ada temporada de lluvias crecen los encharcamientos e inundaciones en la ciudad de México y su zona metropolitana. No se debe sólo a que, como afirman las autoridades, llueve como nunca. También contribuye la desidia y corrupción de ellas. Un ejemplo: según la Procuraduría Ambiental y Ordenamiento Territorial (PAOT), la población denuncia cada vez más la presencia de tiraderos ilegales de escombros provenientes de la construcción de casas, edificios y los que dejan las obras que el sector público y algunas empresas realizan en calles y avenidas. A estos sitios van a parar con frecuencia tales materiales, cuando por ley deben depositarse donde no causen daño.
Para la capital del país son 5 mil toneladas diarias de ese tipo de basura. Una parte (cascajo triturado y tierra) se admite todavía en el Bordo Poniente para usarla en la construcción de las celdas, pero con el cierre paulatino de este tiradero se lleva hasta poblaciones conurbadas o de plano se arroja a cielo abierto creando así severos problemas. Si esos desechos son reciclados adquieren un importante valor económico al utilizarse en obras públicas y de particulares.
Tirar escombros en sitios no autorizados se penaliza con cárcel y multa, pero apenas unos cuantos son sancionados. Mucho menos lo son los que depositan arena, grava y otros materiales para la construcción de casas, edificios o mejoramiento urbano en banquetas o en plena calle. El agua de las lluvias se lleva parte de esos materiales a los sistemas de captación del drenaje donde, junto con la basura, forma un tapón que ocasiona cientos de encharcamientos y hace que casas y comercios sufran daños cada que llueve.
En crearle problemas a la población a veces las autoridades se pintan solas. Así ocurre en las colonias de moda, la Condesa y la Roma. La primera se encuentra sobresaturada de restaurantes, bares y cafeterías. Como estos negocios y otros más no cuentan con estacionamientos propios, habilitaron como tales calles y avenidas.
Por otra parte, el ruido y las molestias a los vecinos aumentaron desde que la calle se transformó en el sitio donde la clientela de bares, restaurantes, cafés y cantinas puede fumar. Lo anterior se agrava con la apertura de un nuevo sitio para espectáculos masivos: El Plaza Condesa, ubicado entre las avenidas Tamaulipas y Nuevo León y donde este mes se presentan, entre otros, Eliades Ochoa, Cristian Castro y Mijares. Se trata de una mole de cemento y varilla que lo mismo ha servido para un barrido que para un regado. Ahora forma parte de la empresa líder en el ramo, y una de las más protegidas por las autoridades citadinas: Ocesa; también por las federales que, a un elevado costo, le encargaron el manejo logístico de la pasada Cumbre Climática de Cancún. Tan goza de protección, que El Plaza Condesa carece de un estacionamiento por lo que será la calle la que sirva para ese fin. Es de esperar que la nueva sala de espectáculos cumpla con todas las medidas de seguridad y no sea una trampa mortal.
Cancún es otra ciudad saturada gracias a las autoridades. Aunque el gobierno federal finalmente declaró que dicho centro turístico rebasa en 7 mil el número de habitaciones de su zona hotelera (hoy dispone de 37 mil), y que por ningún motivo convenía construir ni una más, el poderoso caballero don dinero (en este caso un inversionista vinculado con los ex gobernadores Joaquín Hendricks y Félix González, muy recordados por sus negocios) logró iniciar las obras de un nuevo hotel contiguo al Centro de Convenciones de la ciudad. Otra derrota para los ciudadanos y los regidores que se opusieron a dicho proyecto, aprobado durante la administración de Greg Sánchez. Cabe recordar que el actual edil, Julián Ricalde, fue en dicha administración director de Servicios Públicos y secretario de Desarrollo Social. Así, todo queda en familia.
Otra muestra de saturación: por medio del sistema de Internet de la Secretaría de Transporte de la ciudad de México se puede obtener una cita para cambiar fácilmente la tarjeta de circulación. Loable iniciativa si no se la dieran a la misma hora a decenas de personas. Tiempo de espera para realizar el canje: tres horas, mínimo. Y los funcionarios presumen de efriciencia…