n mi percepción la candidatura del PAN para la Presidencia recaerá en Josefina Vázquez Mota y no en Ernesto Cordero. Éste es sacrificable, y así lo han entendido todos menos él. De los precandidatos panistas hasta ahora conocidos la mejor posicionada es la señora Vázquez Mota, y aunque los dirigentes de su partido saben que con ella o sin ella el blanquiazul quedará en tercer lugar, querrán aprovechar el arrastre de la candidatura femenina para colocar más diputados y senadores en 2012. En otras palabras, el año entrante el PAN no jugará a ganar Los Pinos sino a tener más representantes en el Congreso de la Unión.
El candidato verdadero de Calderón, aunque nunca lo dirá, es Enrique Peña Nieto. Éste es el Fox de Zedillo, y Cordero o Vázquez son el Francisco Labastida del gobernante saliente. ¿Por qué?
Porque quienes mandan en México están interesados en la continuidad del régimen político consolidado por Salinas de Gortari, vigente hasta el día de hoy. A esos mandones no les interesan el PAN o el PRI, pues saben que representan, en lo fundamental, la misma ideología y los mismos intereses. Si han apostado más a Peña Nieto no es porque éste sea un buen político (basta oírlo hablar sin papel al frente) sino porque Calderón resultó ser muy malo y en su partido no se ven mejores cartas. Las apuestas, ahora de moda, son a la sensación inconsciente de millones de mexicanos de que la única opción que les deja el proceso electoral es la alternancia y, por lo mismo, el voto de castigo (que también sería voto útil).
Dicha alternancia, para los que mandan y dominan en el país (y aquí no excluyo a Estados Unidos), será siempre mejor por el flanco derecho de la política, por la continuidad del régimen, por el statu quo. Así las cosas, mal harían en interpretar equivocadamente la situación actual. Es claro que la popularidad de Calderón está en declive, que en general su política ha sido desastrosa, que esta política lo único que ha producido es más pobreza y más inseguridad y que ésta perjudica los negocios de muchos y la tranquilidad del grueso de la población. Todo esto junto, y más, revela que la población quiere un cambio, así dicho, sin adjetivos. Por lo tanto, si los panistas hicieron muy mal las cosas como gobernantes, pues que gobiernen los priístas.
Al igual que cualquier observador (salvo los del chuchismo convenenciero), los que mandan saben muy bien que los priístas de ahora no son iguales que los de antes. Los nuevos priístas, en su mayoría jóvenes, fueron educados en el neoliberalismo inaugurado como ideología partidaria por Salinas de Gortari cuando ocupaba Los Pinos. Estudiaron en universidades tecnocráticas, tanto nacionales como extranjeras, gozaron de las fortunas mal o bien habidas de sus padres, heredaron en suma otro modelo que hicieron suyo con absoluta naturalidad y sin cuestionarlo. Para los grupos dominantes el triunfo del PRI no sería –porque no es– una vuelta al pasado, sino la continuidad del sistema que los ha beneficiado. Si un alto porcentaje de la población ya está harta del PAN, pues a darle una alternativa igualmente de derecha, un aparente cambio para que todo permanezca, para que nada cambie.
Lo que defienden los grupos empresariales que dominan la economía del país es que en el gobierno federal, en la jefatura del Poder Ejecutivo de la nación, esté un moderado, alguien que no quiera cambiar el sistema o el régimen político que se ha venido construyendo con todo tipo de esfuerzos, incluso con las trampas electorales de 1988 y de 2006. Cordero, Vázquez Mota, Peña Nieto son, para ellos, lo mismo, y su enemigo es, obviamente, López Obrador. Al zigzagueante Ebrard se le ve como un mal menor en el caso de que ganara en las encuestas. De aquí que todas sus baterías vayan contra el tabasqueño y que al actual jefe de Gobierno del DF se le trate como si fuera alguien de los suyos o que invitarían a comer y hasta a sus fiestas privadas. Ya lo vieron actuar en el proceso electoral del estado de México y en relación con la perspectiva de que hubiera alianza con el PAN. Ya lo vieron cabildear como presidente de la Conago y el famoso saludo a Calderón que no supo explicar coherentemente. Piensan que es cooptable, y tal vez no se equivoquen.
Toda la tierra (para decirlo con suavidad) que le echan a López Obrador, desde todas las tribunas imaginables, es para desacreditarlo, incluso para que no le gane a Ebrard en las próximas encuestas que acordaron los dos precandidatos para saber quién será el mejor posicionado y por lo tanto candidato del PRD y sus aliados. Y esta batería de ataques obedece a un cálculo muy simple: no arriesgar nada, pues saben que el ex jefe de Gobierno del DF podría dar una sorpresa en 2012 gracias al apoyo que ha venido tejiendo desde hace cinco años y al creciente Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). La política (también lo saben) suele dar giros muy extraños y sorprendentes. Ya ocurrió en 1988 y en 2006, ¿por qué no también en 2012? Sucedió también en Nicaragua cuando en 1989 las encuestas les daban el triunfo a los sandinistas y ganó en 1990, con el franco apoyo de Estados Unidos, la neoliberal Violeta Chamorro. Es el fascinante misterio de la política y sus movimientos a veces muy rápidos y cambiantes.
Saben que, en última instancia, les quedaría el recurso de un fraude más en las elecciones federales del año entrante. Cuentan con el famoso (por desacreditado) Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y, por si no fuera suficiente, con un IFE incompleto y tal vez peor que el que presidiera Ugalde y, además, tienen el dinero para comprar conciencias y todo tipo de trapacerías. Todo puede ocurrir… si los que queremos otro rumbo para el país los dejamos. No somos minoría.
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