Al israelí Dan Shechtman le valió más creer en sus ojos que en el dogma
El 8 de abril de 1982 halló una estructura cristalina considerada hasta entonces imposible, pero no la desechó
Entonces nadie lo siguió y fue obligado a salir de su grupo de investigación
Jueves 6 de octubre de 2011, p. 2
Berlín, 5 de octubre. Gracias a que en el momento decisivo creyó más a sus ojos que al dogma aparentemente irrefutable de la química, el israelí Dan Shechtman fue galardonado hoy con el Premio Nobel de Química.
El 8 de abril de 1982, Shechtman descubrió una estructura cristalina considerada hasta entonces imposible, y no la desechó, pese a que en ese momento se dijo a sí mismo: Una criatura semejante no puede existir
.
Muchos colegas se burlaron de él y lo marginaron, si bien es posible que hubieran observado algo similar. Deben de estar molestos con ellos mismos ahora, porque Shechtman recibirá el 10 de diciembre la máxima distinción en química, dotada con 10 millones de coronas suecas (1.4 millones de dólares).
Shechtman es un experto en cristales, que constituyen uno de los principios de construcción más importantes de la naturaleza inanimada.
En la sal común, los átomos de sodio y cloro tienen una disposición regular y se ordenan siempre manteniendo la misma distancia entre sí. En las tres dimensiones, esa pauta se repite de forma regular.
Un cristal tiene un orden interno determinado. Esto vale para muchos minerales, para sustancias puras como el oro, para el hielo o el azúcar, así como otros innumerables materiales.
Los átomos adoptan un orden regular. A partir de esta observación, que se repite en gran cantidad de sustancias, los científicos establecieron una regla básica: todos los cristales están formados por partículas dispuestas de forma regular que siguen una pauta que se reitera en todo el cristal, con lo que se obtiene una red tridimensional que posee simetría.
En el caso de la sal común, la unidad básica son dados diminutos.
Llevando esto al plano bidimensional, se puede comparar con los azulejos cuadrados, con los que se puede cubrir sin problemas una pared.
Con azulejos de cinco lados no se puede cubrir por completo un piso, así como tampoco se podría llenar por completo una habitación con prismas de cinco caras.
Esto hizo que los científicos tomaran por verdad absoluta que los cristales con simetría de orden cinco son inexistentes.
Shechtman se encontró de pronto con una aleación de aluminio y manganeso, a la que enfrió de golpe, que no cumplía con esta regla básica.
Una mirada a la aleación por el microscopio electrónico demostró ese 8 de abril de 1982 que aparentemente la simetría de orden cinco sí existe. El cristal no era periódico. Esto era como un ingreso a un mundo nuevo, prohibido. Un dogma de la química fue derribado.
Pero nadie lo quiso seguir, indicó Shechtman en declaraciones al diario Haaretz en abril.
Es más: el director del grupo de investigación al que pertenecía entonces le dio un libro en el que figuraba el dogma vigente y le dijo: Por favor, lee lo que dice aquí
.
Yo le dije que estábamos frente a algo que iba más allá de lo que decía ese libro
, relató el investigador israelí. Un día después, el director le pidió que abandonara el grupo, porque era una vergüenza
para él.
Vivió años duros
, dijo la esposa de Shechtman, Zipi, a la radio israelí. Era uno de los profesores de los que se burlaban a escondidas en los congresos, añadió.
Pasó mucho tiempo hasta que el descubrimiento de Shechtman pasó los filtros del sistema científico
, señaló Sven Lidin, miembro del Comité Nobel.
Y el propio Shechtman aprendió de su experiencia que un científico es bueno cuando es humilde y está dispuesto a escuchar resultados inesperados, indicó. Así, el galardón de hoy parece ser un premio Nobel a la tenacidad.
Apertura científica
El calvario duró unos dos años. Entonces, colegas abiertos a nuevos conocimientos relacionaron los datos de Shechtman con previsiones matemáticas anteriores.
A finales de 1984 fueron publicados dos artículos de Shechtman y varios colegas. Así, los cuasicristales fueron aceptados en el mundo científico.
Luego, otros investigadores hallaron imágenes similares entre sus datos, pero nadie les había prestado la suficiente atención.
Estos cuasicristales, con sus propiedades especiales, aún son analizados para determinar su potencial tecnológico.
En contra de lo esperado, la conductividad de los cuasicristales aumenta con la temperatura.
Cuasicristales con titanio pueden servir para el almacenamiento de hidrógeno. Tal vez también se encuentre un aplicación en la transformación de calor en energía eléctrica.
Un empresario sueco fabricó acero con incrustaciones de cuasicristales, para hojas de afeitar e instrumental para operaciones oftalmológicas.
Otros científicos experimentan con los cuasicristales para crear revestimientos de sartenes, diodos que consuman menos energía y aislantes térmicos.