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o no aprendí economía en una universidad, pero aprendí a gobernar a mi país como una madre dirige su casa. Una madre con 10 hijos nunca permitiría que uno de ellos tuviera más que otros porque si hay un pedazo de carne lo divide entre los 10, pero si uno de ellos es más débil, ella lo va a cuidar con más cariño. Es así como los gobernantes deben actuar en sus países.
Este mensaje estuvo presente con motivo de la reciente visita a nuestro país de Luiz Inácio Lula Da Silva, mejor conocido simplemente como Lula. Sus opiniones y los datos aportados sobre su gestión pública, generaron una serie de reflexiones sobre cómo debe conducirse todo gobierno.
Los avances sociales del gobierno brasileño no se limitan a los ocho años de gestión de Lula, tienen su origen también en la lucha popular en contra de la dictadura que duró 21 años. Tres años más tarde, se logró una nueva Constitución que ha servido como referente obligado en la historia reciente del país. Quizá lo más significativo del mensaje de Lula es que más allá de los claroscuros que conlleva cualquier gobierno, avala una estrategia que pone en el centro el bienestar de la gente como una condición necesaria para el verdadero progreso, en otras palabras, la economía va bien cuando se refleja en los bolsillos y en la calidad de vida de la población. Esta política intentó resumirla en una frase: Hay gobernantes que sólo ven la estadística inmediata y no ven o no quieren ver que detrás de cada número hay una mujer, un hombre, un niño, un jubilado, en suma, un ser humano que merece respeto.
El ex mandatario brasileño subrayó sus principales logros: reducción a la mitad del nivel de pobreza, 27 millones superaron la pobreza absoluta y 36 millones accedieron a la clase media, crecimiento económico, inclusión social fortalecida a través de programas como Bolsa Familia, Luz para todos y Agricultura Familiar. Creación de 16 millones de empleos y aumento del salario en 67 por ciento en términos reales llegando el mínimo a 360 dólares mensuales, tres veces el vigente en nuestro país. Todo ello generó un fortalecimiento del mercado interno y una mejora sustantiva del llamado desarrollo humano; un contraste absoluto con la estrategia de nuestros gobiernos.
Las afirmaciones de Lula demuestran la falsedad de la tesis de aquellos que afirman que una mejora salarial sólo genera más inflación y desequilibrio. Con su estrategia de desarrollo y mejora salarial Brasil logró dinamizar su mercado, generando un aumento del consumo interno. Así quedó demostrado, por ejemplo, en la estratégica industria automotriz, pues la mayor parte de la producción ha sido adquirida por los propios brasileños.
Lula no omitió preocupaciones y metas incumplidas, entre ellas, la inclusión de sectores que carecen de protección social y otros cambios que reclaman con razón distintas organizaciones. La inflación decreció de 10.25 a 6 por ciento, pero este avance se considera insuficiente; hizo referencia a las tasas de interés que deben bajar aún más, a la deuda externa, al medio ambiente y a la necesidad de mejorar el diálogo social. Fue sobresaliente el importante papel de la banca pública como elemento clave para el otorgamiento de créditos y la advertencia de que será difícil avanzar si no se logra una política fiscal redistributiva y una mayor integración regional con enfoque latinoamericano. En materia petrolera, sugirió la formación de una nueva empresa creada por Pemex y Petrobras, tema en el que ha insistido y del cual no ha obtenido respuesta por parte del gobierno mexicano.
En sus reflexiones, estuvo presente el importante papel del movimiento sindical, como interlocutor fundamental en la elaboración de políticas públicas. Lula se formó en la Central Unica de Trabajadores (CUT), nacida en agosto de 1983, la cual agremia en la actualidad a 7.5 millones de afiliados. Esta central comparte su liderazgo con Fuerza Sindical y la Central General de Trabajadores. El importante papel que ha jugado la CUT, además de su capacidad de movilización y su influencia en el Partido del Trabajo, se explican en buena medida por la prioridad en la formación de cuadros y la capacitación técnica y profesional de sus miembros.
El modelo laboral brasileño tiene también agendas pendientes por superar. Su gobierno no ha suscrito hasta la fecha el convenio 87 de la Organización Internacional del Trabajo en materia de libertad sindical, aún cuando ha ratificado el convenio 98 en materia de contratación colectiva. El sistema de justicia laboral, incluyendo la inspección, destaca como medio de equilibrio frente a las políticas de flexibilización, a las que no es ajena Brasil. Si bien fueron tachados de lentos, sus órganos de justicia cuentan con un alto grado de confianza por parte de la población; nada que ver con el tripartidismo, la simulación y la ausencia de fiscalización gubernamental que existe en nuestro país. La productividad constituye un espacio de negociación constante a través de la discusión bilateral y la promoción gubernamental.
En materia política, Lula dejó también algunas reflexiones: señaló que después de tres intentos por llegar a la Presidencia de la República, llegó a la convicción de que no iba a ganar si no cambiaba su discurso y su imagen, lo cual no significaba renunciar a sus principios. Se trataba de incluir otras agendas. Sólo de esta manera podía superar el 30 por ciento que como voto duro se repetía en sus distintos intentos previos. Frente a la realidad económica mexicana, sus consejos se repitieron: impulso al mercado interno, diálogo social, aumento a los salarios, acceso al crédito, redistribución fiscal y una mayor integración con Latinoamérica y el mundo.
Hoy, Lula libra una nueva batalla relacionada con su propia salud; como en otras, seguramente saldrá adelante.