l presidente Barack Obama hablará el jueves próximo en una sesión conjunta del Congreso estadunidense sobre la forma en que piensa resolver el asfixiante problema de desempleo que sufre su país. Se espera que exponga su plan para abatir el desempleo, que por ahora ronda 10 por ciento. En un ambiente cada vez más polarizado tendrá que tomar partido, ya que su neutralidad sólo ha favorecido al status quo.
Se espera que su discurso refleje de una vez por todas a quién beneficiarán sus políticas económica y social. Por un lado, quienes votaron por él han visto con desmayo que la esperanza de cambio prometido se diluye con cada decisión que toma, cediendo a las presiones de sus opositores más conspicuos, encabezados por los fanáticos del Tea Party. Salud, impuestos y medio ambiente, entre otros temas, han sido sacrificados en aras de un consenso nunca logrado. Por otro lado, hay quienes esperan que la política de chantaje de los conservadores acabe con la ya escasa voluntad del Presidente para el cambio prometido. El anuncio de menores impuestos, mayor reducción de la intervención gubernamental en la economía y menos regulaciones para contener la voracidad empresarial serían algunas de las declaraciones que a este grupo le gustaría escuchar y coronar así la ofensiva conservadora anunciada el mismo día en que Obama tomó posesión como primer mandatario. Por último, hay quienes temen que, de acuerdo con su política de consenso, el Presidente se inclinará nuevamente por una solución intermedia. Ésta no dejaría conforme a nadie, ya que prolongaría el impasse en que el país ha entrado desde hace varios meses, cuyo efecto más aparente es el deterioro en el nivel de vida de la mayoría de la población, uno de cuyos aspectos es el alto nivel de desempleo.
Más de un economista de corte liberal ha reclamado al Presidente su falta de decisión para tomar medidas más drásticas para apuntalar la economía y evitar que entre en una nueva etapa recesiva. Mayores recursos destinados al sector de la construcción, especialmente el gasto en infraestructura, y mayores estímulos monetarios y fiscales a las clases medias y pobres forman parte de las propuestas de este grupo de especialistas.
Tal vez sea una de las últimas posibilidades que el Presidente tendrá para resarcir su deteriorada imagen dando la razón a quienes lo apoyaron en 2008 y terminando con las concesiones a las cada vez más draconianas medidas que sus opositores proponen para reducir el déficit, una de ellas el despido de decenas de miles de trabajadores federales.
Un trabajador público se arrojó desde la alcaldía de Costa Mesa, ciudad del sur del estado de California, cuando, al igual que la mitad de los trabajadores en el gobierno de esa ciudad, recibió la notificación de su despido, como parte de las medidas de austeridad impuestas por el gobierno local. Obama no debería ignorar que ello es sólo un ejemplo de la desesperación en que también viven otros millones de trabajadores.