Los Rebeldes..., uno de los grupos que amenizaron la fiesta
Lunes 22 de agosto de 2011, p. a15
Oh Lucila, no te vayas por favooor, te lo pido de rodillaaas, no me vayaaas a dejar.
Sudoroso, Luis Cabezas Camargo, sesentón, se movió al ritmo de las rolas que hace 40 años le dieron fama de buen danzarín.
A falta de una pareja, lo rodearon cuatro mujeres; mi esposa, mi cuñada y unas amigas
, dije complacido.
No ha perdido tiempo alguno y en el sauna, que fue el Palacio de los Deportes, le ha dado febrilmente a los temas de la añoranza a cargo de Los Rebeldes del Rock.
Los de la juventud acumulada, por utilizar un término común, festejaron su día, y el domo de cobre y las instalaciones aledañas resultaron insuficientes para contener a la entusiasta brigada de las cabelleras blancas.
Por un día, o más correctamente, por toda una tarde y parte de la noche, los adultos mayores, como eufemísticamente los denomina el habla oficial, fueron el blanco de las atenciones de la radiodifusora El Fonógrafo, primordialmente, aunque lo mismo estuvieron empresas de pañales que de fijadores de dentadura, aparatos para sordera y hasta una funeraria, que se hizo presente con todo y una vieja carroza.
Con esto, ¿quién se acuerda de los problemas del país?
, preguntó Cabezas ante el cuadro de ancianos, algunos con bastón, en sillas de ruedas, sentados en banquillos de lona que adquirieron a la entrada, en 75 pesos, pero todos con caras radiantes, aunque aceptó que la situación del país es de mucha violencia.
Además de los ya también adultos mayores que son los mismos Rebeldes…, otros grupos animaron el baile, como Latino, que vino desde su base en Pachuca, y que fue colocado en la pista principal, justo la que cubre el domo de cobre, a la par del graderío, que por ratos fue insuficiente para dar reposo a la legión de bailadores, que le dieron lo mismo al mambo que al cha cha chá o al swing.
Apenas audible fue la respuesta de Macario al preguntarle su nombre; él bailó apenas un leve bamboleo con Teresita. Octogenarios ambos, no faltan a la cita anual, dijo la nieta veinteañera.
Cuánta diversión
, comentó María Antonieta Reza, cuarentona que acompañó a su madre, Paula Rocha, quien tiene 78 y que solita, con su cuerpo menudo, siguió el ritmo, al compás de las notas de Noches y días perdidos.