Osorno Buendía, que todavía no sé por qué cambió el apellido a Güido; pero haciendo a un lado la incógnita, la calidad de ambos está fuera de duda.

Todas las noches desde La Guay, que así era conocido el Waikikí, había transmisión a control remoto con el Clave de Oro, con resultado positivo. Eso servía de invitación a la clientela independientemente del atractivo de las niñas de la noche que eran eso, todo un atractivo, la variedad era todo un espectáculo, porque se presentaban artistas de primer nivel, como diría Lalo Tréllez. En La Guay se presentaron Las mulatas de fuego, y parte de ellas eran Celia Cruz y Elena Burke, así como una revista producida por Juan Bruno Tarraza, en la que actuó Benny Moré.

Llegó al moropo (cerebro) una criatura del señor de nombre Manya Rosay, quien sencillamente paraba el tráfico, eso sí, naturalita, no como las de ahora, que son mandadas a hacer sobre pedido. También asistían famosos, uno de ellos, Kid Azteca, quien gozaba de la cercanía muy cercana, como diría Cantinflas, de una belleza conocida por La Coneja, de cara lavada, no usaba maquillaje, pero créame, monina, no lo necesitaba. Otros personajes eran los gemelos Víctor y Mario, buenos en serio para el baile, y cada vez que había concurso de danzón, ellos lo ganaban, uno u otro.

El dueño del Waikikí se apellidaba Mocelo (sic), y la dirección era Reforma 13. Pero déjame, mi asere, recordar a Fayuco Mora Limón, sonero que también perteneció al Clave de Oro, y éste, su yeneka, lo presentaba como mi tío. Tenía una agilidad mental digna de admirar, y en una ocasión lo cuestionaron sobre el parentesco, por aquello de los apellidos, pero nunca esperaron la respuesta: Mira, él es Melón, yo soy Mora Limón. ¡Somos frutales, animal! Ahora sólo queda recordar ¡¡piano, piano, piano toca el piano, ya se va el pianito de la Clave de Oro!! ¡Vale!