a Gruta, ese pequeño espacio dentro de lo que es el Centro Cultural Helénico fue concebido, hace ya muchos años, por su fundadora, Mercedes de la Cruz, como una posibilidad de que los teatristas nuevos pudieran mostrar su trabajo. Al correr del tiempo y con las vicisitudes que ha corrido el Helénico, La Gruta se fue convirtiendo en un lugar en donde las experimentaciones son bienvenidas, ya sea de jóvenes principiantes o, como es el caso que me ocupa y otros, de profesionales con alguna trayectoria pero con textos y montajes que rompan con lo tradicional y experimenten en juegos dramáticos que atiendan a la inteligencia y capacidad de reelaboración de lo visto por parte de los espectadores. Esto viene como anillo al dedo a lo declarado por los miembros de la nueva compañía La cooperativa formada por actrices y actores que, después de trabajar con Daniel Veronesse, decidieron formar su agrupación; lo negativo de todo esto sería que en este espacio teatral es costumbre –luego extendida a otros– dar funciones de cada obra sólo un día a la semana, por lo que quien tenga el interés, como yo, de seguir la escritura de la talentosa Bárbara Colio puedan acudir un martes, que es cuando está programada A propósito de Alicia.

La primera escena, es un tanto macabra, con la novia muerta y el peluquero amanerado y parlanchín que habla con ella como si estuviera viva, la maquilla y la prepara para el féretro. Esta escena, que puede o no ser un preámbulo, se convierte en la segunda y más larga escena, en la obra de teatro con que Emma debuta como dramaturga y es también el recurso que ella utiliza para atraer a su antiguo amante Carlos, que es un escritor en impasse ante su nueva novela, so pretexto de que le dé una opinión acerca de su texto. Esta es la primera vuelta de tuerca de la obra, en donde la realidad y la ficción se confunden, sobre todo porque los dos ex amantes, en medio de los recuerdos de su pasado común, hablan de Alicia y se preguntan en dónde estará. En la tercera escena, la novia –a la que han llamado Alicia– está más que viva, agitada y locuaz, le platica al peluquero acerca de su vecina Emma que se suicidó. Para llegar a la verdad, si es que se puede, los espectadores deberán tejer su propia historia con los elementos que le ofrece la autora y destrabar lo real de lo irreal que se nos cuenta.

La escenografía fue diseñada por el propio colectivo y consiste en un rectángulo que, iluminado por los focos que tiene en sus extremos laterales y superior, puede ser el espejo de la peluquería y, colocado a un lado, sin luces, es puerta de entrada, además de unos pocos muebles que serían la estancia de la casa de Emma. El director Aarón Hernández Farfán une a su buen trazo inteligentes detalles como sería el ocultamiento del retrato de Alicia por parte de Emma para que Carlos no lo vea, lo que añade mayor ambigüedad a la trama. Las escenas de seducción, que no llega a concretarse, de Emma hacia Carlos son difíciles y están muy bien logradas, mientras que detalles de los personajes, que los identifican como, la pipa con que Carlos cobra aspecto doctoral, están muy bien pensados. En estridente estereotipo gay el peluquero, más en la primera escena que en la última, con su falso acento, se aparta de las otras convincentes actuaciones, quizás por darle un peso de irrealidad a su personaje en un momento de gran irrealidad. Claudia Nin es la novia, que en su segunda aparición muestra toda la exaltación y nerviosismo de una novia auténtica. Carlos Valencia incorpora al peluquero en sus dos escenas. María Inés Pintado encarna a una Emma en su juego de suplicar sin hacerlo de viva voz y José Carriedo es un Carlos pedante y engreído.

Bienvenida esta compañía que ojalá no se desintegre como ocurre en otros casos y cuya primera escenificación como colectivo cuenta con la iluminación de Sergio López Vigueras, la musicalización de Malevo, la asesoría en vestuario de Teresa Alvarado y de peinados –que permiten al actor Carlos Valencia realizarlos en la novia frente al público de Marco Antonio Alvarado.